Marta Fontenla

El cuerpo de las mujeres  y el mercado de la sexualidad

En nuestro afán de rescatar y revalorizar los saberes de las mujeres que han construido y la historia feminista de nuestro país y de otros horizontes, que siguen aportando y nutriendo día a día la lucha por los derechos humanos de las mujeres, compartimos la primera de una serie de artículos, que iremos subiendo a nuestra página, la nota extraída de la revista “brujas”, publicación feminista / Año 27 – N° 34 / Agosto de 2008  – “El cuerpo de las mujeres y el mercado de la sexualidad”, escrita por nuestra compañera y maestra Marta Fontenla.

Quien mas, quien menos, hemos cometido el error de creer que la historia comienza cuando nosotras llegamos,  lamento desilusionar a quienes aún se mantienen en el error, sin nuestras ancestras que nos han aliviado el camino -nosotras las mujeres- aún viviríamos en la época de las cavernas.

¡¡¡Salud por ellas, por nosotras, por las que ya no están y por las que vendrán!!!

brujas

Publicación Feminista

Año 27 –  N° 34

El cuerpo de las mujeres  y el mercado de la sexualidad

                                                                                               Marta Fontenla

 Desde el surgimiento de las sociedades patriarcales, el cuerpo de las mujeres ha sido el primer objeto de intercambio. Los pactos patriarcales entre varones han ido consolidando el uso de estos cuerpos como mercancía y la creación de un mercado específico de mujeres. La prostitución, el tráfico y la trata de mujeres y niñas se fueron acrecentando  a lo largo de toda la historia.

Hablo de sexualidad de mercado para designar el fenómeno  por el  cual todo lo relacionado la sexualidad humana se  pretende convertir en un producto para incorporarlo  al campo  de la economía y darle un precio de venta a fin de obtener ganancias.

Este fenómeno, en la actualidad, ha alcanzado proporciones inimaginables y se siguen legitimando prácticas violatorias de los derechos humanos, especialmente de las mujeres y niñas  que están siendo incorporadas a  este “mercado” de manera cada vez más masiva a partir del uso de formas   paradigmáticas de violencia, especialmente la prostitución, la pornografía y el sado-masoquismo.

Con el desarrollo y la magnitud de estas prácticas  se tiende a naturalizar,  como nunca antes había sucedido, su funcionamiento como el de cualquier otro mercado, que  necesita ampliar su cartera de “clientes” y continuar legitimando sus demandas.

Para cubrir esta demanda hace falta obtener “productos”  de diferentes calidades, (mujeres negras, mulatas, blancas, gordas, flacas, niñas, adultas, lesbianas, adolescentes, embarazadas, sumisas, etc. ); organizar  la publicidad y propaganda, diversificar la oferta  en función de los distintos segmentos y clases de la población a los que se dirige, etc. (clases altas, medias o pobres).

En estas jornadas, intentamos buscar desde el feminismo y sus postulados centrales, explicaciones sobre lo que nos está pasando actualmente con el fin  de analizar cuáles pueden ser algunas políticas que sirvan para combatir este fenómeno.

En este intento,  me parece importante hacer una rápida síntesis de las luchas feministas desde los años 60/70 y el surgimiento del feminismo como un movimiento que  reivindica la libertad y el derecho de las mujeres a vivir en una sociedad libre de todo tipo de violencia, social, sexual y política, libre de represión sexual, cuestionando la hetero-normatividad y los modelos sociales de opresión y explotación. Las acciones y las propuestas de esa primera parte de la segunda ola, recogían siglos de luchas de las mujeres por su libertad y sus derechos,  alguna de cuyas conquistas comenzaban a concretarse. Esa  crítica a la sexualidad androcéntrica abonó el camino hacia una sexualidad autónoma y hacia la exploración del propio cuerpo y placer desligados de la violencia.

El feminismo amplió el campo de la política, teorizando sobre la situación de las mujeres y el origen social de la opresión y sobre el modo en que los sistemas sociales construyen la desigualdad entre los varones y las mujeres, significan las diferencias y hacen  necesaria la violencia para sostenerlos, para que la desigualdad sea aceptada como natural, ya sea de género, económica o de clase,  fundada en el color de la piel, la opción sexual o cualquier otra.

Esta violencia sexista fue analizada, contextualizada y sistematizada  por Kate Millet en un trabajo pionero que publicó en 1968: “Política Sexual”, donde le da nombre.

Por su parte,  Adrienne Rich. desarrolló el cuestionamiento a la heterosexualidad obligatoria como norma básica  de estos sistemas de dominación y también nombró la existencia lesbiana como subvertidora de este orden.

