El Anarquismo del Siglo XXI – Osvaldo Escribano – 20-01-10

Podemos ver que, fundamentalmente en los últimos años, el sistema de explotación capitalista promueve la monetarización total como medida de todos los aspectos que tienen que ver con la sociedad. Por un lado promoviendo el valor costo-beneficio que fija el mercado a los productos, al margen del costo real que pueda tener el mismo, ya sea en materia prima, mano de obra, capacidades utilizadas, etc. sino fijando los mismos por su oferta y demanda; por otro, se mide la pobreza o riqueza de las personas basándose, fundamentalmente en la cantidad de dinero que posee o que puede recibir en un tiempo fijado, es indigente aquél que recibe menos de dos dólares por día, al margen de la posibilidad que tenga de obtener alimentos o ropas o viviendas (necesidades vitales básicas) por sus propios medios y sin necesidad de utilizar ese dinero, sin valorar la calidad de vida que pueden tener las personas que se manejan con una cosmovisión diferente a la occidental y capitalista, si esas personas viven en los márgenes de las ciudades o viven en el campo.

Por otra parte, el poseer gran cantidad de dinero posibilita elevar el estatus del poseedor en la sociedad, incrementando su poder e influencia y sin importar el origen de su riqueza.

Como cierre de estos apuntes, nos interesa analizar la economía desde un punto de vista profundamente crítico al sistema dominante, intentaremos, modestamente, profundizar en una nueva forma de verla con principios libertarios. Para esto es de gran importancia el pensar en otro modelo de vida con valores totalmente diferentes y al servicio de los seres humanos y de la naturaleza en su totalidad sin plantearse un crecimiento permanente y sin límite que consideramos innecesario y negativo.

Partimos de la base que el capitalismo se ha mostrado salvaje, no sólo en la explotación de la inmensa mayoría de la humanidad por una minoría, cada vez menor, sino en la depredación incontrolada que están llevando a cabo del planeta en su totalidad en miras de sus ganancias exorbitantes y aceleradas, teniendo al mercado como el fundamento básico de su ideología y el consumismo, en permanente crecimiento, como un modo de vida elegido y una herramienta de control.

La necesidad de una producción dirigida al mercado, alentada por el gran aparato publicitario que incita a consumir cada vez más, creando necesidades superfluas, plantea la centralización productiva en grandes núcleos industriales que les permita, al mismo tiempo, obtener materias primas y mano de obra a bajos costos para lograr su objetivo de acumulación rápida y eficazmente.

Otra característica del actual modelo es la de tomar al planeta en su globalidad como su territorio de influencia, tratando así de ubicar a esas industrias en los sitios del planeta que mejores condiciones les brinde para su producción. En estas condiciones se analizan, la ubicación de materias primas necesarias, leyes laborales y medioambientales permisivas, cargas impositivas favorables, infraestructuras de traslado y comunicación –rutas, puertos, medios de comunicación, informática, etc. –que faciliten la mayor explotación de los recursos y su traslado, así como el retiro y envío de sus ganancias hacia sus centros de residencia.

Para llevar a cabo esta política, durante décadas han preparado el terreno en determinados lugares que ellos consideraban estratégicos. De aquí surgen las dictaduras militares –igualmente sangrientas– en los diversos países donde la resistencia popular podía interferir con sus planes; para más adelante, promover simultáneamente, a una clase política sustitutiva de las dictaduras, que pudiera cumplir la misma función que los militares, pero en un claro estado de democracia representativa y participación popular. Al mismo tiempo, acompañando estas medidas con una intensa propaganda de valores competitivos, individualistas, jerárquicos y de ostentación, que les permitió incidir en las grandes masas de las poblaciones a través de los medios de comunicación, manejados por esos mismos intereses y que facilitó la tarea de penetración en esas masas que actualmente aceptan como valorable la monetarización cultural de la sociedad toda. De esta forma resulta muy difícil organizar una protesta o un enfrentamiento al modelo, cuando la aceptación del mismo es tan generalizada y estos valores se han incorporado al imaginario social. Por otra parte se han buscado las formas de ir creando dependencias, tanto a través de los créditos como de la promoción de la desocupación, provocando así un estado de inseguridad que el modelo podría dar solución.

Es en esta situación, en que avanzan en forma descomunal, las soluciones mágicas de los gobiernos progresistas: (fame cero en Brasil, planes trabajar en Argentina, Plan de emergencia en Uruguay, etc.) a las que se prenden desesperadamente las personas que fueron dejadas al libre arbitrio de las políticas de mercado despojándolas de todas las posibilidades que, hasta no hace mucho tiempo, podían acceder, —educación, salud, vivienda, alimentación—, creando así nuevos grados de dependencia y control. No es ajena a todo esto la desvalorización provocada por una clara falta de conciencia laboral, promovida e incentivada en forma muy sutil, al valorar sobremanera todo lo relacionado con la monetarización y no con la calidad de lo producido. El trabajo se valoriza por la ganancia que rinde, sin tomar en cuenta los gustos o las necesidades de los seres humanos que producen y/o consumen.

