Análisis de Libertarias (1996), de Vicente Aranda

Gracias Rocío y Pablo por compartirnos vuestro trabajo! Abrazos!!!

“La utopía sólo será algo absolutamente irrealizable si dejamos de pensar en ella”, llegó a decir Vicente Aranda al respecto de su película, Libertarias, de 1996, basada en La monja libertaria, novela de Antonio Rabinad, con quien escribió el guión, publicada en 1985.
Libertarias se focaliza en el rol de las mujeres dentro de la lucha revolucionaria, más precisamente en la Federación de Mujeres Libres, que operó en la España republicana desde abril del ‘36 hasta febrero del ‘39, abarcando la guerra entera y fundando su propia revista de corte anarquista y feminista. Los personajes de las milicianas son ficticios, pero están inspirados en una amiga de Vicente Aranda que estuvo en el frente de batalla.

Texto y Voz en off: Pablo Cannura.
Texto y Edición: Rocío Fernández.
Canción del final: Juan Piana.
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Texto del vídeo Libertarias
“La utopía sólo será algo absolutamente irrealizable si dejamos de pensar en ella”,
llegó a decir Vicente Aranda al respecto de su película, Libertarias, de 1996, basada
en La monja libertaria, novela de Antonio Rabinad, con quien escribió el guión,
publicada en 1985.
Aranda llevaba varios años queriendo filmar una historia ambientada en la
Guerra Civil. Libertarias está filmada principalmente en Madrid, Barcelona, Teruel y
Toledo. Los escenarios históricos están muy bien logrados. Los miles de extras en
escena dan credibilidad a la historia y denota el gran presupuesto con el que contó el
director.
Tierra y Libertad es otra película que trata sobre el mismo episodio histórico,
pero se dedica más a señalar la burocratización de las milicias en el devenir de la
guerra. Aranda, ante el estreno de la película de Ken Loach, temió que la suya, en
proceso de realización, se pareciese; pero tras verla la valoró positivamente, y
comprobó que sólo había algunas coincidencias. En efecto, son dos films para ver de
forma complementaria.
Libertarias se focaliza en el rol de las mujeres dentro de la lucha revolucionaria,
más precisamente en la Federación de Mujeres Libres, que operó en la España
republicana desde abril del ‘36 hasta febrero del ‘39, abarcando la guerra entera y
fundando su propia revista de corte anarquista y feminista. Los personajes de las
milicianas son ficticios, pero están inspirados en una amiga de Vicente Aranda que
estuvo en el frente de batalla; en consecuencia, todos tienen cosas de ella, hasta el de la
espiritista que representa impecablemente Victoria Abril y sobre todo el papel de
Laura Mañá, Concha, que lleva el nombre de la homenajeada.
En dos horas, la trama logra reflejar la dificultad por nivelar los derechos entre
mujeres y hombres dentro del bando republicano, a pesar de pertenecer a un espacio
en donde la igualdad es un estandarte, una consigna fundante. Nos muestra
claramente cómo en la lucha por una sociedad sin clases, hay otra lucha contra el
patriarcado.
Desde la primera escena se ven los distintos ámbitos en donde la mujer es
oprimida: en la Iglesia y en el sistema prostituyente. Al personaje de Ariadna Gil,
María, se la ve sumisa y reducida como monja, frágil y temerosa. Al querer escapar de
los anarquistas que entran a la Iglesia para expropiar, cae accidentalmente en un
burdel. Allí la proxeneta la desnuda y, como un pedazo de carne, se la entrega al
Obispo. Se ilustra patentemente la doble moral del funcionario eclesiástico y cómo la
iglesia no es ajena al sistema prostituyente, sino cómplice y aliada.
Un grupo de Mujeres Libres liderado por Pilar, el enorme personaje que se
pone al hombro Ana Belén, irrumpen el escenario, y Concha pronuncia un
elocuente discurso, llamando a la conciencia de sus compañeras e invitándoles a que
se unan a los recientemente creados liberatorios de prostitución, en donde se les
brindaba todo tipo de apoyo, desde psicológico y psquiátrico hasta económico.
Hacían valer el decreto ganado el 23 de junio de 1935, llevado al Congreso en el ‘32
de la mano de Clara Campoamor, en donde quedaba suprimida la reglamentación de
la prostitución. Se hacía material la expresión de mujeres como Emilia Pardo Bazán
que denunciaba, en 1899, las pocas alternativas de vida que tenían al ser empujadas al
matrimonio, al servicio doméstico, a la mendicidad o a la prostitución. En efecto, un
sistema sin oportunidades para la mujer obrera, que sólo ofrece obligaciones y
deudas, hace imposible de pensar a la prostitución como una elección libre y
voluntaria. La escena culmina con las mujeres burlándose de su madama,
