(AW) María Eva Sireix habla por primera vez públicamente sobre Raúl Tarifeño, padre de sus tres hijas y su compañero por 16 años, aunque esencialmente se trata del agente de Inteligencia infiltrado sucesivamente en el Partido Comunista, Movimiento Al Socialismo y Movimiento Socialista de los Trabajadores. Tan solo uno de los 4 mil servicios cuyos nombres y actividad trascendieron en la lista difundida por la revista Veintitrés. Ella lo conoció cuando solo tenía 16 años y militaba en la Juventud Socialista, mientras que él superaba las tres décadas y ya había elegido el más vil de los oficios humanos.
Neuquén, 15 de abril de 2010 (Exclusivo Agencia Rodolfo Walsh) Con las palabras del título, María Eva Sireix (39) describe el brutal momento en que se enteró que Raúl Tarifeño, su pareja, padre de sus tres hijas y compañero de militancia, era esencialmente un agente de Inteligencia del Batallón 601. En esa condición, Tarifeño se había infiltrado primero en el Partido Comunista (PC) de Cutral- Co, de donde fue expulsado en 1986 o 1987, luego en el Movimiento Al Socialismo (MAS) y finalmente en el Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST), donde llegó a ser candidato a diputado provincial. En estos dos últimos partidos de autodefinición trotskista, María Eva militó junto a Tarifeño quien rápidamente ocupó sitios de dirección y, de ese modo, la fue relegando a espacios hogareños, alejados de su real actividad de socavar organizaciones populares mediante el buchoneo.
El golpe que ella sufrió al enterarse de quién era su compañero la dejó nocaut por bastante tiempo: “No podía hablar ni con mis hijas”, recuerda.
Por otra parte, cuando la primer compañera del agente de Inteligencia lo denunció hasta por televisión, nadie le creyó. Es más, le dijeron que estaba loca, “que cómo iba a decir eso de Raúl”. Este hecho, entre otros, desalentó a María Eva a realizar “una denuncia pública sin pruebas, aunque lo dije a algunos compañeros en confianza y tampoco lo podían creer. Por eso, la publicación de las listas significo un gran alivio para mí”, sostiene.
Y aunque la lista de informantes del Batallón 601 de Inteligencia del Ejército publicada por la revista Veintitrés refiere al período comprendido entre 1976 y 1983, Raúl Alejandro Tarifeño, que figura como Agente de Reunión (Recolector de Datos) del Destacamento de Inteligencia 182 que operaba en Neuquén, se mantuvo en funciones a pesar del retorno a la constitucionalidad. Más precisamente actuó hasta febrero de 2006, fecha en que María Eva se enteró que el hombre del que se había enamorado cuando era una adolescente de 16 años, mientras que él ya superaba las tres décadas, no había dejado dimensión humana sin traicionar. Durante la entrevista, María Eva romperá en llanto una y otra vez. Y, así, entre lágrimas comenzará a hablar:
-Me sentí violada, matada, robada, ultrajada, traicionada, llevábamos 16 años juntos, con tres hijas, ¡qué hijo de puta! Hay quienes dicen que él demuestra una actitud enferma, y que para su enfermedad él no estaba usando a las nenas ni nada, que era una mente disociada, pero yo detesto esa visión, para mí no tenía doble personalidad: es un hijo de puta que tenía re claro cual era su trabajo y su prioridad. Yo estuve casi un año sin poder hablarles a mis hijas, porque hacerlo significaba que tenía que decirles la verdad. Ellas son divinas, con total nivel político y mucha claridad, y tener que hablar con ellas reconociendo que tenés a esa persona ahí, al lado…, no pude mirarlas a la cara por un año, porque yo sentía que si les decía tu papá es milico, no sabia que iba a pasar por sus cabecitas, y si algo les pasaba yo me mataba. Y a él le decía una y otra vez: “deciles vos, hijo de puta, hacete cargo, ¿cómo yo voy a decirle a ellas que su papá es milico?”
