Hay muchas historias que ocurren fuera de los focos y que son las que cambian las cosas. Por ejemplo, la reforma del Código Civil que eliminó en 1975 la licencia marital y la obediencia al marido. Sólo a partir de entonces las mujeres españolas pudieron disponer libremente de sus propios bienes, sacar su pasaporte, abrir cuentas corrientes y un largo etcétera de esos derechos que hoy se dan por sentados cuando fueron el resultado de largas batallas. María Telo leyó por primera vez el Código Civil cuando era estudiante de derecho en Salamanca: “Me quedé horrorizada al comprobar que la mujer no pintaba nada de nada”.
Ahora María Telo tiene 93 años, es vegetariana desde hace 60, está muy delgada, tiene un magnífico sentido del humor y sigue manteniendo, más allá de su dulzura, algunas opiniones contundentes: “Yo me formé con la República, y eso me ha durado toda la vida”, “los 40 años de dictadura fueron lo peor que nos podía ocurrir”, “he sido siempre muy individualista, he tenido mis ideas y ya está”. Cuenta que cambiar el Código Civil “se le metió entre ceja y ceja”, y confiesa que siempre se sale con la suya. El 10 de junio, y a propuesta de Esther Martínez Quinteiro, fue nombrada doctora honoris causa por la Universidad de Salamanca. Así se reconocía su silenciosa (y agotadora) lucha por los derechos de la mujer.
A los 93 años, esta jurista se doctora ‘honoris causa’ por su lucha por la mujer
Ha tomado una coca-cola y pide otra. Como plato fuerte, uno que conoce de otras veces: el pimiento persa. Nada de carne, y casi nunca pescado. Cuenta que la juerga no le gustó nunca. Le tiraron los estudios. Su padre, que llegó a teniente coronel en el Ejército y que se hizo notario (y que educó a sus cuatro hijos en casa para que luego se examinaran por libre) le contagió la pasión por el derecho. Pero la fueron empujando para que estudiara farmacia: “A las mujeres no las dejaban ser ni notarias, ni registradoras, ni diplomáticas, así que no tenía nada que hacer”. La salvó la República, que permitió que las mujeres accedieran a esos cargos. Le quedaban dos asignaturas cuando estalló la guerra (y que aprobó en 1940). Cuando terminó, el franquismo impuso un tratamiento a las mujeres que María Telo resume así: “Meterlas en casa, meterlas en casa, meterlas en casa”.
Con ella no pudieron. Debió tomarse la consigna como se toma la llegada del plato principal: “A este pimiento le han cambiado el formato, ¡qué barbaridad!”. Se casó, tuvo una hija, su marido murió. Como no pudo ser notaria, opositó al cuerpo técnico de la Administración Civil del Ministerio de Agricultura. Fue la primera mujer en obtener la plaza, y fue también la primera en convertirse allí en jefa de sección. “Terminé haciendo lo que quería”, dice.
Pero necesitaba nuevos aires. “Abrí mi propio despacho de abogada en 1952”. En 1969 organizó en España el primer Consejo de la Federación Internacional de Mujeres de Carreras Jurídicas, de la cual llegó a ser vicepresidenta, y sacó allí a la luz la triste situación de los derechos de la mujer. Ya no había quien la parara: hasta que cambió el Código Civil. “Ha habido años en que no dormía más de cuatro horas de tanto trabajo. Pero de aquello ya me quité cuando dejé la abogacía”. Lo hizo a los 80 años. Ahora tiene más tiempo para disfrutar de su hija. Ella tiene 65.
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