“Puede sentirse el suspiro del universo cuando la absoluta soledad, cierta y desierta, del sur, se desnuda íntima y esparce su simiente.
Cuando el amanecer anuda el aliento y un desenfreno de colores columpiándose en la inmensidad, inflama el aire, la cresta del sol acecha con su instinto indomable la orilla virgen y un continente resuelto en sal, participa del enlace de los cuerpos libres.
Rueda con su cintura de agua la tierra y el sol se hincha preñando el cielo…Entonces…el sur engendra un más allá prescindiendo de la memoria del tiempo.
Allí donde flamea indómito el gemido de la tierra, donde el viento es una comparsa de millones de brisas y el cielo es padre de todos los amaneceres, allí…el atardecer es una intriga leve…la heredad creadora, hermafrodita, se da y se recibe.
Y…la naturaleza asiste al nacimiento de sensaciones que nunca antes existieron y que no volverán a ser, en tanto no dejemos que el sur y, su más allá inexplicable, venga a nosotros.”