“Quiero componer la brisa rota para escuchar la voz del viento, darle bríos a mis astiles para que no me derribe el desconcierto.
Presentir el fuego y escucharlo hablar con las sombras que se tragaron mis ojos claros.
El hombre que cree en su tez más que en su sangre, adorna con los jirones de su carne, una casa miserable. Es seco y frío como el disparo que disparó el bárbaro y nadie escuchó.
Viento que volaste pájaros de muerte, absuélvete, sé ahora mi montura. Quiero ser jinete, se mi ruta del sur que no huye y del norte que construye.
Reivindica la tristeza que perdió la esperanza de volver al paraíso y la piedra que silba para ser canto.
Repara con tu fuerza la mejilla que la vergüenza nos arranco en fetas y llévame, cabalgando en mi propio viento, hasta el fondo del barranco, donde se despeñaron los sueños, déjame creer que aunque sea a pedazos, podré juntarlos, podré traerlos para hacerlos ciertos.”