Sobre las reivindicaciones que las mujeres hacen sobre su derecho a no ser golpeadas, violadas, torturadas, despreciadas, insultadas… en su hogar, se han escrito ríos de tinta.
Se ha dicho que las agresiones pertenecen al entorno de lo privado, que no entienden por qué lo soportan, que no hay pruebas y la presunción de inocencia protege a su verdugo.
Se las ha acusado de mentir para conseguir buenas condiciones en la separación, que es “hembrismo” y castigan a los hombres, indefensos ante leyes injustas. Se las ha acusado de enfrentar a padres con hijos e hijas, de escatimarles el régimen de visitas, de causarles el síndrome de alienación parental…
Se las ha acusado de denunciar falsamente a sus maridos, novios, parejas.
Todo machista abandonado por su pareja encuentra refugio en numerosas asociaciones, donde les dicen lo que quieren oír, en las que se fomenta el odio hacia las mujeres que defienden su derecho a decidir sobre su vida.
Asociaciones que confirman que un par de golpes no es maltrato, que refuerzan sus posturas y liberan sus frustraciones, que alimentan un rencor soterrado hacia modelos de vida no machistas.
Asociaciones que fomentan la idea de que les están echando de sus casas injustamente, y que la causa de todos sus problemas no son la crisis, el jefe, o su ineficiencia, sino la mujer que ha tenido la osadía de denunciarles, abandonarles, quitarles a sus hijos, su dinero.
Asociaciones formadas por hombres maltratadores, y también mujeres: madres incapaces de admitir el daño que ha hecho su hijo convirtiéndose en su más apasionada defensora. Y actuales compañeras, ejemplo vivo de la falsedad de las denuncias de las anteriores parejas.
Mujeres que son las mejores portavoces para inculcar en la sociedad la injusticia que se está cometiendo con sus hombres; y van avanzando en esta España casposa y retrógrada.
Ya han alcanzado la tutela compartida, aunque haya denuncias de malos tratos: pero, ¿qué culpa tienen los niños de los líos de sus padres?
Y para colmo, políticos sin escrúpulos, a quienes les salen las cuentas electorales, les dan pábulo denunciando la discriminación que padecen y exigiendo números: ¿cuántas mujeres denuncian?, ¿cuántas la retiran?, ¿cuántas no son admitidas?
Sin preguntar cuántas amenazas y miedos hay ante la retirada de una denuncia, por qué desde que han cerrado centros 24 horas han disminuido su presentación en los juzgados, cuánto influye la crisis en la convivencia de parejas en las que hay malos tratos.
Nunca hubo voluntad de cambios estructurales que hubieran asentado el rechazo definitivo a la violencia contra las mujeres, nunca se abordó desde la educación, desde los medios de comunicación, desde la publicidad… Solo se aplicaron medidas represivas en los casos más virulentos. Y en cuanto el conservadurismo ha asomado la cabeza, la violencia contra las mujeres vuelve a tener el camino abierto.
Además Bretón ha hecho popular una nueva senda de tortura hacia las mujeres: ¿Para qué matarlas si se puede conseguir que sean fantasmas en vida arrancándoles lo que más quieren?
Emilia Moreno
Dones CGT-València