Tiempos de definiciones

Por: Elda Munch Comini

Contacto: https://www.facebook.com/elda.munchcomini/posts/10218796516697101

Épocas de posmodernismo, donde todo es líquido, inconsistente, efímero, pero también inmediato, electrónico, marcado por el individualismo, por el juego de la insatisfacción permanente y la satisfacción inmediata del propio deseo (cualquiera sea el objeto) independientemente del deseo, decisiones o principios ajenos, es decir, de los otros, así como de las consecuencias y repercusiones previstas e imprevistas que este acto netamente egocéntrico pueda generar en aquel o aquellos a quienes está dirigido o en la comunidad, colectivo o sociedad donde acontece. El acto perlocutivo, como se definiría desde la Lingüística.

Esto se enmarca en la sociedad de masas, de consumo y del conocimiento concebida, diseñada, ejecutada por el capitalismo global, fundada ideológicamente en el neoliberalismo, atravesada por la revolución de las tecnologías de la información y la comunicación (TICs) como asimismo por un sinnúmero de luchas y reclamos antiguos como la humanidad misma, cuya naturaleza es tan básica, elemental y humana, que hasta podría decirse que se trata de luchas y reclamos primitivos. La Era de Uranio.

Primitivos no porque carezcan de argumentación racional o científica, cultural y legal, sino precisamente, porque estas luchas y reclamos constituyen la base desde la cual poder construir día a día, subjetiva y colectivamente, la sociedad donde deseamos, nos merecemos vivir.

La sociedad a la que aspiramos desde la más profunda convicción a la que hemos arribado desde la praxis de sucesivas generaciones en todas las latitudes y culturas, es decir, urbi et orbi. La utopía que no lo es, en realidad, que es del todo posible y que por lo tanto, tampoco es una quimera.

Luchas y reclamos contra el hambre, contra condiciones de vida indignas para todo ser humano, contra toda forma de violencia, explotación y esclavitud; contra las guerras, contra todo tipo de manipulación e imposición ideológica, política, económica, educativa, científica, laboral, legal, moral, sexual y religiosa; contra toda alteración de los ciclos naturales de Gaia/Pachamama/Naturaleza producida por la voracidad de los poderes que rigen la humanidad y no hacen sino perfeccionarse, expandirse, profundizarse, naturalizarse, invisibilizarse cada vez más.

Porque cuanto más naturalizado el sistema, sus formas de ejercicio del poder, sus modalidades de control, más invisibilizado está y por lo tanto, más internalizado, más incorporado a las subjetividades, a los sentipensares, a los sistemas ético-morales individuales y colectivos, tanto, que aliena sin que sea posible detectarlo, identificarlo ni caracterizarlo, opera a y en sujetos y colectivos desde el inconsciente, mucho más allá de cuanto es posible desde la volición individual o desde perspectivas de menor complejidad.

En este contexto, necesariamente incompleto en su descripción, se plantea en todo el mundo un debate que a estas alturas de la historia de la humanidad, debería considerarse absurdo. Entraña una forma de ejercicio del poder tan grosera, cursi, violenta, evidente, monstruosa, que pareciera inconcebible que hoy ocurra.

Tan inconcebible como que encuentre respaldos aún entre posiciones progresistas y revolucionarias, incluso en espacios de activismo y militancia; hasta en ámbitos universitarios y académicos.

Y es esa monstruosidad de tal modalidad del ejercicio del poder patriarcal cuanto a este debate le cambia el sentido, la significancia otorgándole al mismo tiempo, una profundidad, relevancia y pertinencia de las cuales daría la impresión que no se ha cobrado conciencia aún.

El acto perlocutivo. En este caso, aquello que el patriarcado y el capitalismo no alcanzaron a ver en su momento, pero de lo cual, posteriormente, se sirven para perfeccionarse.

Y el debate es Regulacionismo vs. Abolicionismo. Estructura binaria del planteo que de esta manera excluye el genuino fundamento: la prostitución nunca fue, ni es ni será una actividad laboral digna para quienes la ejercen, ni lucrativa, ni empoderadora, ni deseable, ni deseada, menos aún soñada.