A nivel global

Podemos ver la enorme preocupación que tienen ahora los gobiernos de todo el mundo por el llamado calentamiento del planeta que no es otra cosa que el abuso de las sociedades industrializadas de este consumismo desbordante, que provoca el excesivo derroche de energías de todo tipo, fósiles, atómicas, hidráulicas o, inclusive, las denominadas limpias como la aeróbica, solar, o más actual el biocombustible a partir de granos oleaginosos.

El mayor problema no pasa por el tipo de energía utilizada, sino en su derroche, propio del modelo económico que predomina en el mundo entero y que se incrementa superlativamente, en los países más desarrollados. La necesidad de incrementar permanentemente la producción y el desarrollo que les permite, a las empresas, aumentar sus ganancias y capitales para aumentar su control sobre las poblaciones. Se plantean como soluciones, la educación ecológica, que no es otra cosa que cuidar el ambiente de basuras en el suelo, reciclar plásticos, cuidados con las pilas, separar los residuos y hasta, posiblemente crear usinas de bioenergía utilizando la basura orgánica; o sea que el sistema debe mantener su nivel de consumo pero manteniendo cierta conducta de cuidado del medio ambiente.

Deben dedicar miles de millones para analizar y estudiar el calentamiento del planeta y como disminuir el efecto invernadero que aquél produce, pero no pueden aceptar el planteo de cambiar de modo de vida. No asumen que la idea del progreso ilimitado, más el consumo como forma de status y posición jerárquica están en la base misma del problema que tanto les preocupa.

La gran contradicción comienza a surgir cuando países como China o India, comienzan a elevar su PBI lo que significa incrementar el consumo de la tercera parte de la población mundial –entre estos dos países– que hasta ahora se mantenían en un nivel de bajísimo consumo por habitante. Es en estos niveles donde el sistema no tiene respuestas ni soluciones y su mantenimiento puede llevarnos a la destrucción lisa y llanamente de lo que nos queda del planeta.

+ A nivel regional+

En nuestra región es clarísima la necesidad de las corporaciones multinacionales de invertir sus capitales e instalar sus grandes industrias en zonas de relativa población donde se dan las condiciones, poblacionales, geográficas y legales que les permitan instalarse con grandes posibilidades de beneficio.

Para ésto han realizado un trabajo previo muy importante, que fue el de concientizar a la población en general de la necesidad de privatizar los servicios públicos y abrirse al mundo para entrar en el mercado de capitales, como única forma de crear fuentes de trabajo, que le permitan superar la desocupación y llegar al ansiado consumo primermundista.

El paralelismo existente en los países del cono sur de América Latina respecto a sus plantaciones, como ser: monocultivos de soja, forestación financiada, tala indiscriminada de bosques nativos y selvas, no son más que ejemplos de una planificación de la región, que responden claramente, a los planes dictados desde los imperios modernos que son las multinacionales.

Nos sacan materias primas para engordar el disparatado sistema de consumo y producción europeo, yanqui o asiático, mientras desplazan de nuestras tierras a campesinos, pueblos originarios y sus formas de cultivos que permitirían tener alimentos de mejor calidad y variedad a disposición de nuestra población. El resultado final es la pérdida de nuestra autonomía territorial y alimentaria.

Si tomamos en cuenta la realidad de nuestros países, así como los discursos de los responsables de dirigirlos, podemos ver las contradicciones en las que caen.

Por un lado nos hablan de la necesidad de inversores extranjeros (mercado de capitales), para crear fuentes de trabajo genuino, con lo cual se les abre las puertas a las multinacionales que vienen a producir lo que necesitan en sus países del origen y que no pueden producir allí, ya sea por problemas de contaminación del medio ambiente o por falta de espacio real; así nos imponen, plantas de celulosa, monocultivos de diversos tipos (eucaliptos, pino, soja, caña de azúcar) para cubrir las demandas abusivas de papel, de alimentos chatarras o de combustibles no fósiles, para reemplazar al petróleo y seguir consumiendo sin límites. Por otro lado provocan la quiebra y consecuente emigración del hombre de campo, –que pierde su fuente de trabajo genuino– vendiendo sus tierras a precios irrisorios y en cantidades descomunales, creando latifundios inmensos cuya producción es utilizada para la exportación, igual que sus ganancias. Explotan nuestro suelo, nuestra fuerza de trabajo y nuestra riqueza acuífera para seguir manteniendo su nivel de consumo, su acumulación de dinero y su descalidad de vida.

