Por Gabriela Juvenal
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Era en una noche de marzo de 2005, cuando 15 jóvenes del Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST) partían desde Plottier, una ciudad neuquina de 50 mil habitantes, hacia la capital ubicada a 15 kilómetros. La consigna: realizar pintadas. El último instructivo de esa acción había sido trazado en la casa del entonces dirigente de la regional Neuquén: Raúl Alejandro Tarifeño. Al parecer, era un tipo común y silvestre, muy querido en el partido, que se ganaba la vida vendiendo libros en la calle. No tenía gran formación política, pero la vida de León Trotsky lo había inspirado tanto, que lograría convertirse en miembro del Comité Central. Entrada la madrugada y ya en el lugar, mientras los militantes fijaban las consignas en las paredes por el aniversario del 24 de marzo, Tarifeño tomaba un café en uno de los pocos bares que quedaba abierto allí. Desde entonces, muchos militantes lo definirían como un “burócrata”.
Sin embargo, no todos lo veían de esa forma. Si había algo que muchos le reivindicaban era su profunda preocupación para con la vida personal de los demás. Por lo general, la función de un conductor no era más que utilitaria. Pero, Tarifeño era la excepción a la regla. “Siempre preguntaba por nuestros problemas por fuera de la militancia, por nuestros padres, visitaba casas en donde incluso había familias que habían sido víctimas de la dictadura. Ganaba confianza con su simpatía y solidaridad. Ahora que lo pienso, es un hijo de puta”, confiesa una ex miembro del MST.
Tarifeño es uno de los 4.300 agentes de inteligencia, de los cuales 1.599 –entre civiles y militares– integraron el Batallón 601, nombrado en la lista firmada por el Jefe del Ejército, y entregada recientemente al juzgado de Ariel Lijo por el Archivo Nacional de la Memoria. Allí dice que, desde 1976 a 1983, Tarifeño se desempeñó en Destacamento de Inteligencia 182 de Neuquén. En democracia, habría estado infiltrado en organizaciones de izquierda hasta 2006. Pasó por el Partido Comunista (PC), el Movimiento al Socialismo (MAS) y luego el MST.
El jueves fue denunciado por la ex legisladora del MST, Vilma Ripoll, ante el juzgado federal de Martínez De Giorgi. Al día siguiente, la dirigenta dio una conferencia de prensa en el Sindicato de judiciales de Neuquén. La denuncia fue contra el Batallón 601 y específicamente contra Tarifeño por infiltración. En la misma, piden al Estado informes por los dos períodos, haciendo referencia a una nota publicada en el sitio web www.8300.com.ar, cuyo artículo reseña denuncias previas, de hace 25 años atrás, realizadas contra él.
Un espía especial.
Tarifeño admite haber sido un espía, da saltos en el tiempo y, de tanto en tanto, amaga con confesar hechos, dar nombres, fechas. Y se arrepiente. Dice que todavía tiene la ilusión de conquistar a sus “camaradas”, como llama a sus compañeros. “No me conviene hablar ahora. Si tengo que hablar sobre alguna víctima de la dictadura, lo haré. Diré a quién reportaba y contaré los datos que infiltré. El pueblo lo merece”, fueron las exactas palabras de Tarifeño, durante una entrevista telefónica con Miradas al Sur.
–¿Pensó que su caso saldría a la luz en algún momento?
–No, no me lo esperé.
–¿Sabe que podrá ser juzgado por su pasado y por violar la ley de defensa a la democracia?
–Sí,claro, me tienen que juzgar.
–¿A qué edad comenzó a trabajar para la dictadura?
–A los 24.
–Ahora también se lo vincula con el crimen de Lázaro Duarte, el militante asesinado en 2008.
–Nunca lo podrán probar.
–¿Qué piensa hacer?
–Esperar que el Estado diga lo que tenga que decir y explicar mi situación a mis compañeros. Soy un convencido de que este país debe ser gobernado por un partido como ése.
–Ya no tiene sentido que se exprese como un militante…
–Bueno.. pero son mis ideales.
–¿Aún habiendo sido parte de la dictadura?
–Más tarde se sabrá la verdad.
–¿Usted es un arrepentido?