Prostitución es opresión, tortura, explotación, trata. Es el gigantesco negocio internacional de mafias locales, regionales y globales que suman voluntades en espacios perfectamente legales, legítimos, reconocidos y respetados por la sociedad, como movimientos sociales, ONGs, partidos políticos, representantes de la sociedad civil, funcionarios de todos los niveles y jurisdicciones del Estado, de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, de todas las fuerzas de seguridad, de los sectores productivos, empresariales, financieros, de la cultura y el espectáculo, etc., a partir de exorbitantes ganancias.

La plusvalía que genera la violación permanente de cuerpos de mujeres, infancias y adolescencias. El acceso violento a cambio de dinero a cuerpos y subjetividades vulnerados por situaciones económicas, laborales, culturales y educativas de pobreza y desesperación, pero también por golpes, palizas, violencia psicológica, emocional, como asimismo por ser inducidas u obligadas a alcoholizarse y drogarse.

La prostitución tiene varios actores con roles específicos, pero en su mayoría invisibles. Las únicas visibles, identificables, señaladas, maltratadas, culpabilizadas, consideradas como la escoria o la cloaca social son las víctimas, es decir, quienes la ejercen, quienes se encuentran en situación de prostitución.

Los otros actores: el proxeneta, panzón, fiolo, novio o marido, el encargado o la madama, el cliente o putero, los recaudadores externos que también lucran con la actividad, policías, comisarios, funcionarios de otras fuerzas de seguridad o de otras reparticiones estatales.

También las autoridades de las instituciones eclesiales de todos los credos, los mismos que siempre defendieron la existencia de la prostitución como de necesidad para mantener los índices de moralidad, disminuir los delitos de violación, incesto y pedofilia, asegurar la finalidad exclusiva de la reproducción en la institución matrimonial separando reproducción y deseo, para imponer códigos de conducta que habiliten un aceitado control social.

Y otro actor más. La sociedad que se conmueve, se escandaliza, que reclama un abanico de medidas demasiado a menudo contradictorias “para terminar con el flagelo de la prostitución”. Hipocresía que se horroriza pero respalda. Mantener el statu quo.

Asimismo, las sobrevivientes. Nadie mejor que ellas para dar cuenta en primera persona, de qué se trata el “glamoroso mundo” de la prostitución, de sus luchas por salir del infierno, por recuperar una vida digna, humana, libre.

Prostitución es condena a muerte a mediano plazo, porque la vida promedio de una niña, joven o mujer en situación de prostitución es muy inferior a la media.

Es invisibilizar y naturalizar al sistema patriarcal para el cual las mujeres somos una mera propiedad, objeto de uso y abuso a como dé lugar.

Es legitimar el papel del varón como propietario, amo y señor de cualquier mujer, de todas las mujeres, de las cuales puede disponer de su vida, de sus hijos y de su muerte.

Es desaparición y muerte de millones de mujeres de todas las edades, razas, nacionalidades.

Es uno de las mayores industrias ilegales del mundo, junto con el tráfico de armas, de drogas, de trata de personas con fines sexuales y laborales, de pornografía.

La pornografía es la educación de los varones desde niños para multiplicar, naturalizar y perpetuar la explotación de los cuerpos de las mujeres en todas las latitudes.

La prostitución, la pornografía y la subrogación de vientres son tres partes de un mismo, gigantesco negocio.

La prostitución está indisolublemente ligada al racismo y a la vulnerabilidad económica. Es una forma de esclavitud que existe desde tiempos remotos, y no por ello es tolerable ni justificable. Nunca existió prostitución libre.

Es acceder violentamente al cuerpo de mujeres que han sido vendidas como cualquier otra mercancía entre proxenetas, y en muchos casos, por sus propias familias.

Es el destino que le sigue a niñas violadas por sus propios hermanos, padres, abuelos, tíos o varones vinculados a la familia.

Es lo opuesto a libertad. La prostitución es una forma de tortura específica por sexo y por género que atenta contra los Derechos Humanos de cualquier persona que se encuentre en tal situación.

Implica un posicionamiento ideologico-politico basado en el Patriarcado, como sistema que rige las relaciones entre varones y mujeres de todas edades y condiciones en todas las culturas y latitudes, que genera sistemas de moral que lo respaldan.

