Si tenemos en cuenta que la mayoría de los 1.500 millones de personas que viven con un dólar o menos al día son mujeres. Además, la brecha que separa a los hombres de las mujeres atrapados en el ciclo de la pobreza ha seguido ampliándose en el último decenio, fenómeno que ha llegado a conocerse como «la feminización de la pobreza». En todo el mundo, las mujeres ganan como promedio un poco más del 50% de lo que ganan los hombres, podemos concluir que la pobreza tiene esencialmente rostro de niña.
La franja etaria más golpeada por la pobreza es la infantil y dentro de ésta, en particular las niñas, que no tienen las mismas posibilidades de hacer algo rentado, como en alguna medida pueden encontrar los varones, aún cuando tampoco sea admisible este alcance.
Esta situación esconde una realidad que nadie ve. ¿O nadie quiere ver?, que es la prostitución infantil, tema sumamente delicado por cierto, pero que existe, aunque subyace oculto y tiene sus principales víctimas entre las niñas y niños pobres.
No deberíamos buscarlo demasiado lejos de nosotros, porque mal que le pese a algunos en Salto hay prostitución infantil y concretamente, se han dado casos que algunos ocultan y otros hasta insinúan una “justificación”, porque “nadie las viola, ellas están en eso y usan esto como forma de vida”.
Aún suponiendo que sea así, nadie puede justificar la situación. Las niñas no tienen la madurez suficiente como para tomar decisiones que afectarán y marcarán seguramente su vida futura.
No son conscientes de todo el riesgo que están asumiendo. Seguramente no conocen sus derechos, por más que acepten voluntariamente ser sometidas a los bajos instintos de personas mayores o incluso menores igual que ellas.
Y este tema es mucho más grave de lo que normalmente se considera. Sometidas, consciente o inconscientemente a este camino, usadas y seguramente dejadas de lado luego, la enorme mayoría de ellas tienen muy pocas posibilidades de realizarse como personas valiosas para su comunidad.
Son muy pocas las que escapan a la autodestrucción personal. Seguramente no podrán enriquecer conocimientos culturales, ni mucho menos formar una familia debidamente integrada.
Junto con la juventud se les escapará la posibilidad de llegar a una vida que les haga sentirse realizadas y les deje conformes con sus propios logros.
Es importante asumirlo y encarar las medidas que corresponden.