En la historia de la humanidad existe una tendencia a luchar por libertad, y si deseamos liberarnos es porque vivimos presos, presos a la cultura y a la civilización. Podemos resumir esa historia como la historia de la dominación por el poder y por la fuerza, dominación de cualquier ser que parezca más débil, que parezca más inofensivo, que se encuentre en posición de vulnerabilidad.
Vivimos en un actual estado de esclavitud bastante evidente, alejados como estamos de la naturaleza, insatisfechos e infelices, creyendo y endiosando “verdades científico académicas” que pueden ser contestadas y alteradas de acuerdo con los intereses políticos y económicos, pero que aún así nos mantienen dependientes de un sistema enfermo de relacionamiento con el medio.
Toda civilización antropocéntrica parece tener el propósito de subyugar a la naturaleza, destorcer, destruir, reconstruir, modificar, forzar a la naturaleza a darnos cada vez más. Es así que se procede con las madres, con las mujeres, con los pueblos dominados, con los animales, con nuestro propio cuerpo y con laTierra.
Al contrario de lo que se imagina, hasta donde se sabe, la primera divinidad adorada por los humanos era la figura de la Diosa madre y una sociedad matriarcal, lo que nos parece bien más lógico por tratarse de pueblos que vivian en estrecha comunión con la naturaleza. Deseosos de dominar todo a su alrededor, el hombre necesita destruir a la Diosa, destruyendo a la identidad femenina, menospreciando al universo femenino, haciendo apología a caracteres como fuerza, agresividad y poder, construyendo así la identidad masculina.
El hombre construye la identidad masculina a partir del momento en el cual inventa un Dios a su imagen y semejanza, un Dios padre, patriarca, patrono, patrón y también dueño y propietario de la mujer, de los hijos, de los animales, de la tierra, que deja de ser madre y pasa a llamarse patria… de todo lo que se oponga a esas características, de todo lo que no sea espejo de lo ideal del macho, fuerte e imperturbable emocionalmente. Humanos que estén en discordancia con el ideal masculino occidental son considerados extraños, son “el otro”, animales no humanos son “el más otro” de todos los otros. Esa condición de ser el otro pone a las mujeres y animales en una condición de no consideración de intereses, seres de segunda categoría.
Aprendemos y nos acostumbramos a pensar según una concepción que posiciona al ser humano hombre como centro de los acontecimientos. Racionalidad y competitividad son vistos como características humanas deseables, pero que no pasan de frutos de la construcción de la identidad masculina endosados por mitologías y religiones que reducen a la naturaleza a recursos utilizables por los hombres.
La concepción de la naturaleza por la cultura masculinista, que establece un orden rígido, en el cual se supone que todos los hombres son masculinos y todas las mujeres femeninas, distorsiona los valores a conferir a los hombres el papel de protagonista con la mayoría de los privilegios sociales en detrimento de las mujeres, de los niños, de los animales y de todo el restante de la naturaleza.
Podemos constatar el sexismo impregnando todo el conocimiento científico y filosófico que viene adiestrando a los seres humanos en el modelo androcéntrico, normalizando la marginalización de la mujer.
La figura de la mujer está siempre asociada a la pasividad y la del hombre asociada a la actividad, esas asociaciones remontan a la teoría aristotélica de jerarquía del género que viene siendo utilizada a lo largo de los siglos como explicación científica para mantener a las mujeres subordinadas a los hombres.
El andropocentrismo y el antropocentrismo son preconceptos castradores que hace milenios impregnan nuestra sociedad. Tanto tiempo pensando de una cierta forma nos puede llevar a creer que no exista otra manera de pensar, y permanecemos presos a dichas ideas, incapaces de hacernos reflexionar y cambiar, como si fueran verdades inalterables.
Las propias mujeres aceptan y propagan esta realidad, pues inconscientemente absorben este pensamiento deforme.
En este modelo de sociedad tenemos mucho mas derechos que los animales, sin embargo nuestras jaulas son aún mas fuertes, las jaulas humanas son echas de mentiras, somos manipulados todo el tiempo y la mayoría de las personas ni siquiera se enteran de esto.
Podemos ser cómplices de atrocidades contra los animales y humanos sin darnos cuenta, y mientras eso pueda parecer natural, en realidad es tan sólo cultural. En este contexto, la violencia es tratada con normalidad, aún más tratandose de otro ser, uno no hombre y por lo tanto desmerecedor de consideración ética.
