Diversas son las ideologías que habitan en el movimiento obrero: peronista, peronistas de izquierda, peronistas de derecha, marxistas-trotskystas, marxistas no trotskystas, socialistas, socialistas marxistas, marxistas-leninistas con sus diferentes corrientes, marxistas independientes o sólo marxistas, marxistas-maoístas, radicales y tal vez muchas más corrientes que se escapan a mi criterio o conocimiento, pero el grueso de las concepciones, por no decir casi la totalidad, son esas.
¿Y las ideas anarquistas, esas que fundaron junto a los socialistas el movimiento obrero organizado? ¿Cómo es la presencia en el seno de talleres y fábricas? ¿Tiene nuestro ideal algún grado de peso específico en la conciencia gremial y social de los trabajadores? Extiendo el nombre de talleres y fábricas a todos los lugares donde exista un explotado, desde los lugares que ocupan intelectuales de las universidades, profesionales en general, profesionales de la salud, de la educación, de la cultura en general y de los artistas de todas las artes en particular y en general.
Nuevamente. ¿Y las ideas anarquistas? Aquellas que llenaron de pensamientos, conocimientos, de “conciencia pura” el colectivo de los explotados y dieron robustez, arrojo y valentía a las luchas épicas del movimiento obrero, creando organizaciones de resistencia en los oficios y haciendo de ellos un saber-sabiendo. Aquellas ideas anarquistas propagadas entre los trabajadores de concebir las luchas económicas, también, como un paso dado hacia la conquista de la libertad, de la igualdad, de la solidaridad, de la ayuda mutua. Aquellas ideas transformadas en ideales por los propios trabajadores que las abrazaron, que la instalaron en el terreno de los hechos cotidianos, en los talleres y fábricas, en las calles, marchas, mitin y manifestaciones de protestas genuinamente rebeldes. Esas ideas-fuerzas que proclamaban desde el inicio mismo de la resistencia la emancipación social de los trabajadores, esas ideas-sentimientos de proclamar la igualdad porque nos reconocemos entre iguales, luchando fuertemente contra las jerarquías en las organizaciones obreras y sostener con fundamentos, sin genuflexiones la injustica que significa la existencia de las clases sociales. Ése anarquismo que propuso la lucha finalista económica a partir de los productores libres y emancipados del capitalismo y su tiranía de mercado.
Ninguna idea se puede debatir en el movimiento obrero si no posee identidad, si no tiene nodos de anclaje con sus fundamentos ideológicos. Y el anarquismo, como ideología de la libertad y la igualdad tiene definida una visión del mundo y de la vida a partir de sus propias experiencias, la tiene sin haber recurrido nunca a un “laboratorio de alquimistas” de ideas e ideologías, la tiene porque la extrajo de la misma esclavitud, y que puso de manifiesto el don de la libertad, proponiendo a los esclavos pensar y accionar para conquistarla. Eso se llama: identidad propia.
La lucha dentro del movimiento obrero siempre ha sido ideológica, si se entiende esto, si se reconoce esto, el anarquismo tiene un sin fin de cosas que decir en el mundo del trabajo, tiene un sin números de propuestas genuinas de su “repertorio”, de su quehacer cotidiano, de su voluntad de cambio de las cosas que atan al trabajador al “palenque” de la tiranía capitalista. Y esa lucha ideológica siempre existió en el seno de las organizaciones obreras, desde aquellas históricas confrontaciones entre Organizadores y anti-organizadores, entre anarquistas de la Primeras Internacional (bakuninianos) y socialistas (marxistas) de la misma organización, entre los del Quinto Congreso y el Noveno Congreso de la F.O.R.A., entre socialistas y peronistas, entre peronistas y comunistas, entre todos los sectores y entre todas las diversidades de pensamientos. Y sobre esto, muchos trabajadores anarquistas han escrito “pila” de pensamientos, reflexiones, investigaciones, experiencias y acciones sobre el tema. Emilio López Arango fue uno de ellos, por nombrar a un compañero que su pensamiento lo sostuvo con las argumentaciones extraídas de las experiencias cotidianas en el quehacer de trabajador y activista de la ideas anarquistas.
Cuando se “acusaba” a los anarquistas de dividir al movimiento obrero, muy típico de los “sindicalistas puros” y de los comunistas, Arango respondía: “El prejuicio unitarista, ése temor de escindir organizaciones incapaces de moverse por impulsos espontáneos de energía revolucionaria, es a nuestro juicio el que impide a los anarquistas desarrollar su acción en el seno del proletariado. La crítica al reformismo mantenida en los sindicatos sometidos a la “disciplina sindical”, no logra destruir el poder dictatorial de la burocracia sindicalista. Al que se opone a las resoluciones de los jefes, al que combate los errores de táctica o pone en descubierto las maniobras de los ambiciosos, se les anula fácilmente, se le pone por delante el “código sindical”, los estatutos que legislan deberes para la masa y derechos para los directores, se les acusa de divisionistas o de agentes de la burguesía y la masa levanta la mano y sanciona la “excomunión” del descontento.”
Y continúa López Arango: “Llegamos por lógica consecuencia a esta conclusión: los anarquistas no pueden sustraerse a la lucha contra el capitalismo, ni deben ser en los sindicatos elementos pasivos que siguen a remolque de los acontecimientos. Necesitan crear en el movimiento obrero su esfera de influencia para que los sindicatos, al menos en aquella parte del proletariado que acepta nuestros principios libertarios y está en oposición a los partidos políticos, sea un movimiento revolucionario definidamente anarquista”. (Del suplemento semanal de La Protesta, 13 de julio de 1925). Esto se llama identidad ideológica genuina y auténtica en el seno del movimiento obrero.
Nunca los anarquistas tuvieron como “oficio” jugar a las escondidas, ni mucho menos han practicado a lo largo de su historia el camuflaje para proclamar las ideas sobre la organización económica de la sociedad y los principios basados en la libertad y la igualdad. Siempre sostuvimos “contra viento y marea” que los trabajadores deben organizarse como ente económico, porque precisamente la organización basal de la resistencia es económica, y lo sostuvieron y seguimos sosteniendo hoy, que las transformaciones revolucionarias de las sociedades sólo pueden garantizarse desde lo económico y no desde lo político. Y continuamos repitiendo a través de más de ciento cincuenta años, que los organismos económicos deben estar en manos de los productores y no de ninguna organización política. Hacer de las organizaciones gremiales un órgano político es lisa y llanamente, para nosotros, confundir el eje de la cuestión principal: la posesión de los medios de producción; o están en manos de los trabajadores o están en manos de la burguesía, siempre protegida por el Estado y el poder político.
Estas son razones del porqué de la identidad, desde una organización simple de taller, pasando por organizaciones un tanto más compleja como las de las fábricas y asociaciones de agremiaciones. Nada de esto nos debe ser ajeno, por el contrario, estar presente siempre en la organización de los trabajadores y en las luchas, en las asambleas y plenarios o en cuanta reunión de trabajadores participemos sin ocultar lo que somos, porque fuimos lo que fuimos y somos lo que somos producto de nuestros propios esfuerzos y aciertos, sin menospreciar nuestros errores, y seremos capaces de construir con el pensar, idear y soñar juntos una misma pasión libertaria entre los explotados y los desposeídos y nuestra identidad estará siempre presente si somos verdaderos refractarios del dolor ajeno.
Campi, activista gráfico y propagandista de los ideales de la F.O.R.A.
Martes 29 de mayo de 2012.