Desde la semana pasada que desde las instituciones armadas del Estado y a través de los medios de propaganda locales, la sociedad del Alto Valle venimos siendo víctimas de la amedrentación y provocación encarnada en el gobernador Jorge Sapag, el secretario Guillermo Pellini, el jefe de policía Juan Carlos Lepen, el juzgado federal de Neuquén (jueza Ma. Carolina Pandolfi), y una sarta de funcionarios y funcionales.
Querían que supiéramos que nos iban a perseguir, que nos iban a filmar, que nos iban a pegar. Querían que supiéramos que este año los milicos no iban a estar armados hasta los dientes a la vuelta, sino que iban a estar a cinco metros nuestro, con los caños de sus escopetas contra nuestros cuerpos. Estas amenazas no quedaron en provocaciones, sino que se materializaron en una represión de una magnitud no vista desde la cacería en el barrio Confluencia.
No caemos en la trampa dialéctica que la derecha (de todos sus colores y tenores) quiere imponernos, intentando que creamos que la represión se desencadenó preventivamente y en respuesta a un grupo de delincuentes. Es muy sencillo invisibilizar los procesos de exclusión y marginación que este Sistema capitalista sostiene e implementa a diario sobre el pueblo para mantenerse funcionando.
Lo difícil es querer tapar el sol con la mano cuando la respuesta a la violencia de este Sistema se evidencia, se hace visible. Recordamos las palabras de Osvaldo Bayer: “la violencia de abajo siempre es en respuesta a la violencia de arriba”. Mientras con mayor violencia se reprima al pueblo, más violenta será la respuesta que el pueblo dé en su lucha por liberarse.