-¿Cómo te enteras en el 2006?
-Llega una carta, en un sobre no me acuerdo que era lo que decía, pero el sobre estaba muy bien cerrado y eran unas iniciales, que a mi me llaman mucho la atención. Él personalmente era un chanta, de esos tipos que siempre algún quilombo tenía que tener; no pagar los impuestos, no pagar la luz, cortaban el gas, ese tipo de cosas eran permanente en mi vida. Entonces, ese sobre, que me llamó mucho la atención, lo abrí y era del Ministerio del Interior, específicamente qué era lo que decía, no lo se. Si me preguntas hoy, decime textual algo que decía la carta, que eran tres o cuatro hojas, y no lo se. Porque fue tal sorpresa y el vacío y la desesperación que tenía, que lo único que yo entendí perfectamente bien es que él era de los servicios y que le estaban dando de baja, lo estaban retirando.
-¿Y que hiciste entonces?
-Cuando llegó le dije: “¿Decime qué es esto? ¿Explicame qué es esto?”, “No, no, hay un error, hay una equivocación. Estos hijos de puta siempre tratando de quebrarte por algún lado”, me dijo. Entonces yo le respondo: “mirá, evidentemente he sido muy pelotuda durante todos estos años, jamás dudé, pero se qué lo estoy leyendo y se qué me están diciendo, sos un cana, sos un cana”. Y me lo negó, me decía que no, que no, que había un error, que era una trama. Te imaginarás que no había dudas, no había ningún tipo de dudas de nada, era así
-¿En ese momento se lo dijiste a los compañeros?
-No, yo estuve un año prácticamente sin hablar ni con mis hijas. Fue un momento muy desesperante, de mucho vacío, de ver las organizaciones, de hacer un análisis de las organizaciones y yo no veía la posibilidad realmente de tener un acompañamiento, yo no lo vi. Me había ido del MST en 2001 y tenía una militancia estudiantil. Estábamos en la toma de la facultad y yo lo único que pensaba era que si eso salía a la luz iba a quebrar a cualquier militante que estuviera luchando, que nadie iba a creerme como le pasó a Marion (la primer mujer de Tarifeño), que yo no tenía pruebas porque el sobre se lo llevó inmediatamente. Solo lo pude decir algunos íntimos y también se lo dije a su familia.
-¿Cuánto más se quedó él viviendo en tu casa?
-Dos años
-¿Cómo fue ese tiempo?
-Mirá, yo no estaba en la realidad. Lo veo ahora y pienso cómo puede ser, y encima yo desperdicié dos años más de mi vida, sabiendo que ya estaba confirmado, porque él me lo negó hasta 2008, él me estuvo negando que eso fuera real. Pero lo único que pude hacer es romper el vínculo con él y no tenía ningún tipo de relación, él dormía en una habitación de la casa y yo en otra. Solo hablábamos hasta las 5 de la mañana porque yo le pedía explicaciones, que me explique, que me cuente, que me diga, yo quería saber datos, quería saber cosas, era una necesidad imperiosa. Una perdida total de tiempo el pensar que el chabón se podría quebrar en algún momento, porque no se quiebran, son el aparato estatal. Recuerdo que un compañero me preguntó si yo dormía con él después de enterarme, y yo le decía que ¡no!, apenas me enteré, me metía en la ducha y me cepillaba, porque no podía creer que yo había estado durmiendo con un milico.
-¿Y nunca te dio respuestas?
-Me mentía permanentemente, tonta yo pensando que me iba a decir la verdad, pero si me mintió durante 16 años, cómo pude estar pensando que esa misma persona iba a decir la verdad. No estaba en mis cabales, evidentemente. Porque cada vez que yo lo increpaba, que era permanentemente, él fue cambiando las versiones: que ingresó por el conflicto con Chile, en el ’78, para averiguar si había grupos terroristas chilenos, después que se anotó como voluntario en Malvinas y así.
