Mis sueños son sumamente utópicos. Se tratan de realidades sociales casi ideales. Me imagino una forma de vida en una colectividad armoniosa, donde dejemos de ser mercancía en este mercado de la vida. Donde cada una de las personas seamos valoradas por nuestros talentos naturales, por los sentimientos que podamos brindar a los demás. Una sociedad basada en la libertad, libertad de amar, libertad de pensamiento, libertad de acción, y que ser libre sea lo cotidiano, sin necesidad de tener que estar batallando para ello.
Como fui formada para la sociedad soñada del “hombre nuevo”, que por allá en los `70 la consideraban ya un hecho, no me cuesta entender que se perdió esa batalla, y que aún se continúan pagando las consecuencias. Así pues, mis sueños pasan por una realidad más cercana a las posibilidades en las que me toca vivir.
No dejo de soñar en una justicia social, con igualdad de oportunidades para todos/as, pero intento transformarlas en productivas para la actualidad que me rodea.
Esta transformación la fundamento por la incredulidad de que un cambio tan profundo pueda ser real, ya que considero que ese cambio sólo puede ser posible por medio del compromiso de todos/as y sus voluntades. No considero que nuestro pueblo esté pensando en ello. Sí confío que en un futuro nuevas generaciones lo logren con nuevas formas. Por eso mis sueños más cercanos tratan sobre generar la mayor cantidad de herramientas para que en un futuro más próximo que lejano, se encuentre la fórmula correcta para conseguir esa sociedad idealizado por tantos en nuestra historia.
Sueño con la libertad. Con mi libertad, con la libertad de todos/as. Me veo pisando las calles de cualquier ciudad, nadando en ríos, mares, lagos o pantanos. Me siento amar y ser amada. Cierro los ojos y degusto un buen vino o una simple cerveza. Me veo vibrar de las risas que resuenan en mi interior. Camino viendo un horizonte de naturaleza, vagando como tantas veces por alguna porción montañosa, sintiendo la lluvia o el sol acariciar mi piel. Sueño con la presencia maravillosa de los/as compañeros/as que a lo largo de mi vida he compartido tantas cosas.
Mis ilusiones son que sigamos aprendiendo, que de a poco logremos erradicar la crueldad con la que debemos convivir a diario. Que no haya más presos/as, que no exista la miseria, que podamos decidir todo por nosotros mismos, que nos dejen vivir en paz, que la ternura invada las ganas de vivir de cada persona, generando la amplitud de pensamiento y la conciencia colectiva nos genere esa ideal calidad de vida.
Todo eso y más sueño, sueño que nuestro extraordinario planeta resista a los ataques de insensatez humana, que nos continúe dando la vida que nos merecemos.
GALLE
EZEIZA, JUNIO 2011
- Nota a publicarse en la edición julio-agosto del periódico “Resumen Latinoamericano”