La cultura masculinista según Margarita Pisano

El título del último libro de la chilena Margarita Pisano “El triunfo de la masculinidad” pareciera escrito por un varón satisfecho de sí mismo. Pero no. Está pensado con la ironía de una mujer que se burla y critica las victorias conseguidas por su género que, según ella, no son más que pizcas de poder que la “cultura masculinista”, espolvoreó sobre ellas. El lugar de “La Pisano” es estar fuera. Y desde ese lugar acusó a la familia “por reproducir el sistema”, al amor romántico “por atontar la inteligencia” y a Gabriela Mistral “por su inconsecuencia” como mujer.

¿Por qué eligió hablar desde la derrota?

Llevamos más de cuatro mil años de luchas por tener un lugar. Esta historia invisibilizada como historia hace que siempre estemos reiniciando nuestros procesos. Por esta carencia estamos siempre en lo inmediato, que es mejorar la vida de las mujeres, sin darnos cuenta y repitiendo constantemente este inicio en las reivindicaciones que le pedimos al sistema. No generamos los lugares para salirnos de la masculinidad y crear desde la autonomía y la independencia un nuevo sistema civilizatorio. No creemos en nuestra propia historia. Por eso, sin asumir esta historia de derrotas, difícil es desconstruir de verdad la masculinidad para transitar hacia otra humanidad.

Finalmente, sucumbimos al poder. Hay muchas mujeres ocupando cargos públicos, caídas en el mismo sistema del que una vez renegaron ¿eso es perder?

El sistema nos instala y nos desinstala, siempre que le convenga. Hace y deshace con los patrones de ellos. Es una esclavitud evidente, porque aún estando en el sistema se mantiene el desprecio hacia nosotras.

¿Qué pasa con una cultura que no permite triunfos o siquiera un atisbo de lo femenino?

La femeneidad y la masculinidad siempre la analizamos como lugares sociales, simbólicos, valóricos en sí mismos. Están corporalizados en dos entes diferenciados biológicamente. Cuando la masculinidad armó su sistema simbólico instaló a la femeneidad dentro de sí, por lo tanto, este cuerpo simbólicamente femenino no tiene la posibilidad y la potencialidad de la igualdad. Hemos ido metiéndonos en las ideas de los varones. En la edad media luchamos por tener alma. Después de la Revolución Francesa, pretendimos la igualdad. Pero con esta sucesión de fracasos no hemos logrado mover ni un pelo la deshumanización del sistema imperante.

Siendo feminista, su postura provoca hasta a sus compañeras ¿de qué lado está usted?

Yo me sitúo fuera del sistema, estoy fuera de la masculinidad. A la mayoría de las feministas no les gusta el análisis que yo hago, pero mucho menos les gusta a los hombres. Ellas quieren calificar optimistamente el poco poder que gozan. Creen que están trabajando para las mujeres en general y en verdad están trabajando para los grupos de poder. El problema está en su profunda sumisión al sistema masculinista.

¿Por qué, Margarita, se lanza contra todo, incluso contra aquello que podría parecerle más cercano?

Es la única forma de crear otra humanidad. Cuando tienes verdadera crítica, cuando pretendes llegar a los núcleos, empiezas a tener esperanzas, porque te das cuenta que es modificable. Cuando te aventuras en la crítica te lanzas al fundamento de la vida que es crear. Abrir una ventana para respirar en una cultura que ya casi no respira, y no es una metáfora, es casi literal.

Usted decía que luchamos para que nos reconocieran que teníamos alma; que luchamos por la igualdad y ahora, nuestra lucha ¿será por el ingreso a las canchas de fútbol o a los lugares propios del otro género?

Siempre andamos detrás de los esquemas que valoriza la masculinidad. Ellos entienden la vida como una lucha y todo el poder de los hombres está basado en una contienda ganada o perdida. El fútbol es la guerra como dominio. Se admiran entre ellos, pueden hablar de fútbol tardes enteras en la televisión. Es su “guerrita” tras una pelota. Hay otras guerras paralelas a esa guerrita, matando en distintas partes del mundo. La contrapartida de la misoginia es el amor a los hombres: los hombres se aman a sí mismos aunque a veces sean enemigos, pero… ¡Ojo! Esa es una enemistad horizontal, porque respetan a su género. Los varones son de una misma “nación”, las mujeres somos extranjeras.

¿Cuál es el lado amable de la tragedia?