Obs: a Lu qdo digitou suprimiu o andropocentrismo e depois a Marília mudou o verbo, mas reparem q do jeito q estava teria outro sentido, não era o q eu queria dizer…
El patriarquismo acarrea una serie de injusticias sociales no sólo a las mujeres, pero también a los otros seres humanos y no humanos; esta construcción social andro-antropocéntrica alimenta todo tipo de jerarquía y discriminación y es mantenida por la mayoría de las instituciones ideológicas, filosóficas, religiosas, científicas, políticas y económicas que se alimentan de esa situación.
La sociedad contemporánea se apoya en la idea de que la alimentación es una manifestación del libre arbitrio, presumiendo que nosotros podemos elegir nuestro alimento sin que eso tenga otras consecuencias. La aparente libertad de elegir esconde en verdad una imposición mercadológica y sociocultural.
El omnívorismo se ha extrañamente sustentado en un mercado que hace a la proteína animal parecer saludable, eficiente e indispensable, cuando en el fondo visa a mantener la dependencia a un sistema de dominación.
Nosotros no elegimos nuestro alimento ni tampoco nos damos cuenta de los factores sociopolíticos implicados en la simple presencia de la carne en nuestra dieta.
La ingestión de los productos de origen animal es la introyección del sistema patriarcal, de forma que el patriarquismo pueda atacarnos por dentro. El consumo de estos alimentos refleja también la explotación reproductivo sexual de las hembras.
Diferentemente de los animales machos, que son asesinados al nacer o aún muy jóvenes, las hembras animales, que un día serán convertidas a un trozo de carne como sus iguales masculinos, aún son condenadas a vivir bajo un régimen de esclavitud sexual.
A fin de generar nuevos seres para finalidades alimentícias, las hembras son aún más explotadas para la productividad de leche y huevos, alimentos sabidamente inadecuados a la alimentación humana.
La explotación sexual de estas hembras de vacas (y otros tantos animales utilizados en la alimentación humana) empieza en el campo con la producción de leche. Al nacer ya son apartadas de sus hermanos y hermanas (que no estén adecuados a los modelos de productividad), unos asesinados inmediatamente, otros mantenidos en cautiverio para posteriormente morir con dos o tres meses de vida – cuando son comercializados como carne.
Ya las “afortunadas” hembras que gocen de buena salud y puedan ser más explotadas como fuentes de proteína femenina, tienen su desarrollo y madurez sexual acelerados por hormonas de crecimiento y sexuales – hormonas que mucho se asemejan a las hormonas humanas y que son liposolubles, es decir, igualmente absorbibles y actuantes en el organismo de quien injiere la carne o la leche de estos animales, pudiendo provocar enfermedades degenerativas.
Después de tener su madurez sexual forzada, la vaca, que aún seria una cría, es inseminada artificialmente haciendo de esta escena de estupro también una escena de pedofilia, mismo que el estupro de un animal adulto (humano u no) no sea menos peor.
Este escenario de estupro y violencia contra el cuerpo no se restringe a la explotación animal. La violencia física y psicológica esta también presente en nuestro cotidiano, donde quiera que miremos, vemos el cuerpo femenino destorcido y subyugado a la categoría de producto, muchas veces comparado a cuerpos de animales y trozos de carne por los medios de comunicación prostituyentes que estrupan a la imagen del cuerpo de la mujer cosificándonos, haciéndonos objetos para el consumo.
Y si podemos relacionar el uso del cuerpo femenino en la pornografía con el uso de los cuerpos animales en la dieta omnívora, en este contexto tenemos, entonces, una profunda relación entre el bien estar animal y la pornografía alternativa. En esta última, existe la justificativa de ser algo consensual, que cuenta con “protagonistas” fuera del padrón físico convencional usando también la homosexualidad en un intento de democratizar la objetificación, pero aún en los mismos moldes hetero opresores.
El perfil “alternativo” propone lanzar una nueva mirada para validar la pornografía, donde muchas mujeres colaboran activamente, supuestamente concordando con su propia desconstrucción social con la aprobación y complicidad de una sociedad que entrena a los hombres a subyugar siempre al otro que sea objeto de su deseo de poseer, destruir y anular. ¿Al final, qué es el consenso? ¿Ese intento de relación igualitaria mientras no existe igualdad en la dicotomía de clases masculino femenino?