abandonando el prostíbulo para sumarse a las filas milicianas. En esta secuencia no se
criminaliza a la mujer prostituida, al contrario, denuncia una realidad donde los
hombres dominan y pueden comprar sus cuerpos. El abolicionismo de la
prostitución busca, justamente, abolir la prostutución, penalizando la demanda y a
los parasitos proxenetas que viven de los cuerpos de las mujeres.
La meta de Mujeres Libres era erradicar la degradación de las mujeres en todos
sus aspectos, más allá de las medidas inmediatas y de las salidas de emergencia.
Alzaron su voz, si bien cooperaban con la CNT y la FAI, creando su propia revista,
en la que clamaban “si de veras queremos la Revolución Social, no olvidemos que su
principio primero está en la igualdad económica y política, no sólo de las clases, sino
de los sexos”
Federica Montseny, ministra de Sanidad y Bienestar Social, en 1937 —año en
que, por cierto, ella misma permitió la interrumpción del embarazo en hospitales
públicos por primera vez en la historia— señaló que más allá de la ley, la prostitución
sólo quedaría abolida cuando “las relaciones sexuales se liberalicen, la moral cristiana
y burguesa se transforme, las mujeres tengan profesiones y oportunidades sociales de
asegurarse el sustento, la sociedad se establezca de forma que nadie quede excluido y
pueda organizarse para asegurar la vida y los derechos de todos los seres humanos”.
La mujer pobre es explotada por ser obrera y es oprimida por ser mujer. La
película muestra los dos frentes de batalla a los que se enfrentaban, y aún se
enfrentan, las mujeres. Nada parece indicar que alcanzando un mundo sin clases
sociales la mujer no siga siendo oprimida. Entre algunos varones anarquistas,
parecían no aceptar del todo la igualdad de la mujer, y la posibilidad de su lucha en el
frente. “Queremos pegar tiros para poder exigir nuestra parte a la hora del reparto”
dice Pilar en una arenga al respecto del desarme de las mujeres en la guerra. La cámara
la enfoca emergiendo del grupo, retrocede mientras ella avanza hasta plantarse
enfrente. El encuadre es más que sugerente y emotivo. Pilar, en primer plano,
representado a sus compañeras. Una simbólica escena que aclara que un líder sólo
puede surgir desde abajo y naturalmente con el fin de expresar las ideas del conjunto.
La película luce brillantes actuaciones. Libertarias exhibe mujeres con carácter
que no renuncian a alcanzar la libertad en todos sus aspectos, incluido el sexual. Hay
varias escenas en las que las protagonistas hacen evidente sus deseos. Se muestran
atraídas sexualmente, pero no como instrumentos al servicio del apetito del hombre,
bajo la obligación de la prostitución o del matrimonio, sino a través del
consentimiento.
El debate en torno a la disciplina y la regularización del ejército, va de la mano
con el desplazamiento de las mujeres del frente de combate y, en definitiva, con la
debacle del espíritu revolucionario que acabó con la victoria de los falangistas.
La mirada de Aranda no es neutral, porque es imposible serlo. Maria, la
monja, que dice no ser anarquista y parece ser una espectadora inmersa en un
escenario bélico, termina tomando partido.
El director se da algunas licencias frente a la veracidad de los hechos. Hay
escenas donde actores recitan textos de memoria de los clásicos anarquistas, como
Bakunin y Kropotkin, en plena trinchera. También resulta curioso que Floren, el
personaje de Victoria Abril, sea poseída por un espíritu llamado Mateo Morral.
Cierta fe y misticismo acompañan la historia. Como Maria que nunca abandonó la fe
pero sí los hábitos.
Libertarias es una película que nos invita a la reflexión y a retomar una parte
del pasado imprescindible. Se pone el foco en la doble derrota que sufrieron las
mujeres, por ser mujeres y revolucionarias. En este sentido, según Aranda, “el fusil
representaba el poder para las mujeres porque significaba poder implantar sus ideas;
por eso lucharon contra los nacionales y los republicanos, perdiendo contra ambos
por defender los ideales anarquistas y los de las mujeres”.
Dos años después de finalizada la guerra, con Franco en el poder, el 27 de
marzo se decretó nuevamente la reglamentación de la prostitución, trayendo con ello
los viejos fantamas.
Pero no todo fue en vano. Durante la Revolución española se llevaron a cabo
medidas notables. En Aragón, por ejemplo, se abolió el dinero; las tierras tomadas por
los anarquistas fueron colectivizadas. Y se sentó un precedente de un socialismo
construido desde abajo, en libertad.
—Rocío Fernández y Pablo Cannura, 6 de enero de 2022. España, Galicia, Vigo.

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