Defensa que realizó Pepe Cibrián leyendo un maravilloso texto propio imaginando cómo habría sido el diálogo de Federico García Lorca con quien lo fusiló, minutos antes de su muerte.
LA VIDA AFUERA
Pepito Cibrián está convencido de que tiene una misión y la cumple sin dudarlo: hablar fuerte y claro, contar su historia, empujar las conciencias para que se derriben de una vez las barreras legales que imponen cómo deben vivir unos y otros, unas y otras según la orientación sexual o la identidad de género. Quiénes pueden formar familias y quiénes no, quiénes pueden hablar de sus amores sin rubor y quiénes no. Pero sabe que su voz sola será insuficiente, por eso convoca a otras a que se sumen para formar una corriente capaz de derribar los más anquilosados prejuicios.
El tintineo de sus pulseras no alcanza a marcar el ritmo de las palabras que escapan de la boca de Pepe Cibrián Campoy como dardos unas veces, como gemas otras. Se disculpa por ser vehemente, pero él sabe que es el momento de la vehemencia, de hablar fuerte para que se escuche y también para invitar a otras voces como la suya que ahora está empeñada no en dar a conocer alguna de sus obras, ni siquiera la autobiografía que acaba de publicar Ediciones B, sino en llegar a la conciencia de senadores y senadoras que pronto tendrán que votar la ley, que obtuvo media sanción en la Cámara baja, para ampliar el matrimonio a todas las parejas que lo deseen, más allá de su sexo. “Es un momento histórico”, dice y por eso él invita a otros y otras a salir. “Debe ser espantoso tener miedo, pero yo los aliento porque estoy seguro de que debe haber muchísima gente con ganas de hablar.” Ese acto de libertad que lo ha llevado de radio en radio en la última semana contando cómo pasó diez años tratando de adoptar hasta que desistió por no querer convertirse en abuelo de sus hijos o hijas y porque su pareja, Santiago, no iba a tener ninguna relación legal con esos niñxs, le ha reportado abrazos inesperados en el mismo barrio cerrado y conservador en el que vive, de padres y madres de sus alumnos, de “taxistas en la calle que ni siquiera vieron una obra mía”. Pero también es capaz de quebrarle la voz por esa familia que no pudo formar, por pura impotencia frente a lo que lee como una hipocresía: “Todos esos diputados que hablan en contra de la adopción por parte de parejas del mismo sexo espero que estén ahora recuperando niños de la calle, no les importa tirarlos a los leones, insistir con que esos niños no se conviertan en asesinos, pero no hacen nada para que puedan recibir lo que se merecen, lo que nosotros les podríamos dar y lo único que necesitan: amor”.
El debate en Diputados sobre el matrimonio gay fue un momento histórico, sin embargo no hubo muchas otras voces de personas conocidas como vos que salieran tan enfáticamente a dar su opinión, a poner su propia historia en primer plano.
–No es algo que yo haya planeado. Es, como me enseñó mi padre, reconocer al hombre y sus circunstancias. Yo me encontré en un momento frente a otro periodista que me preguntaba por el amor y sin dudar dije el nombre de mi pareja. Dije Santiago, porque él es mi compañero de vida, es quien esparció las cenizas de mis padres cuando yo no podía; no tengo por qué ocultarlo. Me pareció de un profundo orgullo por ese amor decir su nombre. Además, vamos, quién no lo sabía. Lo que pasa es que hubo mucho respeto conmigo.
Coincidió también con la salida de tu autobiografía, Se es hombre en la vida y no en la cama.
–Sí, pero eso es parte de lo que te decía. Yo no planeé que el libro salga ahora. Como tampoco sabía que la obra que escribí, Marica, sobre Federico García Lorca y su asesino iba a terminar teniendo funciones en estos días. Porque a él lo mataron por marica, esa palabra que en España es tan brutal, con esa c tan silbada. Y la voy a hacer ahora en la Facultad de Medicina por ofrecimiento del decano de la facultad, el 11, el 18 y el 25 a beneficio del Hospital Garrahan, en el aula magna. Y los voy a invitar a cada uno de los senadores, el decano me va a ayudar a cursar las invitaciones. Pero no la escribí a propósito de este debate. ¿Cómo es que se da todo junto? Es el hombre y sus circunstancias.
El título de tu libro hace referencia a una frase de tu padre, ¿verdad?