–Sí, tal vez. Puedo decir que siento un pesar muy grande por el daño que le he hecho a la organización y a mi familia. Estoy muy angustiado y en estado de shock. No me esperaba todo esto. Pero todo se va a conocer. Si le doy detalles, seguro me jugará en contra. Voy a hablar. Pero no ahora.
Doble vida. Durante los últimos 20 años, Tarifeño tenía prohibida la entrada en Cutral Có, la ciudad petrolera marcada por sangre y gloria durante la década menemista. En esos años, Cutral Có fue escenario de reiteradas manifestaciones tras el caso Carrasco y la privatización de YPF. Allí, antes de convertirse en conducción del MAS y MST, había pasado por las filas del PC siendo referente del barrio San Martín, 500 viviendas. En esa ciudad, vivía con su entonces esposa.
Aunque salvando las distancias, una historia algo similar a la de Raúl Antonio Guglielminetti. Durante su paso por el sur, antes de haber sido Guastavino, éste se había casado con Fanny Buchiniz, una chica de Cutral Có, cuya familia, curiosamente, estaba vinculada al PC. En esa ciudad había iniciado sus primeros trabajos sucios como informante del DI 141, infiltrado en la empresa Impreglio Sollazo, en el Chocón, donde tomaba notas de las asambleas, armaba redes de delatores y denunciaba por subversión a los obreros revoltosos. A diferencia de él, el matrimonio de Tarifeño había sido un tanto más precoz.
En la transición de Tarifeño del PC al MAS, su mujer lo denunció como colaborador de los servicios. El caso llegó, incluso, a las pantallas televisivas, radios y medios gráficos locales. Según el sitio web 8300.com, después de la muerte de Carrasco, un colaborador del intendente Adolfo Grittini había sido visitado por dos miembros del Ejército. Ese funcionario dijo que el nombre de Tarifeño fue mencionado por esos militares en algún momento de la charla. Echado del partido, y bajo la excusa de que su mujer había actuado por despecho, terminó por acomodarse en las filas del MAS. Tiempo después, en 1991, habiendo pasado por la Apdh Neuquén, ingresó al MST. Su trabajo había sido tan fino que hasta lograría convertirse en miembro de la dirección. Nadie había sospechado nunca nada. Y, de eso, dan fe. Era todo un agitador, definen. Todos coinciden en que no se destacaba por su formación –basta con hablar para dar cuenta de ello–, sino por su carisma y su compromiso por las causas populares.
Encabezó marchas, dio charlas, visitaba a sus compañeros, mostraba siempre su incondicional apoyo a los militantes. Sus compañeros varones lo recuerdan como “un tipo simpático, chistoso, y comprometido”. Los ex MST, en cambio, resaltan su soberbia. Las mujeres agregan algo más: “Era un baboso”. Cuentan que las abrazaba de tal manera que hasta las incomodaba. Pero reconocen que siempre era todo oídos. Hasta entonces, un todo oídos no estaba mal.
A principios de los ’90, Tarifeño se juntó con una joven que, al principio, había sido una simple simpatizante del MST. Con ella llegaría a tener tres hijas, hoy adolescentes. El nivel de participación de Tarifeño comenzó a decaer en 2006, año en que habría sido dado de baja del Ejército. Tarifeño aducía sufrir problemas personales de los que nunca hablaba. En 2008, su militancia ya casi había finalizado. Ese año coincide también con el asesinato de Lázaro Duarte, acribillado el 18 de enero en el interior de un local partidario ubicado en la ciudad de Neuquén. Las miradas estaban puestas en una patota del gobernador Jorge Sobisch. Pero, ahora, piden que se investigue a Tarifeño si tuvo algo que ver. Ripoll, en diálogo con Miradas al Sur, reconoció que están desconcertados. “Es terrible pero estamos bien, unidos en el reclamo para que se haga justicia”, dijo.
–¿Hace cuánto la sospecha?
–No, no sabíamos nada. Fue a partir de la publicación de la lista del Batallón 601.
–Investigaron alguna vez las denuncias que había hecho su esposa?
–Fue hace muchos años, en la época de transición del PC con el MAS. Por aquel entonces, se consideró que fue una venganza porque ese tipo de campañas suelen suceder.
–¿No les llamaba la atención que nunca contara cómo vivió la dictadura?
–Era un tipo que tomaba posición. Era querido, solidario, compañero, participaba de todos los conflictos, tenía ganas de estar. Todo el mundo está sorprendido.