No tenemos dudas que los valores que llevan a estas medidas deben ser radicalmente cambiados y esto resulta difícil si tenemos en cuenta la aceleración de las transformaciones planetarias a causa de todo el sistema imperante y el poder de los capitales multinacionales, que les permite comprar conciencias y gobernantes, además de preparar una costosa campaña publicitaria y cultural con la cual afirman sus valores en toda la sociedad, para llevar a cabo sus planes.
Tomando en cuenta estas premisas, consideramos que estos nuevos valores deberán ser trasmitidos dentro del mismo sistema, a pesar de la dificultad que ello significa, y su transmisión, realizada con la palabra y la acción nos preparará para un proceso realmente revolucionario, que base su accionar en pautas organizativas totalmente participativas y horizontales que nos haga tomar verdadera conciencia sobre el mundo en que vivimos y las consecuencias de una de estas crisis cíclicas que vive el sistema capitalista.

Hacia una economía diferente

Todo esto nos hace pensar que debemos encarar una economía diferente y para esto es imprescindible partir de valoraciones diferentes en las que se consideren las necesidades básicas de los seres humanos de acuerdo a su región, cultura, relaciones interpersonales, tomando como base los valores de solidaridad, ayuda mutua y la participación activa como pilares básicos. La escala de la economía es fundamental, se requiere romper totalmente con los grandes emprendimientos que siempre requieren de una gran burocracia administrativa y una centralización ejecutiva, imposible de ser controlada por el común de la gente y plantearse emprendimientos a escala humana donde lo principal sea cubrir las necesidades básicas de las personas que nos rodean, respetando la creatividad y el libre relacionamiento de las mismas, sin ser por ésto una economía basada en la miseria, sino en una calidad de vida diferente, que nada tiene que ver con perseguir el consumo como meta principal, sino el desarrollo pleno de las potencialidades de cada ser humano, cubriendo todas sus necesidades..

Partimos de la base que un respeto por los derechos humanos, incluye un respeto por la naturaleza y su entorno, valorando en esta forma la biodiversidad así como las distintas opciones que las personas puedan elegir o crear para satisfacer sus necesidades. Sabemos que lo primero que necesitamos para ello es una buena alimentación, estar cobijado de las inclemencias del clima, tener afecto y una buena relación social. Aquí debemos contar con un planteo económico que tome en cuenta todos los aspectos mencionados.
Hacer un análisis meramente economicista, en el sentido capitalista del término, sería hacer el juego al sistema. Consideramos que un análisis económico debe ir acompañado de un nuevo proyecto de sociedad que priorice la calidad de vida de los seres humanos y su entorno, el respeto a la diversidad, y el desarrollo de las potencialidades humanas, con valores propios como la solidaridad, la ayuda mutua, la libertad y con actitud crítica, basada en el amor, que nos permita participar activamente en el funcionamiento de nuestro medio social como una forma de hacer la historia, que es la función principal de los seres humanos, sabemos que romper con el imaginario social impuesto desde el poder no ha de ser tarea fácil.

En nuestra región –cono sur latinoamericano– contamos con tierras fértiles y acueductos importantes como para asegurar una buena producción alimenticia que, asegurando el equilibrio futuro, puede abastecer a muchas más personas que las que habitan la región. Esto permite asegurar la alimentación de todos sus habitantes y un excedente que puede superar varias veces el consumo interno y que puede ser enviado hacia aquellas regiones necesitadas y que no cuentan con estos suelos ni clima.

Una economía y una sociedad basada en grupos humanos a escala, con tecnologías y energías apropiadas, interrelacionadas federativamente entre sí, donde cada persona puede producir lo que es de su conocimiento, y aprender de lo que otros/as compañeros/as puedan saber –entre todos lo sabemos todo, dicen los zapatistas– en organismos autogestionados, en base a las necesidades planteadas en el organismo federal por sus participantes. Para esto es posible la utilización de tecnologías modernas que permitan mejorar la producción y la comunicación sin la alienación de las cadenas productivas fordianas. Es posible que el costo de los productos en la producción misma no sea el mismo que en las cadenas productivas o en la superexplotación de los seres humanos que se realiza hoy en las grandes maquiladoras con trabajo semi esclavo, –tampoco lo será su calidad y durabilidad– pero, al aliviarse el gasto burocrático administrativo así como a nivel social el ahorrarse la enorme cantidad de gastos superfluos que hoy se realizan, podemos ir pensando en una disminución absoluta de la jornada laboral y la distribución puede ser más equitativa sin que le falte a nadie lo que considere imprescindible para su sustento y su desarrollo pleno.

No nos cabe duda que podemos ser tildados de utópicos irrealistas, –los anarquistas ya tenemos experiencia en cargar con este sayo– pero consideramos que sólo con este planteo, que en última instancia está abierto a que se lo siga elaborando, se puede frenar la practicidad de este capitalismo pragmático y suicida que tiende a la destrucción de todo el planeta y no en demasiado tiempo.

En última instancia sería una forma más de ver y encarar el anarquismo del siglo XXI.

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