–Sí. A los 18 o 19 años yo necesitaba hablar con él acerca de mis inclinaciones íntimas, estaba muy angustiado. Y mi papá, que era un hombre tan quijotesco, tan ético, frente a mí que tenía tanto miedo tonto de que me fuera a rechazar, me dijo: “No Pepe, se es hombre en la vida y no en la cama, seas lo que seas sólo te pido que lo seas al ciento por ciento porque si no yo no te puedo respetar”.
¿Cómo escuchaste entonces esa frase?
–Lo que entendí entonces y ahora; es que la cama no nos define, se es hombre, se es mujer, qué importa… Yo me pregunto si tantos legisladores que hablan en contra de la homosexualidad no le darían a sus hijos la vacuna del sida si la hubiera descubierto un homosexual. Una persona es lo que hace y no lo que hace en su vida íntima, se es buen amigo, maestro, cura, lo que sea, lo otro no importa…
Cuando tu padre te decía que lo vivas al ciento por ciento, ¿te estaba diciendo también que no lo ocultes?
–Me estaba diciendo que lo viva con libertad, que sea feliz, que disfrute la vida. Mis padres fueron lo que fueron no por ser heterosexuales sino porque me dieron amor. Por eso mi planteo fundamental tiene que ver con los niños, los niños abandonados, en la calle, violados… ¿Te enteraste de que ya no va a haber niños abandonados ni viviendo en la calle? Porque esta gente que está en contra de que no-sotros adoptemos, que quiere darles lo mejor, el ideal, va a adoptarlos? Es maravilloso. Ahora si no es así, es una farsa. Y es una farsa.
También es una farsa decir que a partir del matrimonio se va a habilitar la adopción para homosexuales, por ejemplo, porque ya estaba habilitada aunque sea en los papeles…
–Sólo en los papeles y para una sola persona. Con Santiago pasamos años tratando de adoptar, si eran tres, tres; de los años que fueran, tres, cuatro, cinco, siete. Tenemos una buena situación económica, tiempo, espacio. Y si no tuviéramos tanto dinero, qué, tenemos amor, es lo que necesitan los chicos. A los chicos no les importa incluso que tengas dinero o fama. Porque qué suponen que hacemos nosotros con un niño, ¿violarlo?, ¿ponerle plumas? Son los heterosexuales los que los abandonan. Yo ni siquiera digo que toda la Iglesia es pedófila, aunque es indudable que también ahí hay seres abyectos, ¿por qué mirarnos a nosotros con esa desconfianza? Hasta ahora son los heterosexuales los que dejan niños en la calle. Así que si nos van a negar la adopción que los adopten, que se hagan cargo.
¿Seguís esperando esa adopción?
–La verdad es que después de diez años de espera dije basta. Hubo gente que quiso ayudarme. Pero lo cierto es que yo ya tenía 61 y esos niños no tendrían relación legal con Santiago. Si yo moría cuando ellos fueran adolescentes, por ejemplo, mi pareja no podría seguir cuidándolos… entonces dije basta. A pesar de que hubo gente que me quiso ayudar.
Es que tal vez el hecho de que seas una persona reconocida, Pepe Cibrián y su marido…
–No, no, por favor, no digas marido. Porque “marido” identifica una actividad sexual y estamos hablando de hombres. Yo tengo una relación con un hombre y en ese sentido ni uno es marido ni el otro mujer, ni hay pasivo, ni activo ni a nadie le importa si le toco la oreja o si te la toca a vos… Santiago es mi compañero, mi pareja, mi amigo del alma. ¿Qué importa lo que hacemos en la cama? ¿Acaso a un heterosexual cuando se casa le preguntan ‘qué le vas a hacer a tu mujer’? A todo el mundo le importa un carajo. ¿Entonces por qué no abrir ese pensamiento? Las parejas homosexuales leemos, nos acompañamos, nos limpiamos la caca si es necesario porque uno está enfermo, tomamos café, tenemos hijos…
Todo eso que mencionás es público: tomar café, salir a comer, reconocer que el nombre del amor es de tu mismo sexo, sin embargo muy pocas personas conocidas hablan con libertad y se amparan en que eso pertenece a su “intimidad”.
–Pero Pepe Cibrián está muy orgulloso de todo eso y por eso habla, no para vender libros ni convocar al teatro. Vos fijate qué curioso, desde que salí a decir estas cosas, de los programas de chimentos no me llamó nadie… Yo creo que es necesario habilitar la palabra. Creo que muchas personas tendrían que salir a hablar, pero no sólo homosexuales, también heterosexuales, gente que tenga prestigio. Como este diputado socialista que dijo que votaba a favor porque tiene tres hijos de los cuales uno es homosexual y quiere los mismos derechos para él que para los otros dos. Claro que a la vez tenés a uno diciendo que hay que ponernos en un campo de concentración.
