Cooking
Imaginé agarrarlo como a la carne picada
con todos lo dedos
para que se escape
deslizándose
amoldándose a las huidas.
O cortarlo en pedacitos
después de pelarlo
como al tomate
mientras se resbala
y me hace pensar
que es mejor vestido
sin tocarlo
mucho,
sólo consumirlo
para refrescarme.
Y si no, comerlo como al alcaucil
untarlo
chuparlo
deshojándolo.
O esperar
a que asome
con la misma presura
con la que me someto
a esas plantas que sólo florecen
si se las cuida excesivamente
para después no durar nada
como si fueran realmente
importantes.
Ahora que tengo un hombre en la mesada
no sé qué hacer con él
y las horas del almuerzo se me pasan.
Mañana de domingo
Los dedos eran diez
cada vez más parecidos
en el límite de los treinta
a los de su madre.
Tomaron primero el suplemento
de decoración
para ver si ese lado chismoso
seguía desarrollándose
hasta poder entrar sin culpa
en cualquier casa ajena
y copiar lo menos feo.
Después se aburrió
y mientras lo miró de reojo
haciendo foco más allá del último
anillo que le había comprado
atrapó otras secciones.
Él leía las importantes
para que ella se divirtiera
con las fotos de un paparazzi,
un horóscopo pesimista
y tuviera por fin conciencia
de que esta semana debería
cuidarse de las habladurías
en el laburo,
no sacar ningún préstamo
y prepararse para una posible
tempestad familiar.
Poco a poco deberían,
sus dedos y ella,
tratar de entender
la división del trabajo
que se pergeñaba allí.
Piba de Zapala
De chica era una guacha,
machona, según las viejas.
Con su cara negra, regordeta y con pecas
era la que más rápido corría,
a la que no le importaba
que se le movieran los pechos
y nunca le daba vergüenza vociferarles
los cuernos de vuestros padres
a ninguno en la cara.
Su boca era la cloaca más temida del barrio
porque era un loudspeaker
de los chismes y calumnias.
El tiempo pasó por ella
como una máquina
de aplanar tierra.
La vi mucho tiempo después
flaca y con los ojos sin chiste
cargando un bebé desnutrido
al que le ponía los soquetes tan chiquitos
que le estrangulaba las piernas.
Reincidencias
Sentada en el cordón de la vereda
con la pollera roja desteñida
había quedado como el parque del pueblo
despintado, viejo,
queriendo llenar el baldío seco
de algo más que sol.
Mirando hacia la casa de ventanas de madera,
con calor y olor a transpiración,
contó las veces
que había picado cebolla
para tener el pretexto de llorar.
Cárceles diferentes
Arrojada en el puff,
desparramada y flexible
sobre las innumerables
bolitas de telgopor
casi como Muriel
fanática de ABBA
que sólo quería casarse.
Ni siquiera así
resulta distinta la tristeza
de esperar un quinto hijo que se moría
de haber estado preso
de vivir en un país lejano
de lloriquear por los golpes de un alcohólico
o del vacío después del engaño.
Ninguno es llanto de mutilado.
Nobody knows when you are fall down
Nobody listening
la sombra del espanto
la huella del fracaso
la satisfacción de la burla.
Nobody has seen
cuando llorás sola
o imaginás sola
perder un hijo
ser una presa
sufrir el exilio
engañar al marido.
Todos los trapos caben
en mi cuerpo
menos el de esa caribeña
a la que se le iban
sus niños a la selva
o a los Estados Unidos
y lloraba
sin ninguna tv
ni canción de Abba
para evadirse
de las balas verdaderas.
Obstrucciones
Cada tanto se empantana
entre la foto familiar
y la valija de la herencia,
de nada le sirve transmutarse
en tortuga,
hacer que el caparazón crezca
y se cierre hermético
ante las garras
depredadoras
de las reuniones familiares
con olor
a eterna fila de gente
en Banco apestado de plantas plásticas.
Se le terminan de emascular
los sueños
cuando las copas chocan
y aparecen augurios
que castran
cada una de las metamorfosis
que la salvarían.
Herencia
Nos dejaron
por herencia
la idea de que todo pasado fue mejor
de que nuestras malas letras de rock
les arruinan el lenguaje que
sólo se decían en la intimidad.
Me achacan que no planche las camisas
con la misma inquietud
con la que se admiran
de que me acuesto ilegalmente
y no uso cancanes
cuando hace calor.
Ya hubo otras locas
que supieron suicidarse
o morirse
de sobredosis,
hasta las muertes están inventadas,
ni en la Patagonia desértica
podemos tener un gesto
innovador.
Ninguna presidenta como la gente,
maestras normales
pero amantes de Sarmiento,
malas costumbres
contemporáneas
y todo para que
criemos hijas
con resentimiento
pero en tiempo y forma.
Madurez
Posibilidad de que las venas
de las piernas
revienten,
la mandíbula se trabe
entre palabras truncas,
de que el placer se parezca
a algo seco y solitario.
Urbanización creciente
plagio de modos de vestir y de reír
y el sueño
en el que el cantante de rock
aparecía en mi cama
sin mal aliento ni drogas
a tocar mi canción preferida
alejándose
hasta de mi fantasía.
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Gracias Silvia por compartir tus letras con nosotras!!!