–¿Cómo se eligen a los integrantes de la conducción?
–Bueno, uno debe ganarse ese lugar. Como le digo, él parecía ser un tipo comprometido con el partido y lo demostraba en las marchas, asambleas, discusiones.
La publicación en revista Veintitrés de los 4.300 nombres no deja de arrojar sorpresas. En Neuquén, también fue el caso del actual presidente de la Cooperadora del Hospital Castro Rendón, Ricardo Grisotto. En Paraná, fue el del profesor Ricardo Andrili quien, como Tarifeño, iba y venía con sus libros recorriendo bares, escuelas y pensiones estudiantiles. Allí también Florencio Arteaga reportaba movimientos de gente, tal como su cuñado e instructor en Capital Federal, el mayor de Ejército, Eduardo Stigliano. Otro fue Enrique Savat. “Se ganó el corazón de varios militantes de derechos humanos, en 1981/82, cuando la Apdh comenzó a conquistar algunos espacios, en plena dictadura. Así operaban estos personajes de doble vida”, cuenta el periodista Daniel Enz.
En Santa Fe, fue el caso de tres ex legisladores del PJ durante democracia: Enrique Vallejos, Oscar Roque Martínez y Julio Adelaido Ramos”. En Bariloche, nombres como el del asesor universitario y periodista Rodolfo Florido, el presidente de la Mesa Río Negro del Gen, Claudio Cepeda, el radical Sergio Ezquerra y el periodista de Cipolletti Pedro Brodi, entre otros, fueron algunos de los que movilizaron a sus habitantes. Lo mismo en el resto de las provincias y en la Capital Federal.
Habrá que esperar cuántas dobles vidas asombrarán en cada hogar de la Argentina.
601: la central del terror
El edificio ubicado en Viamonte y Callao no era lo que se dice una joya arquitectónica. Se trataba de una antigua construcción de nueve pisos diseñada con un ligero aire neoclásico. Sin embargo, a través del tiempo, aquella mole había mutado hacia un estilo decididamente gótico debido tal vez a la atmósfera ominosa que flotaba a su alrededor. Todas sus ventanas permanecían invariablemente cerradas con postigos metálicos pintados de verde oscuro; de ese mismo color eran las chapas blindadas que tapizaban el frente de la planta baja, al igual que el portón y la garita de la esquina. Pero no había carteles ni placas que indicaran la verdadera naturaleza del lugar. Se sabía que en su sótano, unos diecinueve años antes, había estado secuestrado el féretro que contenía los restos momificados de Evita. Y se daban por reales otras historias no menos truculentas. Era el cuartel general del Servicio de Informaciones del Ejército (SIE), también conocido como Batallón 601 de Inteligencia.
En el esquema del terrorismo de Estado, el Ejército reservó para sí “la responsabilidad primaria en la lucha contra la subversión”. Y su sistema nervioso fue precisamente el Batallón 601. Se trataba del órgano ejecutivo de la Jefatura II de Inteligencia, la cual respondía directamente al Estado Mayor.
Esa estructura tuvo bajo su control a otros servicios de espionaje y, por lo tanto, se convirtió en el receptáculo de todo lo que pasaba en el país, funcionando además como correa de transmisión entre los grupos de tareas, los centros de tortura y las más altas autoridades militares. Todas estas atribuciones estaban expuestas en unas orden de siete palabras: “Sin inteligencia no se podrán ejecutar operaciones”.
En el período inmediatamente previo al golpe del 24 de marzo de 1976, los hacedores del terrorismo de Estado ya habían estipulado los plazos del exterminio; semejante cronograma establecía una meta de apenas doce meses para concretar “la pulverización del accionar subversivo” y otros tantos para “aniquilar sus elementos residuales”. Pero subordinaba semejante propósito al estricto cumplimiento de una premisa: “No se debe actuar por reacción, sino asumir la iniciativa de la acción”.
Los militares entendían su macabra cruzada como una “guerra de inteligencia”, en la que el botín era la información. Durante la fase preparatoria de la represión ilegal, la estrategia consistió en la infiltración de agentes en organizaciones políticas, sociales, religiosas y educativas. En paralelo, comenzaron a producirse las primeras oleadas de secuestros y desapariciones. La larga noche de la dictadura comenzaba a caer.