Nosotros queremos que todo pertenezca a todos; queremos que las máquinas sean propiedad de los obreros que las hacen producir y que sean expropiadas a los actuales patronos, que se enriquecen a costa de las fatigas de los trabajadores.
Queremos que la tierra, hoy en poder de los viciosos propietarios, que viven en la ciudad en medio del lujo y en plena orgía, sea entregada al campesino que la cultiva y la hace fructificar.
Queremos, en una palabra, que todos los instrumentos del trabajo sean poseídos por los trabajadores libremente asociados y que todos los productos naturales y artificiales de la riqueza sean declarados propiedad de todos. Por esto nos declaramos comunistas. Y desengañamos a todos los guiados por el egoísmo a que nos demuestren como la verdadera igualdad es posible sin el comunismo que sintetiza el deber y el haber entre el individuo y la sociedad con la vieja e insuperable formula: de cada uno según sus fuerzas y a cada uno según sus necesidades.
Pero sin completa libertad no es posible la igualdad completa, como sin verdadera igualdad no es concebible la verdadera y propia libertad. El que no posee es esclavo del que posee. Y como no es posible efectuar la igualdad sin suprimir a los patronos, desposeyéndoles de todo lo que injustamente detentan, tampoco es posible reivindicar la libertad sin eliminar a los gobernantes, aboliendo todo gobierno, que es el privilegio político donde descansa la explotación del hombre por el hombre. Ni amos ni asalariados; ni gobernantes ni gobernados. Todos iguales en la libertad; todos libres en la igualdad.
Sin propiedad privada, que equivale a decir sin amos y, por consecuencia, sin la explotación económica, todos los individuos serán económicamente iguales, y esto es el comunismo o propiedad común de todas las cosas.
Sin gobierno, sin autoridad del hombre sobre el hombre, sin la violencia moral de leyes antinaturales, sin policías y sin burocracia, todos los hombres serán libres políticamente; esto es, cada individuo tendrá la exclusiva y plena soberanía sobre si mismo y no encontrara quien le impida cooperar al bien colectivo y podrá obrar espontáneamente según lo reclamen sus intereses individuales, existiendo completa armonía en los intereses de todos. Esta libertad es la Anarquía, libertad de la libertad. Somos por todo esto comunistas anarquistas, porque queremos ser verdaderamente libres y completamente iguales.
Porque queremos la liberación de todos los oprimidos, porque amamos vivamente a nuestras madres, a nuestras hijas, a nuestras hermanas, a las compañeras de nuestra vida y de nuestros dolores, llamamos a la mujer doblemente esclava, del patrono y del macho. !Venid a nosotros y peleemos juntos por la redención de todas las miserias, para que entre vosotras no impere la infelicidad!
Nosotros queremos purificar la unión sexual y nada mas. Hacerla desinteresada con la abolición de la propiedad, causa principal de todos los bajos cálculos de interés; hacerla libre, haciendo desaparecer todas las cadenas, morales o materiales, que se opongan al espontáneo y natural desarrollo de todas sus manifestaciones.
Los gobiernos y negreros capitalistas, para mejor dominar, se afanan en suscitar odios fratricidas entre los pueblos, y estos nunca comprenden el juego insidioso que con su sangre hacen todos los potentados y patrioteros. Los trabajadores empiezan ya a entender que sus enemigos no están mas allá de esta o aquella frontera, sino que están en todos los países, en todas las patrias: sus mismos gobernantes y patronos. Solo una alianza internacional de los explotados y los oprimidos de todas las patrias, en abierta rebeldía contra la coligación de los gobiernos y del capitalismo, derrocara todo ese viejo orden social a base de privilegios, opresiones y tiranías, instaurando en toda la tierra una nueva era de amor y bienestar para todos los hombres iguales y libres. Por estas razones, los comunistas anarquistas se declaran internacionalistas.
Pero toda esta renovación sustancial y profunda de la sociedad humana, solo es posible merced a una violenta insurrección del pueblo contra la violencia legal de los actuales privilegios económicos y políticos. Aquí parte la necesidad de una revolución social. Y por esto nosotros somos antilegalitarios y revolucionarios.
Y tu, viejo pueblo trabajador, confórtanos en nuestra humilde y solitaria obra, con el rugido del león que afila las garras para entrar en pelea; que aun en el furor de la batalla oíras como, hiriendo el espacio, surge de los pechos de los luchadores este grito, que es un signo de fraternidad y amor: !Viva la humanidad libre!