Ayití
Tierra de altas montañas en cuyas cimas
apoya el luto su estructura de abismo
para llover después profundamente oscuro
como si una noche desmesurada
ocupara los siglos.
Permítanme que les cuente
un poco de su historia:
A sus costas sin miedo llegó la ignominia
inflando velas como demonios blancos
de su vientre bajaron espadas y cañones
perros inciensos verdugos con azufre
y fue entonces la muerte el nuevo gobierno
y se decretó exterminio.
Ya no quedaban espaldas para el látigo
y del áfrica trajeron su triste cargamento.
Volvió la ignominia en sus proas cuchillo
para abrir otra herida feroz en la isla.
De las naves bajaron hijos muertos y esclavos
y también la semilla de un grito riguroso.
Con el dolor filoso rompieron los grilletes
antorchacanto de volar se alzó en la noche
y luego hicieron cuna con el primer grito
y el grito pobló la tierra de bandadas.
El primer grito de Ayití fue un viento rojo
que pasó quemando yugos e imposibles
y levantó hacia el sur un gran ejército
de nuevas banderas y flamantes himnos.
Permítanme que les cuente
un poco de su historia
porvenir:
Ayití la bautizarán un día los hermanos,
volverá el fuego original la siembra urgente.
Será en Ayití en ruinas en duelo en rabiosa
hora el nuevo parto.
De las manos de tus cien mil muertos
será construida el ala y la mirada?
Sacudirás el polvo de tiranos y sátrapas
gerentes, verdugos, sanguijuelas,
y con sangre nueva sembrarás infinito?
Tal vez no podamos sujetar la tierra
inmovilizar su caprichosa cabalgadura,
pero sí podremos construir aulas y rondas,
hospitales, casas, fábricas, futuro.
Y te llamarás Ayití, hija de tus hijos
media isla universal y pura.
Perla en cuya esencia la llama inexorable
gobernará los tiempos.
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