Y a otros que siguen hablando de la naturaleza humana para justificar las limitaciones al matrimonio. O incluso a quienes intentando argumentar a favor dicen que los animales también tienen relaciones homosexuales…
–Igual todos los argumentos se les desmoronan en el mismo momento en que dejan morir a los chicos en la calle, eso es lo que a mí me duele en el alma, eso es lo que pido que resuelvan. Porque mientras se llenan la boca con pavadas los niños son violados por sus papitos, abandonados por sus mamitas, las mujeres tienen que criarlos solas porque los tipos se rajan… (Un súbito silencio deja incluso las manos enjoyadas en reposo. Pepe Cibrián llora, por esos niños que ve a diario, por los que imagina, por la acumulación de emociones que lo dejan expuesto.)
Soy muy vehemente, disculpame, no sé qué va a pasar cuando esté con Mirtha.
¿Vas a hablar en el famoso almuerzo también?
–Voy a ir con el diputado socialista, el rabino Bergman y alguien que está en contra…
¿Viste el diálogo entre Mirtha Legrand y Ricardo Darín, cuando él le hablaba de la importancia del testimonio del diputado Cuccovillo, cuando se enorgulleció de su hijo gay? Por elevación tal vez le estaba achacando el haber negado la pareja de su hijo Daniel en el momento de repartir la herencia.
–Yo no puedo decir nada porque soy muy respetuoso. Pero no sé por qué hace estas mesas. ¿Lo hace por una cuestión de rating?
Supongo que no puede eludir el tema. Pero hay cosas de las que aún nadie habla. Por ejemplo en el caso de la pareja de Bergara Leumann, que quedó en la calle después de su muerte. ¿No merecía voces solidarias?
–Bueno, Bergara Leumann no se ocupó de hacer testamento. Yo lo tengo hecho hace diez años y lo voy cambiando cada tanto… pero yo creo que no es que los homosexuales tienen que hablar, es hasta más valioso que salgan los hétero, por eso es tan valioso lo de este diputado… si mi padre estuviera vivo saldría a hablar también y diría cosas maravillosas, estoy seguro.
¿Y tu madre?
–Igual.
¿Tu madre te apoyó de la misma manera que tu papá?
–No, no, la Campoy era de otra manera. Ella sufrió un poquito más, pero mi papá le decía: “Ana, déjate de joder, tu hijo es un hombre maravilloso, basta, basta”. El que marcó mi vida fue mi padre. Mamá me acompañó con su risa, me legó esta verborragia. Mi papá me legó la cultura para poder ponerla en juego a lo largo de mi vida. Mamá era distinta, porque también la pasó mal, trabajó desde los cuatro años…
¿Influyó en tu casamiento con Ana María Cores?
–Yo era muy joven, me enamoré de su talento, era muy linda, como transparente. Empezó conmigo… bueno, todo el mundo empezó con Pepe; profesionalmente, claro. Es una especie de aberración artística (risas). Y yo también soy un romántico, creí que tenía que casarme. Lo que sí te puedo decir es que desde el primer día ella supo cómo era yo. Al año y medio nos separamos amigablemente. Porque yo soy lo que soy (guiño), pero en el momento en que estuve con Ana fui lo que fui estando con ella…
¿No había en esa alianza cierto deseo de normalidad?
–No me gusta la palabra normalidad, en Turquía lo normal es tener siete esposas; es un problema de estadísticas nada más. Si hubiera un pueblo que pudiéramos tomar y hacer un gran ghetto, lo normal sería ser homosexual.. La palabra normal me parece vacía, sólo estadística y las estadísticas nunca dicen la verdad. En Sudáfrica, por ejemplo, lo normal es tener sida.
A propósito de eso, ¿cómo viviste la aparición del sida?
–En esa época iba mucho a Nueva York y fue muy difícil, pero tuve mucho cuidado. Yo viví una época en la que éramos muy libres, me costó mucho acostumbrarme, pero lo tuve que hacer.
¿Perdiste muchos amigos?
–Sí, muchos. Cuidé a muchos de mis amigos hasta el final. Y también, creo yo, he ayudado a algunos a no morirse. Sobre todo a uno entrañable. Que está bárbaro. No era mi pareja, Luis, no voy a decir su apellido. Teníamos un cariño especial y hoy esta persona ha sobrevivido y ya el miedo pasó. Me acuerdo de que le compré los medicamentos que todavía acá no se daban gratuitamente, le alquilé un departamento para que estuviese feliz. Porque al principio se necesitaba plata. Y no lo digo porque haya sido un héroe sino porque ¿para qué otra cosa puede ser la plata?