Dentro del fracaso de nosotras, está el triunfo de no habernos sumado o haber resistido a esa cultura que hoy tiene al mundo en el desastre en el que está. Hay una deshumanización de la humanidad. Nadie es capaz de sostener con cierta dignidad el futuro de la vida. Cada vez respiramos más mal y vemos peor… No me gustaría ser catastrófica, pero más del 60% de la energía de los seres humanos se usa tanto para destruir como para destruirnos. La pulsión humana de la vida está herida y hay que sanarla.

¿Cómo sería una cultura de la mujer? ¿Más esperanzadora?

Jamás hay que pensar que una cultura de la mujer basada en la femeneidad y en la intuición va a ser mejor que ésta. Incluso puede ser mucho peor. Si una nación es gobernada por gente que no piensa y sólo intuye, francamente yo saldría arrancando despavorida. La intuición puede generar una crueldad enorme. La cultura de la que yo estoy hablando es un sistema de ideas pensadas desde un cuerpo ausente de la construcción actual. Es otro sistema de ideas, de valores distintos a los de la masculinidad. Tenemos que descubrir cuál es ese ser, simbólico-mujer y hacerlo nosotras, no los varones para nosotras ni nosotras con los varones.

¿Nos dominan?

Cuando instalas una lógica de superioridad, instalas una lógica de dominio. Si hay unos superiores deben haber unos inferiores. Ellos entienden la vida como una lucha total: tengo que dominar la naturaleza, a la mujer e incluso al cuerpo, porque la cabeza tiene el poder sobre los bajos instintos. Esa es la cultura masculinista, una cultura totalitaria y esencialista. Entiende la vida como una lucha donde te puedes ganar el cielo o el infierno. Tienen que dominar la vida, tienen que llegar hasta el final y ganarle al otro.

Ya les tocó a ellos ¿Qué cuentas le pasas ahora a la mujer?

Las mujeres, actualmente “femeninas” se creen las buenitas del mundo y las que saben amar más que nadie. Eso me pone muy nerviosa. Las mujeres lo único que quieren magnificar es el amor, así las educaron. Esa es la historia que nos reconoce el sistema. Eso no trae ni igualdad ni libertad. Ellas aman, pero ellos piensan.

En su libro le tira las orejas a las mujeres por la ignorancia históricas en temas propios de ellas ¿por qué no hay interés en leer a Simone de Beauvoir o la Rich?

Porque las mujeres no tenemos historia. Ningún hombre ignora su historia. Si le preguntas, cualquiera sabe quién es Sócrates y Platón. Hay una genealogía que los hace sentirse parte de la historia. Y las mujeres saben perfectamente de esos hombres que nos hicieron pedazos a nosotras y se aprenden sus nombres y las fechas en que dejaron la hecatombe. No hay ni uno de esos que no haya sembrado una misoginia. Nosotras somos extranjeras de esa cultura que nos maltrató y nos explotó. Sin embargo las mujeres siguen amando a esos hombres. Y no hay hombre que sea feminista.

La cultura oficial entiende a la familia como el “seno protector”, pero usted la apedrea y más encima la acusa de ser reproductora del sistema social.

A la familia la acuso de todos lo males porque como núcleo básico de esta cultura deshumanizada, niega al individuo. Al contrario, tenemos que hacer una cultura basada en un individuo responsable y que entienda la vida no como una lucha. Existe un lazo consaguíneo que enfrenta a los González contra los Pérez y a los Pérez contra los González. Un hermano con otro hermano, se aman por su historia común. Pero otros dos hermanos, con idéntica historia, pueden odiarse a muerte. La sangre ahí no sirve para nada. Lo humanos no deben vincularse por la sangre. Los Kennedy y los Frei son clanes compuestos de sangre: eso es racismo y clasismo.

¿Qué pasa cuando la mujer se enamora de su reflejo?

Hasta que no pase verdaderamente eso seguirá el odio hacia las mujeres. El odio entre mujeres es tremendo, porque partes odiándote a ti misma. Las lesbianas se salen del destino de seguir amando a un hombre. Pero no basta con ser lesbiana, ni basta con ser mujer, hay que provocar una cultura de mujeres pensantes y actuantes. Tenemos que armar mundos ideológicos, pero sobretodo actuar consecuentemente.

¿En qué consiste ese acto consecuente?

La Gabriela Mistral, que era lesbiana ¿qué hizo por las mujeres? ¿y por las lesbianas? ¿dejó una casa para acogerlas? ¡nada! Lo único que hizo fue ganarse el premio Nobel, aunque ese premio no lo dan así no más. Por ejemplo a Adrian Rich la acaban de premiar en Estados Unidos y ella rechazó el premio de una sociedad y una cultura que está basada en el dominio. Eso es consecuencia.

fuente: http://www.mpisano.cl/index.htm

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