El bien estarismo, propone al traer a la mesa alimentos de origen animal producidos de forma humanitaria para validar la explotación. Una forma alternativa de producción en la cual los animales son prácticamente libres y deseosos de contribuir con nuestro menú. El pollo que sonríe en el empaque de los huevos mucho se parece con la actriz porno que tiene toda la libertad para sonreír
Si deseamos ser éticamente justos, nos es fundamental hacer la conexión entre abuso y violencia, sea ella cometida contra los animales humanos o no, precisamos dejar de consumir o concebir sus cuerpos como mercancía. Tanto la objetificación cuanto el utilitarismo son problemáticos cuando aplicados a cualquier ser sensciente.
Al restringirmos el “abuso” del cuerpo femenino a la violencia sexual en una clara escena de estupro, nos tornamos víctimas del abuso de los mensajes que nos imponem todos los días a través de los medios de comunicación de la misoginia.
El feminismo postmoderno apoya esta exposición de cuerpos femeninos como una opción personal de cada mujer y aún dicen que la pornografía, alternativa, en general, es empoderamiento femenino, olvidándose que una mujer es victima de violencia sexual a cada 5 minutos (Fundación Perseo Abramo) y que el estímulo al material pornográfico contribuye para este cuadro, endosando la visión de la mujer como objeto sexual para el placer masculino, que termina por ser siempre el publico final.
De la misma forma que entidades y personas que se dicen defensoras de los derechos de los animales, apoyan el consumo de productos derivados de animales criados de manera humanitaria, en verdad prestan un enorme deservicio a causa de la liberación animal.
Según Gary Francione: “Tanto la posición feminista postmoderna cuanto la posición neobemestarista están embebidas en la ideología del status quo. Ambas refuerzan nuestra actual visión de los animales como propiedad y de las mujeres como cosas cuya condición de persona está reducida a cualquier parte del cuerpo, o a cualquier imagen del cuerpo, que sea fetiche sexual para nosotros. Ambas posiciones solamente ponen una cara de risas en un mensaje que es, esencialmente, muy reaccionaria.
La pornografía alternativa flexibiliza el fascismo sexual en el cual estamos inseridos, tornando aceptable la “objectificación” de la mujer, promoviendo la violencia y el estupro como formas aceptables de saciar el deseo sexual del macho. De la misma forma, como en el bien estar animal la explotación de no humanos, principalmente hembras, parece, ahora, tornar los
productos de estos animales éticamente aceptables.
Un individuo afirmarse a través de la “objectificación” del otro, destruyendo la integridad física y/o sicológica de este otro para la construcción de un sistema jerárquico de opresión y explotación es algo realmente problemático.
El “omnivorismo” es el retrato de cómo el ser humano cosifica a los animales, que dejan de ser vistos como seres “sencientes” para ser entendidos como carne. La pornografía no es sexualidad pero sí política de manutención de valores del Patriarcado; es la confirmación de la visión masculina del cuerpo femenino como algo para ser consumido, una cosa para ser usada para el entretenimiento del hombre. Así, la pornografía asegura la relación de poder entre opresor y oprimido en la sociedad patriarcal.
Decir que somos libres para cosificar y vender nuestros cuerpos como dice el feminismo postmoderno es ignorar todas las consecuencias que la pornografía trae a la mujer que no eligió eso. La libertad individual debe estar condicionada a los efectos que estas opciones puedan ocasionar a la sociedad. Un acto particular de una mujer posar desnuda, tiene impacto sobre casos de estupro y otras violencias hacia a las mujeres. Así, el acto individual de una mujer transciende de la esfera personal para la del colectivo femenino.
Según Carol Adams; “El problema no es que el PETA se equivoca en reconocer la interconexión del tratamiento de los animales y el tratamiento de las mujeres. El problema es que, a menos que reconozcan violencia sexual masculina y como esta “objectificación” toma lugar al frente del patriarcado, no entenderán verdaderamente la violencia contra los animales.”
El veganismo, por definición, se opone a la estructura de jerarquía de consumo y producción que legitima la explotación de los seres sensientes, proponiendo una nueva óptica en la cual se torna absolutamente incoherente apoyar cualquier “objectificación” animal y humana. El ecofeminismo, así como el veganismo, trae en sí los ideales de igualdad y respeto.
La revolución veganista es más que política. Ella es un intento de ovular una nueva consciencia para escapar de las presuposiciones más profundas de nuestra era, para transformar radicalmente al ser humano, derribando el paradigma del andro antropocentrismo, mirando más allá de la rigidez y limitación del racionalismo cartesiano.
Es fundamental que seamos capaces de cuestionar todo nuestro modo de vivir que es basado en el viejo paradigma masculinista, cientificista, y materialista. Podemos cambiar nuestra percepción humana y narcisista, aún que esto se choque frontalmente con el sistema político económico vigente.