Y la crisis ¿hasta cuando?

Día a día nos vienen anunciando las diversas crisis que se abaten sobre las bolsas del mundo, sobre las clasificaciones de riesgo de los países del primer mundo y sobre las consecuencias que esto tiene sobre todos los demás países del mundo que, globalización por medio, son todos dependientes.

Cifras inconmensurables en dólares americanos se utilizan para salvar los mercados —o sea las corporaciones financieras— se habla de billones o trillones como si fueran las figuritas de un juego infantil. Los déficit fiscales están a la orden del día, si existe, hay que bajar los gastos del Estado, sobre todo los relacionados con educación, salud, asistencia social, etc. no se les vaya a ocurrir disminuir los gastos de defensa, sobre todo en momentos en que la gente se está cansando de ser la que pague los platos rotos. La consecuencia directa de esta situación es el cierre de industrias y comercios provocando un grado de desocupación que pocas veces se ha visto en el capitalismo, ya no es tener un ejército de reserva, como se planteaba en los orígenes del mismo, sino un gran número de personas que dejan de consumir por falta de entradas o por ver disminuidas las mismas, la desaparición de las pensiones y la disminución de los beneficios sociales a que se había acostumbrado, por el Estado Benefactor, la clase obrera; esto provoca el tan mencionado y tan temido enfriamiento de la economía que impide el crecimiento permanente que sirve como zanahoria al burro para el sistema capitalista y su mantenimiento.

Esta contradicción todavía no a podido ser superada, las políticas neoliberales dictadas desde el FMI o el BM, plantean la disminución del déficit fiscal, combatir la inflación y una política monetaria que ni ellos mismos pueden llevarla adelante ya que en el propio EE.UU. no han podido controlar el déficit, debido al posicionamiento de los que quieren aumentar los impuestos y los que quieren disminuir el gasto, con la simulación de un enfrentamiento entre los partidos demócrata y republicano, mientras la verdadera decisión la toman en la Reserva Federal que pertenece a los banqueros, o sea los que verdaderamente manejan el poder y deciden seguir imprimiendo billetes para seguir auxiliando a los bancos.

Según Tyler Cowen, columnista del THE NEW YORK TIMES, profesor universitario, coeditor de MARGINAL REVOLUTION y que predijo la actual crisis financiera: La innovación y creación de nuevos puestos de trabajos esperada simplemente no se concretó, a pesar de que las compañías dejaron de echar gente en masa. Por lo tanto, un alto índice de desempleo será la «nueva normalidad» para nosotros, aunque no lo veo superando el nueve por ciento.

Esa es una gran preocupación para los mercados y sus aduladores, ya que la misma provoca la tan temida desaceleración económica, que no es más que la disminución momentánea de la acumulación de ganancias por parte de los grandes monopolios, debido, fundamentalmente, a la reducción del consumo por parte de los sectores perjudicados y de los temerosos de caer en la misma. Este mismo temor tiene otra consecuencia, los inversores venden sus acciones y esto provoca una caída de todas las bolsas.

Indudablemente que estamos viviendo una situación límite que pocas veces se da en la historia, la verdadera crisis es la de la confianza, y el capitalismo, aunque parezca mentira, es un sistema basado en ella, la pérdida de la misma, además de la especulación propia de sus personeros, provoca las corridas bancarias, las caídas de las bolsas, el freno del consumo —ya que todos guardan ante el temor de lo que va a venir— y cada una de estas medidas fomenta la crisis, que puede haber partido de situaciones falsas, como las burbujas inmobiliarias o financieras, pero que como consecuencia de estos hechos, tocan la economía real.

Ahora bien, si nos planteamos el problema de la desocupación, como una consecuencia directa de la crisis, tenemos que pensar en los millones de seres humanos que viven de la industria bélica en el mundo, ¿qué pasaría si esas personas quedan sin trabajo?, los índices de medición se dispararían, la crisis se agudizaría, pero la tierra empezaría a respirar con mas tranquilidad y el esfuerzo que dedicamos a esa actividad lo pondríamos en superar las hambrunas allí donde se suceden, así como lograr que estos seres humanos puedan desarrollarse plenamente en beneficio personal y de toda la humanidad. Lo mismo podríamos decir de la enorme cantidad de personas ocupadas en servicios que sólo se justifican con el actual sistema basado en la propiedad privada y en elevar el consumo —bancos, seguros, publicidad, agentes de seguridad y un gran etcétera— cuyas tareas pueden prescindirse sin perjudicar en nada a los habitantes del planeta.

Este análisis sólo pretende marcar una forma diferente de ver la situación coyuntural que afecta al sistema capitalista en los últimos años y que ya ha sido analizado, tanto por economistas de izquierda como de centro o derecha, centrando siempre en la pérdida del nivel de vida (que en muchos casos es de consumo) tanto de los trabajadores como de los empresarios, dependiendo del analista, –poniendo énfasis, todos ellos, en la problemática de la desocupación– sin tomar en cuenta los aspectos que se relacionan directamente con la vida en el planeta; esta forma de análisis nos puede ayudar a plantearnos formas de lucha y propuestas alternativas al mismo sistema capitalista.

También con esta visión analizamos los movimientos de resistencia que se dan en distintas partes del mundo, ya sea en el norte de África, en Grecia, España o Inglaterra cuyas motivaciones son diversas pero la metodología y organización tiene muchos puntos en común. Respecto a ésto podemos decir que la mayoría de las motivaciones, sobre todo en los países europeos, se debe a la pérdida económica sufrida por los sectores económicamente más bajos, pero cuyo nivel de consumo es, a pesar de las pérdida, muy superior al promedio del consumo de las mayoría de los países de América Latina, sin pensar en los de África que se encuentran, en muchos casos, totalmente marginados del consumo planteado en nuestras regiones. Lo que queda muy claramente expresado en todos los casos es que las protestas se deben, fundamentalmente, a la falta de perspectiva de los jóvenes que están sin trabajo y no tienen incentivos para estudiar y a los desniveles, cada vez mayores, entre los que tienen mucho y los que tienen muy poco, diferencias que claramente se nota también en nuestros países del cono sur latinoamericano, donde el crecimiento económico es permanente a lo largo de los últimos años pero la diferencia entre los extremos económicos se amplía cada vez más. En esta circunstancia nos interesa remarcar que la toma de conciencia en este momento, por parte de los explotados, significa tener en cuenta que, además, el consumo al que nos orienta la propaganda del sistema nos lleva a ser dependientes de él, como una forma más de dominación y control sobre los pueblos y no meramente una cuestión económica.

Debemos prepararnos para una profunda reconstitución de las fuerzas políticas, para reinventar la movilización social de resistencia y para proponer alternativas imprescindibles si queremos seguir viviendo en este planeta y queremos preparar un mundo vivible para nuestros hijos y nietos.

Queda claro que el sistema capitalista, basado en la propiedad privada, la competencia, la jerarquización, la explotación de los seres humanos así como del medio ambiente, la extracción de bienes limitados de nuestro suelo y el derroche de combustibles y fuentes de energía ya sean renovables o no, se hace insostenible en el tiempo, por lo tanto la alternativa requiere de valores como la cooperación, la horizontabilidad, el consumo a escala humana, tomando en cuenta la idiosincrasia de los habitantes de cada región y la organización basada en la autogestión a todos los niveles, tanto en la producción como en las organizaciones socilaes. También nos queda claro que esos valores deben construirse dentro del actual sistema, por lo tanto requiere de una toma de conciencia de todas las personas que nos proponemos esos cambios.
El desafío es difícil, pero más difícil es seguir viviendo en este mundo que marcha a su propia destrucción.

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