Hace una semana compraste un libro. Lo has terminado de leer y se lo prestas a una amiga. Ella te lo devuelve entusiasmada y te propone que coloques un anuncio en la cafetería de su universidad para que otras personas lo puedan leer y, a cambio, ustedes dos también lean otros libros.
¿Alguien podría ir a la cárcel si hace esto? ¿Tú, por prestar el libro? ¿Tu amiga por leerlo? ¿La cafetería por prestar el tablón de anuncios para publicitar el intercambio de libros?
La respuesta parece obvia. A nadie llevarían preso por hacer algo así. Pero la cosa no es tan sencilla. En Argentina, Alberto Nakayama y los hermanos Matías y Hernán Botbol, socios en el Portal Web Taringa, pueden pasar 6 años en la cárcel por hacer algo similar.
¿Su delito? Prestaron un tablón de anuncios digital. Taringa es un portal de enlaces para descargas. En estos tiempos virtuales y cibernéticos no todos los libros o canciones están en papel o en un CD. La mayoría están escritos con bytes en formato digital.
Si yo tengo un libro digital y lo quiero compartir con alguien puedo mandarlo por correo electrónico o alojarlo en Internet para que varias personas lo descarguen y lo lean. Y para anunciar los libros que subo al ciberespacio o las canciones que comparto en la Web se usan portales de enlaces como Taringa.
Según los jueces argentinos esto es un delito. ¿Acaso ellos nunca prestaron un libro a otro juez amigo? La sociedad avanza mucho más rápido que las leyes que la intentan gobernar. Hoy el intercambio es digital y la cultura fluye libre por Internet.
Las autoridades se amparan en que hay personas que descargan esos libros, los fotocopian y lucran vendiendo ejemplares. No estamos defendiendo a esos “piratas” que venden libros o música (aunque muchos podemos ver cine o leer libros gracias a ellos). Defendemos a las personas que intercambian música, películas o libros en Internet y a estos nuevos tablones de anuncios virtuales que facilitan el intercambio.
Hay que acabar con la hipocresía. El abogado argentino Julio Raffo, en el marco del primer Congreso de Cultura Libre celebrado en Quito el 17 y 18 de octubre de este 2011, refiriéndose al caso, sugería ir a los juzgados y presentarnos a que nos enjuicien a todos y todas por usar Taringa. O pedirle a los jueces que muestren sus computadoras a ver si no tienen alguna canción o libro de los que ellos mismos consideran “ilegales”.
Compartir o enlazar no es un delito. Así lo han determinado juzgados en Estados Unidos o Alemania. El problema es que estos nuevos intermediarios están poniendo en jaque a las editoriales y discográficas que han lucrado con los libros y las canciones por siglos.
El argumento de estos intermediarios es que con el intercambio se “mata de hambre a cantantes y escritoras”. ¡Mentira! ¿Cuántos autores viven por las regalías de editoriales o entidades de gestión de derechos de autor? Que levanten la mano y veremos que son muy, pero que muy poquitos. Los cantantes ganan por los conciertos, no por las ventas de discos. Los escritores tienen ingresos por conferencias o consultorías, muy poco por venta de libros. El integrante de los Beatles John Lennon dijo alguna vez que “la música nos pertenece a todos, sólo los editores creen que les pertenece a ellos”.
En RADIALISTAS bajamos canciones que se enlazan en Taringa y las usamos, casi siempre sin permiso, para musicalizar los radioclips que compartimos de forma libre y gratuita en nuestra Web. ¿Será que también nos meten presos por eso?
Es hora de desenmascarar a los verdaderos piratas y apostar por la Cultura Libre, por el intercambio de ideas, de conocimiento. Por arrebatárselo de las manos a esos mercaderes de la cultura, a los que sólo les importa el dinero y no la educación de la ciudadanía.
¡Defendamos a Taringa! ¡Sí a la Cultura Libre!
BIBLIOGRAFÍA
Sigue los acontecimientos sobre Taringa en: http://www.taringa.net/ y http://derechoaleer.org/