Sea tuya la duración sin tiempo
De una hora entre horas,
y la luz de un amanecer
Que irrumpe entre nubes adormiladas.
Sea tuya la fuerza del halcón,
la celeridad del rayo
y la memoria de las rocas,
Que han presenciado el principio y el fin.
Sea tuyo el canto de la brisa
que cesa pero no perece,
la paciencia del árbol,
el poder nutricio de la Tierra,
El aroma de la rosa y su primer y último suspiro.
Sea tuya la noche, que ciega al cegador
y abre los ojos del cegado.
Sea tuyo el ímpetu
de la tormenta que ama sin piedad
Y la gratitud de los campos
Que se rinden ante tal Amor.
Sea tuya la inspiración del guerrero
Que no conoce la soberbia, la voz del trueno,
La luz fugaz de la centella,
la lluvia que apacigua al poeta
Y el fuego que ilumina su corazón.
Sea tuya la grandeza de aquel que ama la vida,
Pues sabe que no es más
que una brizna de polvo
en el universo.