Por: Marcela Alluz
Qué me importa que las Malvinas sean de quién sean si mi hijo se me murió en la guerra.
Que me importa que la Margaret sea inglesa o Galtieri un borracho jugando al Ludo. Cuando se te muere un hijo, y vos sabes que nunca más va a andar por ahí riéndose y haciéndote renegar, preguntándote qué hay para comer o revisándote el monedero.
Cuando se te muere un hijo vos sabes que la bandera es un trapo de color atada a un palo. Y que el orgullo por la patria, el amor a los símbolos, el himno y el escudo, los honores y la gloria son palabras y nada más.
Yo quería a mi hijo vivo. Con las Malvinas inglesas o argentinas o noruegas, pero vivo. Entre mis brazos. Vencedor, vencido, traidor o vendepatria. Pero aquí, de este lado de la tierra. Aquí del otro lado de la muerte. Y no esta pregunta entrelazada a mi sangre lacerándome la conciencia mientras pienso cómo, dónde, en brazos de quién, de qué manera.
Guárdense los honores. No los quiero. Y no me vengan con tras su manto de neblina, porque en neblinas ando desde que no lo tengo. Y desde ahí te escribo. Sin colores, sin banderas, sin mañanas. Sin hijo.
Qué me importa
Del libro Brasas
Ed. Sudestada
Imagen José Garay