Por que decimos que la prostitución y la trata son dos caras de la misma violencia. Porque consideramos que para emprender una lucha contra la trata y el tráfico de mujeres, niñas/os con fines de explotación sexual, hay que atacar sus raíces mas profundas: la prostitución y los cimientos de ésta, que es la concepción misma que construye el patriarcado de nosotras, las mujeres, de nuestros cuerpos, y de nuestra sexualidad, siempre subordinada a la satisfacción de los deseos masculinos.
El patriarcado ejerce toda su violencia sobre nosotras, al concebir a nuestros cuerpos como factibles de ser usados por otros, y también por supuesto, de ser comprados y vendidos. Esta enajenación, será exacerbada por el capitalismo, quien ha concretado un enorme negocio en base a la objetivación de los cuerpos de mujeres y niñas, transformándolos en mercancías que cotizan en el mercado. El patriarcado enseña a los varones de todas las clases que pueden hacer uso, disponer, someter y apropiarse del cuerpo de las mujeres, y por otro lado, impone a las mujeres de todas las clases una sexualidad colonizada y subordinada. Como sostiene Marcela Lagarde “la prostitución no encuentra su causa en cada mujer, en su especificidad, sino en la construcción social, en las mujeres como seres para y de otros, definidas en torno a su sexualidad erótica, procreadoras, las mujeres todas, su cuerpo y su sexo son para el placer sexual de otros”…”toda la sexualidad femenina esta prostituida al servicio de los hombres”…
La naturalización de estas concepciones han permitido que el capitalismo convierta a las mujeres en mercancías. El mercado de la prostitución, es un mercado de cuerpos deshumanizados que sirven a la satisfacción del consumo de una clientela masculina, a la que la mediación del dinero “habilita” ha materializar todo tipo de violencia sobre los cuerpos de mujeres, niñas/os.
Se monta sobre la prostitución un enorme negocio, en el que participan desde el fiolo pasando por la responsabilidad del estado, los clientes-prostituyentes (quienes generan la demanda) hasta los medios de comunicación. Quienes utilizan falsos discursos de liberación sexual para seguir reproduciendo el modelo de sexualidad patriarcal hegemónico, y por otro lado exacerban la necesidad de consumo de prostitución, con la promoción de los cuerpos cosificados- mercancías de las mujeres. Fomentan una sexualidad masculina agresiva, al mostrar imágenes de mujeres que disfrutan al ser violentadas, humilladas. Imágenes totalmente distorsionadas de la realidad y que nada tienen que ver con lo que experimentan las miles de mujeres y niñas que se encuentran en situación de prostitución.
Consideramos que sin prostitución no hay trata, porque como venimos exponiendo, la naturalización de la prostitución confirma las definiciones patriarcales de las mujeres, quienes despojadas de su humanidad y reducidas a la categoría de objetos- mercancías, pueden, por tanto, ser traficadas. Por ello, no podemos escindir el problema del tráfico del de la prostitución. No podemos distinguir entre una prostitución forzada de otra que no lo es. Si bien las mujeres que se encuentran en una u otra situación, sufren distintos grados de coacción (ya que unas pueden volver a sus casas y otras se encuentran privadas de su libertad) ambas sufren la violación de sus DDHH, porque cuando se someten a los clientes- prostituyentes sufren iguales vejaciones. Si consideramos que existe una prostitución voluntaria, estaríamos admitiendo que la mediación del dinero legitima, de alguna manera, la violación y el ultraje. No podemos hablar de “la libre elección de la prostitución” porque estaríamos omitiendo un elemento fundamental para este análisis: y es la desigualdad que existe entre varones y mujeres en nuestros sistemas patriarcales- capitalistas, que marginan, invisibilizan, cosifican, expulsan, niegan oportunidades a las mujeres. La prostitución siempre está asociada a la pobreza y a la exclusión de miles de mujeres y niñas que se ven arrastradas a las esquinas como medio de subsistencia ¿en qué condiciones una mujer llega “libremente” a la opción de la prostitución? ¿cómo se puede hablar de prostitución voluntaria, si la voluntariedad se construyó en un contexto de desigualdad y en un clima de violación o violencia doméstica?
Por lo tanto, como feministas, no podemos considerar a la prostitución como trabajo, porque en ella se concretan todas las formas de violencia que se pueden ejercer sobre las mujeres. Desde la social, política, económica, cultural hasta la violencia física y síquica. Porque en la prostitución no se cumplen ninguna de las condiciones necesarias para que podamos hablar de trabajo: no hay entre mujer en situación de prostitución y cliente un contrato entre iguales, la mujer siempre está en condición de desigualdad; los abusos en su ejercicio no se podrían regular, siendo el abuso parte constitutiva de este supuesto trabajo; los fiolos y proxenetas quedarían ubicados en la posición de empresarios serios, ya que sería lícito la explotación de las mujeres.
El estado, a través de sus instituciones y políticas preservan los principios e intereses del patriarcado y el capitalismo y permiten el mantenimiento de la impunidad y violencia que se ejerce sobre las mujeres en situación de prostitución y trata. Los funcionarios políticos, jueces, fuerzas de seguridad y empresarios, aportan la documentación falsa para las mujeres, avisan cuando va a haber inspecciones o allanamientos, cambian silencio por dinero y “pase” gratis con las chicas. Los empresarios (agricultores, petroleros, agentes de turismo sexual, etc) aportan el caudal más importante de clientes, por lo tanto los prostíbulos se instalan y funcionan en torno a ellos. Los prostíbulos pululan por todas partes, a pesar de estar prohibidos por ley nacional y por la Convención contra la trata de personas y la explotación de la prostitución ajena, suscrita y ratificada por nuestro país y vigente.
Nunca se llega a los grandes responsables de las redes de prostitución, ni a los funcionarios, empresarios, comisarios que participan del negocio. Y las leyes sirven para reprimir a las mujeres en estado de prostitución o bien a la protección velada del proxenitismo, como la reciente ley de trata.
El estado, los gobiernos, los poderes legislativos y la justicia son responsables de lo que hacen y de lo que no hacen. No persiguen a los explotadores, no respetan ni protegen los derechos humanos de las víctimas, no destinan leyes, programas ni presupuesto a la asistencia médica, jurídica y psicológica, a la capacitación laboral ni a la creación de empleos. De esta manera el Estado preserva las condiciones que llevan a la prostitución a las mujeres.
Los clientes cierran el círculo de este negocio, porque son los que generan la demanda y lo hacen redituable con su dinero. Y cierran el círculo de violencia que se ejerce sobre las mujeres, niñas y niños en situación de prostitución y trata. Cuando hablamos de clientes, estamos hablando de hombres concretos, de todas las clases, de cualquier condición: todos pueden ser clientes con algunos pesos o cientos de dólares, todos pueden ejercer el privilegio que el patriarcado les otorga “poseer el cuerpo de las mujeres”. Es responsabilidad de los clientes la cada vez más reducida edad de la “mercancía” que consumen. El cliente paga para imponerse a la mujer, para imponerle su cuerpo, su placer, su sexualidad. Este cierra un pacto implícito con el proxeneta, por eso afirmamos que los clientes son prostituyentes, ya que son partícipes activos en la consumación de la violencia que ejercen sobre las mujeres, niñas/os que se encuentran en situación de prostitución y trata. Los actos que los clientes prostituidores realizan sobre los cuerpos de las mujeres y las hacen realizar, atentan contra sus derechos humanos produciéndoles severos daños físicos y psíquicos.
Por todo esto, desde la campaña decimos que la prostitución es violencia contra las mujeres. Fuente
(1) Trabajo expuesto por las compañeras de la agrupación feminista Las Lilith en las jornadas sobre prostitución y trata realizadas en octubre de este año en Tucumán
Hmmm… Las conclusiones que sacáis son correctas siempre y cuando los presupuestos de los que partís también lo sean: esto es, que la relación entre cliente y prostituta sea desigual, que siempre exista violencia y que la prostitución voluntaria sea una mera ficción.
¿Pero habéis comprobado tales extremos en la realidad? Os invito a hacer el ejercicio, simplemente para verificar o refutar estas tesis. Cualquier teoría debe contrastarse en la práctica, ¿no?
Un saludo y enhorabuena, encontré el texto muy interesante.