Y yo no podía hacer nada. Recuerdo en el 2007, cuando se enteran mis hijas, que ese fue todo el proceso más duro, tuve un año yo y un año les di a mis pobres tres niñas. Él decía que no hacia nada. Una de mis hijas le dice “vos no hacías nada y qué, ¿te pagaban por hacer nada?” creo que cuando escuché eso yo dije: “bueno, bajate de la nube en la que estás”, porque es una criatura de 13 años que le estaba diciendo eso y yo no podía analizar cuál era la verdad y cual la mentira.
-¿Hasta cuándo duró la separación de hecho, en tu casa?
-Hasta principios del 2008. Él no se quería ir, pero nos plantamos las cuatro y lo echamos. También en ese año hay un hecho, que ahí fue cuando yo evidentemente pisé la tierra de nuevo, que es el asesinato del compañero Lázaro Duarte en el local del MST. El Partido sostenía que fue la patota de Sobisch, pero bien pudo haber sido un mensaje a él porque él seguía militando como el más revolucionario y tal vez no estaba de acuerdo con el retiro que le habían dado, y pudo ser algo así como decirle: ¿te dimos de baja, no te enteraste?
¿Vos descartás que él haya participado del crimen del compañero Duarte?
-Esa noche estaba en mi casa, no fue él en persona, si participó de otra manera no lo se.
-¿Que pasó con él entonces?
-Le dije que se fuera, y me decía que no, no se quería ir, que era todo muy problemático, que la cuestión económica, que no podía dejar a sus hijas. Pero me puse firme, las chicas también. Y le dije “se terminó el tiempo, se terminó mi crisis, yo tengo que seguir viviendo mi vida, te tenés que ir, hacete cargo”.
-Vos no desconocés que existen quienes te involucran con él y no creen que en tantos años no advertiste su verdadera “ocupación”…
-Y sí, todo esto me hace revivir una y otra vez, la traición. Pero trato de poner garra a esta vida que me ha tocado vivir, las mochilas suelen ser muy pesadas, pero ahora tengo la voz que no tuve antes. Quizás era de imaginar que una vez que se supiera mi historia comenzaría esta larga travesía de sospechas y dudas y reclamos. Pero también hay compañeros que te dan un abrazo y vos sentís que te brindan su afecto y su confianza. Como te dije antes, no tenía pruebas y estaba quebrada como persona, mis tres hijas necesitaban mi contención, aún hoy lloran y no entienden este mundo de personas grandes que dicen y acusan sin analizar, sin preguntar, sin averiguar. Llevan con mucha entereza y dignidad su historia, viven con mucho dolor la traición. No tengo palabras para aquellos compañeros a los cuales no pude recurrir en ese terrible momento de mi vida. Más que decir “lo siento” y tratar de explicar con mis pobres palabras, lo que no se puede decir, por que es así, no existen las palabras que puedan explicar tanto dolor, tanto vacío, tanta soledad. No se puede pensar que una persona que pierde la confianza en lo más íntimo, como es mi caso, pueda ni siquiera figurarse tener algo de confianza en otro. Hoy puedo hablar y hasta contar cómo me sentía en ese momento, entonces no podía, solo lloré, solo grité, me enfurecí, pedí explicaciones, trate de averiguar, y solo lo dije en voz baja a algunos íntimos y a su familia. Hoy estoy dispuesta a dar explicación a todo compañero que pueda verme como persona, pero que me reconozca a mí y no como la ex del milico. Y, además, es fácil buscar chivos expiatorios, pensemos solamente a quien le hacemos el juego con esta política. Yo, por mi parte, camino las mismas calles, voy a los mismos lugares, tengo el mismo teléfono, vivo en el mismo lugar y me sigo llamando Maria Eva Sireix.
Oscar Castelnovo
Agencia Rodolfo Walsh