Desde Mayo de 1810, cuando las Provincias Unidas del Río de la Plata se animaron a iniciar su proceso de emancipación, las nuevas autoridades legislaron en varias oportunidades con miras a la población indígena. Manuel Belgrano por ejemplo, tuvo a su cargo idear nuevas normas que garantizaran la libertad y la igualdad de los Guaraníes que habían vivido bajo el régimen jesuita. Un poco más tarde, la famosa supresión del tributo –una de las instituciones más vergonzosas de la colonia española- se hizo cuerpo en un decreto que la Junta de Gobierno sancionó el 1ro. de septiembre de 1811. Tiempo después, la famosa Asamblea General de 1813 convalidó esa decisión y además eliminó la mita, la encomienda y el yanaconazgo. Buena parte de este cuerpo normativo fue dado a conocer en forma bilingüe, trilingüe y hasta cuatrilingüe: además de en castellano, se tradujo al Quechua, Aymara y Guaraní. No así al Mapuzungun, idioma del Pueblo Mapuche.
Por Adrián Moyano
¿Por qué las disposiciones de las sucesivas instituciones revolucionarias de las Provincias Unidas del Río de la Plata no se tradujeron al Mapuzugun? La respuesta es muy simple: al momento de independizarse de España, ninguna Comunidad MapuChe vivía dentro del territorio que el nuevo país estaba heredando de la metrópoli. O dicho de otra manera, el Pueblo MapuChe no había sido sojuzgado por la corona imperial y mantenía su independencia y libertad. Por eso, ni la Primera Junta, ni la Junta Grande, ni los triunviratos, ni los directores supremos, ni los gobernadores, ni los sucesivos presidentes tuvieron la oportunidad de legislar sobre los MapuChe. Simplemente, no tenían jurisdicción sobre su Wall Mapu (territorio ancestral).
En mayo de 1810 la frontera entre el antiguo Virreinato del Río de la Plata y las diversas parcialidades MapuChe pasaba muy cerca de la aldea de Buenos Aires, seguía por el sur de Santa Fe, el sur de Córdoba, el centro de San Luis y el centro de Mendoza. Del otro lado de la cordillera, el linde entre la Capitanía General de Chile y los MapuChe se situaba en el río Bío Bío. Desde esa línea hacia el sur, los LofChe –noción MapuChe de komunidad- seguían viviendo según su propia cultura, su organización social, su manera de entender la economía y según sus propios sistemas normativos. No necesitaban que nadie legislara por ellos.
Esa frontera no tenía nada de “interior”, como pretende hacernos creer el sistema educativo argentino, que se inspira en una multitud de justificaciones intelectuales del despojo. Esa distribución territorial no obedecía solamente a un balance de fuerzas desde la perspectiva militar, también estaba convalidada por un número importante de tratados que las autoridades coloniales españolas habían celebrado desde el siglo XVII con los Lonko y los Ñizol lonko (Lonko entre varios Lonko). Quizás el más nombrado sea el Pacto de Quilín, que fuera firmado en 1641 y del cual se desprendía que la corona española reconocía por vez primera en América la existencia un Pueblo indígena independiente y soberano, cuya jurisdicción se extendía al sur del Bío Bío de “océano a océano”.
Al este de la cordillera, los funcionarios españoles también celebraron numerosos tratados “de igual a igual” y de “nación a nación” con las autoridades MapuChe. Varios de ellos tenían vigencia al 25 de mayo de 1810 y si las Provincias Unidas del Río de la Plata –luego la Argentina- se consideraron herederas jurídicas del Virreinato anterior –por ejemplo, para reclamar posteriormente las Malvinas- debieron respetar los acuerdos que los Lonko habían firmado. De hecho, la práctica de la celebración de tratados continuó hasta tres años antes de la “Conquista del Desierto”. Finalmente, la Argentina los violó.
En mayo de 1810, el “lindero” entre los “cristianos” y los LofChe se situaba sobre el río Salado, en el noreste de la actual provincia de Buenos Aires. Ya en octubre de ese mismo año, la Junta fletaba una expedición hacia Salinas Grandes, futura Ruka del mítico KalfüKura. La actividad ganadera del saladero necesitaba como el oxígeno los grandes bloques de sal que afloraban en esas lagunas, ubicadas en la actual provincia de La Pampa. Durante los 24 días que duró el viaje de ida, el jefe de los Winka tuvo que negociar el tránsito con los Lonko Linkon, Kayumilla, Aukal y Gürüpuantü quienes dejaron expresado que “era un acto de su generosidad permitirnos el paso. Cada uno se decía principal de la tierra a vista del otro…”, escribió. Y así era.
Pedro García –el comandante de la columna- no tenía demasiadas nociones sobre la forma en que los MapuChe se organizaban socialmente, por eso le llamaba la atención que varios Lonko se proclamaran “principal de la tierra” simultáneamente, sin que los demás se ofendieran. Pero ese será tema para otro momento. En el diario que dejó de su recorrido, García se asombraba del gran número de “indios” que encontró a su paso, quienes llegaron a rodearlo, aunque la cosa no pasó a mayores. Recordemos que estos sucesos se desarrollaron hace menos de 200 años y en el territorio que actualmente ocupa la provincia de Buenos Aires.
Se intuye entonces una verdad que en realidad es de perogrullo: la Argentina pudo construir la soberanía que ostenta desde fines del siglo XIX gracias a que pisoteó los derechos territoriales de otros pueblos, diferentes al argentino. En estas latitudes corrieron esa suerte los MapuChe y TehuelChe. En el Gran Chaco, los Guaycurúes, quienes siguieron maloneando hasta 1934 (!?!) Más al sur, los selk’nam.
A la luz de esta historia no tan lejana, no se entiende por qué ciertos sectores se escandalizan cuando los MapuChe proclaman su vocación autónoma. El futra trawün (gran parlamento) que se celebró en Vuelta del Río (Chubut) a fines de abril de 2003, se definió como “un espacio de expresión del Pueblo MapuChe que procura recuperar sus propias formas de organización sin detenerse en las fronteras administrativas impuestas por los dos estados que usurpan nuestro Territorio, con sus respectivas provincias y regiones. Así, reafirmamos que sólo somos un Pueblo: ni chubutenses, ni rionegrinos, ni santacruceños, ni neuquinos, ni chilenos, ni argentinos”.
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