En esa época era la muerte la que sacaba del closet.
–Bueno, Rock Hudson, claro. Lo malo es que no sé si hay mucha conciencia, es como que todo se fue relajando y en realidad deberíamos estar atentos.
Sin embargo sigue presente como estigma, como en el caso de Aníbal Pachano.
–Sí, no sé para qué lo dijo, no lo entiendo.
Es curioso que se haya dado ese “escándalo” en paralelo con el debate en torno del matrimonio.
–Yo no sé por qué se embarcan en estas polémicas, pero no lo voy a juzgar, no sé por qué aparecen en ese bailando por un pedo. Yo lo respeto a Pachano y también sus elecciones. Lo harán para tener trabajo, porque lo necesitarán para comer, o tal vez porque necesitan salir en cámara para que la gente no crea que se fue a vivir a Alemania. Todo el mundo sabe los códigos, pero yo no. ¿Por qué lo dice ahora Aníbal? Ojalá que sea para concientizar a la gente porque estoy seguro de que Aníbal no va a perder su vida porque no es así ahora.
Este es el momento de salir del closet por razones más vitales.
–Yo estoy saliendo, y además invito a salir. Yo los invito a que salgan conmigo. Mirá, yo tengo una imagen poderosa de 2001. Estábamos haciendo Calígula en esa época y no sé por qué estábamos con todo el elenco en mi casa, frente a la casa de Cavallo. Y vimos unas pocas personas que salían a la calle y nos sumamos. Todo el elenco a golpear, y de pronto detrás nuestro y alrededor columnas y columnas llegando al Congreso. Me acuerdo de que había una chica que estaba con tacos: le di mis zapatillas y yo iba descalzo. Me sentí con tanto derecho a protestar. Y ahora, ¿no tengo derecho a protestar, a hablar? No sé cuáles serán las consecuencias de esta vehemencia que pongo ahora en mis palabras. Seguramente si viviera en un país fachista me tendría que exiliar o me meterían en un campo de concentración por homosexual. Pero no puedo no hablar. Además lo sabe el mundo, ¿vos crees que no me meterían de todos modos en ese campo de concentración? Vendrían por mí, finalmente, como dice el poema de Brecht. Sí, yo invito a salir del closet. Porque ayuda, porque es sano, porque uno se siente que puede dormir más tranquilo. Yo soy tan feliz de ser ciudadano en este momento. Me siento tan orgulloso. Y sé que mis padres deben estar aplaudiendo como la puta madre, que su hijo sea un hombre que está defendiendo sus ideales.
¿Cuál es el miedo entonces a dejar el closet?
–La gente mayor, como yo, hemos vivido mucha dictadura. Hemos pasado mucho miedo, real, concreto. Y ese miedo debe quedar en el subconsciente. Yo no sólo viví el miedo de la dictadura. También viví el miedo de mi madre. Que lo mamó en la época de Franco, de la posguerra, mis padres exiliados, mis abuelos enterrados en una fosa común.
¿Y a que el público los quiera menos?
–No, no, eso no.
¿Que los contraten menos?
–No, tampoco, no me lo creo. Es un miedo personal. El miedo es miedo. Como la depresión. Yo la tuve, durante cuatro años. Y tengo todo: pareja, amor, amigos, dinero, trabajo, reconocimiento; hasta gente que no vio nunca una obra mía. Ahora mismo me pasa que la gente me saluda en la calle y me abraza llorando a mares. ¡Dios! Y sin embargo soy capaz de deprimirme.
Es inútil preguntar por qué, aunque el impulso está…
–Lo que pasa es que la muerte de mis padres, su propia decadencia física y personal… Perdí dos paredes. Yo los prefería acá. Aunque estén enfermos, le agarrás la manito y es tu papá, ¿no? Es tu papá igual, mi amor. Después ya no hay nada…
Debe ser espantoso tener miedo, pero yo los aliento porque estoy seguro de que debe haber muchísima gente con muchas ganas de hablar. Y además van a ayudar a mucha gente. No es para sí, porque esos y esas que podrían hablar ni siquiera necesitan de la ley porque tienen la vida hecha.
Y sin embargo el miedo a salir del closet es lo que ahora se relata como parte de la adolescencia…
–Yo con todo el respeto del mundo los invito a salir, porque sé que es muy personal. Pero les quiero decir que esto es mucho más bello que el aplauso de una platea llena.
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/soy/1-1377-2010-05-18.html