El patriarcado respalda y brinda sustento ideológico al capitalismo y a todos los sistemas económicos de explotacion y asimismo a las iglesias de todos los credos en tanto instituciones.

La prostitución es una de las formas de explotación de seres humanos más arraigadas en la historia humana.

La exposición permanente a violaciones diarias, que suele implicar la “atención” de hasta 30 clientes diarios, no solo conlleva embarazos no deseados, drogadicción y alcoholismo.

Conlleva todas las enfermedades de transmisión sexual incluidos el HIV/SIDA y el cáncer de cuello uterino, más fisuras vaginales, uterinas, anales y hasta prolapso de recto.

Los hijos de mujeres en situación de prostitución son por lo general, apropiados por los proxenetas y traficados o criados en ese mismo ambiente para que con el tiempo se conviertan en proxenetas o en víctimas de prostitución.

La prostitución, la pornografía y la subrogación de vientres son diametralmente opuestos al concepto y ejercicio de la libertad, del libre albedrío y del amor libre. Son lo opuesto a la Anarquía.

Abolicionismo es lo opuesto a regulacionismo, a control policial, a conservadurismo, a moralidad y a penalización.

El lobby proxeneta es el que respalda económica, ideológica y políticamente las campañas regulacionistas dentro y fuera del feminismo, en la sociedad y hasta en las universidades. Los medios de comunicación están al servicio del lobby proxeneta.

Abolicionismo es luchar por la integridad física, sexual, psicológica, emocional, educativa, económica, laboral y en todos los aspectos de la vida de mujeres, infancias y adolescencias.

Es terminar de una vez y para siempre con esta forma de explotación, como en su momento lo fue la trata de personas con fines de esclavitud en campos y ciudades en todo el mundo.

África fue el continente proveedor de esclavos. Estados Unidos, Haití, las Guayanas y Brasil, algunos de los Estados donde floreció el comercio de esclavos. En Argentina se abolió en 1813.

Los debates de fondo son, en realidad, si la sociedad continúa otorgando su respaldo a toda forma de opresión de los cuerpos de las mujeres, las infancias y las adolescencias, si mantiene el discurso hipócrita o si verdaderamente está dispuesta a hacerse cargo de la abolición con todo lo que ello implica.

Porque una toma de posición tal exige convicciones profundas, fuertes, inclaudicables, impostergables, genuinas, auténticas.

Exige el sostenimiento de conductas individuales y colectivas en la vida cotidiana de la sociedad civil y sus instituciones que no admiten trampas, engañifas, trucos, opacidades, ambigüedades, corrupción, corruptela, laissez faire de ningún tipo.

El debate es también si la sociedad acepta y acuerda con el modelo de organización y control social propuesto por el neoliberalismo, que entre tantas otras cosas plantea democracias débiles, expansión ilimitada del capital y las finanzas y avanzar ya desembozadamente, sobre cuerpos vulnerados a partir de situaciones de pobreza y necesidad así como de todos los recursos naturales pasibles de ser convertidos en commodities.

La prostitución, la pornografía, la subrogación de vientres, la industria cosmética, la industria de la moda, entre otras, son clave en la concepción y conversión de cuerpos vulnerados en commodities, es decir, en materias primas con valor económico, sujetas a intercambio comercial legal y legítimo a nivel global, con capacidad para generar mayores ganancias a empresas, inversores, incluso a los Estados.

Por lo tanto, otro aspecto del debate es si la sociedad civil, en tal caso, admitiria que el Estado se declarase abiertamente proxeneta. Porque tal declaración es ideologico-politica y debiera estar debidamente expresada en la carta magna del Estado que así lo asumiera, por monstruoso que parezca.

La prostitución, la pornografía y la subrogación de vientres atentan contra la Anarquía, contra la Libertad, contra el Amor Libre, contra el Feminismo, contra nosotras las Mujeres como Sujeto Político del Feminismo, contra los Derechos Humanos, aquí, allá y aculla, ayer, hoy y siempre.

E.M.C.

Anarcofeminista Abolicionista.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *