Todas las luchas que emprendemos los trabajadores es siempre una lucha por la dignidad y tiene su fuerza impulsora en el deseo de bienestar y felicidad. Los trabajadores no podríamos emprender luchas reivindicativas por las condiciones de vida si en la profundidad de nuestros Ser no habitara ése principio elemental que es el punto inicial de nuestras actitudes: el AMOR PROPIO para revelarnos contra los causantes de nuestros dolores sociales, el sistema de explotación y sometimiento a la cual las patronales representan desde sus privilegiadas condiciones de propietarios de los medios de producción.
Decía la historiadora social francesa, Michelle Perrot, que “Pulsión y frustración cumplen un papel importante en el movimiento obrero; la historia de éste es también la del deseo”. El deseo es el impulsor, el motivador principal de las luchas de los trabajadores y las trabajadoras y es la fragua en donde se comienza a construir la organización colectiva para la defensa de nuestros intereses económicos y sociales. En todas las luchas emprendidas por los trabajadores, es el sentir de un mismo deseo el que nos hermana en las gestas reivindicativas.
Las primeras organizaciones de resistencia en el mundo de los trabajadores fueron las precursoras en el estímulo del deseo y lo proclamaron desde la horizontalidad del colectivo y no en vano o caprichosamente ése deseo aparece revelado como intencionalidad manifiesta de “emancipación social de los trabajadores” por sobre el dominio y sujeción que la clase social dominante, la burguesía industrial, agraria y financiera, ejerce sobre el pueblo productor.
Desde la F.O.R.A. luchamos por una agremiación y asociación de los trabajadores, donde el carácter de la misma se fundamente en la libertad y la igualdad, en las autonomías y federalismo de cada una de las organizaciones hermanadas todas en un Pacto de Solidaridad o Pacto Federal, juntamente al Sistema de Organización. Por estas razones y fundamentos es que nos es extraño a nuestros sentires y principios el sistema sindical conformado piramidalmente y sus compartimentos jerárquicos que vinieron para establecer cúpulas de dirigentes que conducen a la organización de los trabajadores como si fuese una orquesta en donde el “director” o los “directores” le marcan las notas que hay que obturar al conjunto y al colectivo de los trabajadores.
Con este tipo de organización ya sabemos a dónde hemos arribado, a la noria sin salida, pues es un camino redondo, el de “precios y salarios”, el de las luchas sólo por el pan y fueron acostumbrando y condicionando a los trabajadores organizados a esa lógica capitalista de la “oferta y la demanda”, a esa lógica del mercado laboral impuesto desde las patronales y avaladas por las leyes del estado patrón a ése casi exclusivo “compartimento estanco” ideado por el sistema de dominación, al cual la burocracia le sirve como dique de contención a las protestas y a la desactivación de las luchas que ellos no pueden monitorear.
Toda lucha de la clase trabajadora por otras conquistas sociales es para los burócratas de turno una especie de “estadío insurreccional”. Es sabido que estos “directores de orquesta”, estos “conductores de “vidas y haciendas” de los trabajadores, juegan un papel relevante para contener las inquietudes de los trabajadores más conscientes, de la necesidad de conformar otra manera de organizarnos para dar una lucha más eficiente en las conquistas y reivindicaciones, no sólo salariales, sino de todo tipo en el mundo del trabajo.
Por eso han transformado a las organizaciones sindicales en feudos, en la que un grupo de dirigentes representan más los intereses de las patronales que la de los trabajadores. Esta realidad nos está demostrando que los sindicatos, en primer término, son organizaciones del sistema y desde esa perspectiva jamás podrá desarrollarse un proyecto combativo y emancipador de los trabajadores.
Y de lo que realmente se trata para nosotros los foristas, es que el movimiento obrero organizado para tener una presencia decisiva en las transformaciones sociales, necesita construir organizaciones desde lo “simple a lo compuesto”, desde lo “singular a lo plural”, es decir desde todos los lugares de trabajo hasta constituirse en organización local, regional y federal, basándose en las experiencias de las luchas y enmarcar todas las acciones y hechos siempre orientadas a la finalidad de la emancipación social de los trabajadores.
Por esa razón la F.O.R.A. a través de los tiempos nunca ha dejado de sostener y proclamar, que toda organización y con ella en toda lucha debe de primar la coherencia entre medios y fines. La vida así nos determina, porque los usos y costumbres del buen trato entre los trabajadores será siempre la garantía que eleve nuestras conciencias y avancemos cada vez más hacia la transformación revolucionaria de la sociedad de explotadores y explotados.
Pero las corporaciones sindicales son posible, porque aún los trabajadores la siguen promoviendo, en muchos casos inconscientemente y en otros tantos casos, conscientemente. Sea por falta de conocimiento en otras maneras de organizarse, sea porque los que creemos en otro tipo de organización no lleguemos eficazmente a la conciencia de los trabajadores y no tangamos el suficiente convencimiento de hacer comprender y entusiasmar más claramente nuestras ideas, o sea porque una gran campaña psicológica constante y perseverante de los interesados en mantener el “statu quo” (“estado del momento actual”) promoviendo ilusiones y ante la necesidad que despierta la “preferencia temporal”, ardid de la “norma moral capitalista” y alentada siempre por la burocracia de los dirigentes como eslogan que compromete la conducta de los trabajadores, haciendo carne y realidad en el inconsciente colectivo eso de: “Más vale pájaro en mano, que cien volando” o “Preferible malo conocido que bueno por conocer”.
Dice la sabiduría del pueblo que: “Tanto va el cántaro a la fuente, que al final se rompe” y es precisamente sobre esa técnica en la cual las corporaciones sindicales han copado y desviado a las organizaciones gremiales de su verdadera naturaleza social, que es la organización de la resistencia en la lucha contra la explotación patronal utilizando siempre el medio de la “colaboración despótica” a la que nos someten a los trabajadores.
Además, desde las estructuras jerarquizadas de ése sindicalismo que hoy padecemos, los dirigentes, que los propios trabajadores lo coronan como “conductores” juegan más para sus intereses políticos y económicos personales, que por el bienestar del conjunto de los trabajadores.
Tampoco es casualidad que el estado sea el que establezca las reglas de cómo deben estar organizados los trabajadores, por eso, cuando hoy vemos que las corporaciones sindicales, intentan apenas, reivindicar algunas conquistas y protestan contra medidas que es propio estado ha impuesto, trata por todos los medios de “negociar” con el patrón estado sin hacer demasiadas “olas” por temor a que se refracte ante los trabajadores sus negociaciones ocultas y prebendarías.
Pero ilusos seríamos nosotros en pretender que estos “directores profesionales” y patrones a la vez, consulten a los trabajadores. Los intereses de estos dirigentes cada vez más sediento de poder político son parte de los intereses del capitalismo, es más, son necesarios en la estrategia de la dominación, porque a través de ellos, los sectores de poder de la burguesía económica y política, saben que en un momento determinado cuentan con su compromiso de desmovilizar a los trabajadores que se aprestan a luchar por las reivindicaciones y conquistas sociales que comprometan los intereses del capitalismo y su poder político.
No queremos un sindicalismo que pacte con los sepultureros de nuestras esperanzas, el estado, el capital financiero y la burguesía industrial-agraria. Nosotros desde la F.O.R.A. proponemos organizarnos para luchar no sólo por las conquistas económicas sino por la emancipación de los trabajadores del yugo que nos imponen los dueños de los medios de producción, sin tutelas, sin que se nos dirijan como rebaño por dirigentes que son larvas políticas dentro del movimiento obrero, nosotros proclamaron que “la emancipación será obra de los trabajadores mismos” y que nadie tiene derechos a inducir determinados propósitos sobre nuestras conciencias porque no queremos ser más esclavos del capitalismo industrialista, financiero y agrario.
Estamos convencidos que hay que refundar otra manera de hacer gremialismo, desde la horizontalidad de los puestos de trabajo, con las asambleas, que es el órgano insustituible e histórico del movimiento obrero organizado y que sólo desde las asambleas se expresa la voz soberana de los trabajadores. Por esa razón sostenemos que el sistema de representatividad que hoy posee el sindicalismo es a imagen y semejanza de sus estructuras y que sólo es realmente genuino si emana de las asambleas y no del voto por listas, (desde las comisiones internas hasta lo que para nosotros consideramos que debe de ser una “comisión general administrativa”), que es el reflejo de la lógica del sistema que nos ata a su dominación.
Y no es una utopía lo que estamos proponiendo, es un “hilo conductor coherente” con los principios del movimiento obrero mundial y particularmente con el de la Argentina desde 1857 en adelante con la creación de la Sociedad Tipográfica Bonaerense, en 1878 con la Unión Tipográfica, en 1885 con la Sociedad Cosmopolita de Resistencia de Obreros Panaderos y además Molineros, Albañiles, Yeseros, Sastres, Tapiceros, Marmoleros, y Prácticos, Ferroviarios, etc. etc., todas precursora del movimiento obrero organizado en esta región del planeta. La F.O.R.A., desde 1901 es la que amalgamó esas experiencias obreras de los precursores y fundadores de principios que aún hoy tienen vigencia sobre el sistema de organización, independientemente de las transformaciones del industrialismo del capitalismo, que por más cambios que hayan introducido en la producción, no anula la validez del sistema de organización federal, autónomo, libre y finalista de la Organización Obrera.
No apostamos a un gremialismo que mantenga la lógica y los métodos de la sociedad capitalista, la sociedad donde el imperio de la burguesía se hace llamar democracia, aunque nuestros principios y organización hayan nacido en esta sociedad, no necesariamente tenemos que respetar sus “ritos”, “mitos” y sus imposiciones en el campo de nuestra estructura organizativa, simplemente porque los productores somos nosotros, los trabajadores.
Por eso apostamos a un gremialismo que cuestione los poderes de la clase dominante y sus privilegios, y sólo se podrá realizar ese gremialismo si no reproducimos la lógica del sistema en el seno de nuestras organizaciones. Las estructuras organizativas son el andamiaje que nos permiten a los trabajadores desarrollar medios adecuados para un fin determinado, la garantía para que esos medios sean los adecuados nacen de la participación colectiva de los trabajadores, porque desde ella y en ella participamos todos y entre todos surgen siempre otros tipos de decisiones, que no son precisamente las que provienen de ninguna cúpula, sino sólo desde la voluntad y conocimiento de los trabajadores.
Campi.
Miércoles 4 de diciembre de 2013