Estos aportes revolucionaron todos los paradigmas y demostraron  que la desigualdad de género, sostenida mediante la violencia contra las mujeres, es estructural a todos los sistemas de dominación y que el patriarcado y sus instituciones la sostienen.

El avance de las propuestas feministas fue objeto de grandes reacciones que buscaron y buscan quitarle sentido a su proyecto político, en un entrecruzamiento entre el cambio a nivel económico, el avance conservador y las propuestas Los ataques no vinieron sólo de la derecha religiosa o conservadora, sino también de  otros grupos seudo progresistas o de “izquierda”, que acusan a las feministas de ser elitistas, esencialistas, puritanas, ataques que comienzan a tomar más fuerza desde mediados de los años 80.

Algunos grupos,  sostienen que las diferencias entre mujeres son tantas que no se puede considerar a las mujeres como el sujeto político del feminismo. De esta manera el  movimiento se queda sin sujeto y un movimiento sin sujeto no puede hacer política.

Se propone, y en muchos de ellos se impone,  la idea que la sexualidad es un sistema de formas jerárquicas, en las que todas son válidas y hay que revalorizarlas para impugnar esa jerarquía, que incluyen en la parte superior de esa pirámide la heterosexualidad y en la base la pedofilia, ubicando en el medio la prostitución, el lesbianismo,  la homosexualidad,  el travestismo, el sado-masoquismo, entre otras formas.

Por su parte, se registra un crecimiento del individualismo, sostenido ideológica y políticamente, por las teorías de la autonomía de la voluntad. No se habla de desigualdad de género y de clase, sino de diferencia, diversidad,  elecciones consensuadas libremente, como si el consentimiento, en condiciones de desigualdad, sin cuestionar los contextos político, sexual, económico y social en los cuales se realizan las supuestas elecciones libres, garantizase la libertad.

En este situación resulta fácil  comprender por qué  el cuerpo de las mujeres es el “producto”  básico  para organizar este “mercado”; por qué de todos los casos de trata alrededor del 90%  son mujeres y niñas para ser consumidas en este “mercado”  y  por qué cada vez hay más  clientes prostituyentes.

Para analizar qué cambió, para entender si lo que esta ocurriendo ahora, con este fenómeno que llamamos “sexualidad de mercado”,  es expresión de libertad sexual de las mujeres,  de nuestro derecho al placer sexual y de liberación del servicio a la especie, me parece interesante  tener en cuenta qué  pasó con las críticas a la violencia en las relaciones entre los géneros, especialmente en el ámbito de la  sexualidad y  por qué se  trata de invisibilizarla; o sea, de negarla.

Entre los fenómenos de violencia reivindicados actualmente como de libertad se encuentran  la pornografía, el sado/masoquismo, la prostitución y su expresión: la trata,  que son aquellos que mas dinero producen para el “mercado”  y más comercios organizan a su alrededor.

En apoyo de estas concepciones regresa con toda su fuerza la teoría del contrato como acuerdo de voluntades entre iguales, que prestan en libertad consentimiento a prácticas sexuales violentas, a su propia explotación, a la prostitución, al daño a sus cuerpos, en  contextos sexo-políticos y económicos  en los  que el paradigma  de las relaciones humanas es cada vez en mayor medida la mercantilización y la sexualidad integrada el mercado. No analizan el contrato sexual como pacto inter-clases e intra-género  de los varones para apropiarse del cuerpo de las mujeres.

Se une y normaliza nuevamente violencia y sexualidad femenina, la exhibición y compraventa de cuerpos de mujeres y de algunos varones feminizados para que otros varones ejerzan su poder, y sostengan, en el patriarcado capitalista,  la opresión y explotación de las mujeres y los elevados márgenes de ganancia que los pornógrafos y todos los  “clientes” prostituyentes  aportan. No olvidemos que el llamado “mercado” de prostitución, está entre los tres negocios ilegales que más dinero dejan, sin contar con la producción, distribución y consumo de pornografía adulta, adolescente e infantil, el turimo sexual y los negocios de venta de productos llamados eróticos.

Para referirme a la pornografía voy  a tomar dos  definiciones: una con la que acuerdo y que viene del feminismo radical y la otra, que a mi juicio justifica en gran medida los fenómenos actuales.

La primera,  se puede condensar en las frases:

“La pornografía es la teoría, la violación es la práctica”

“La pornografía es la ideología del sadismo cultural”

La definición desarrollada por Catherine MacKinnon y Andrea Dworkin dice:

 “Pornografía es la subordinación de las mujeres presentada gráficamente de forma sexualmente explícita, ya sea en retratos o en  palabras, e incluye uno o más de los siguientes elementos:

2) como objetos sexuales que disfrutan del dolor o la humillación,

 3) como objetos sexuales que experimentan placer sexual en la violación,

 4) como objetos sexuales, amarradas, cortadas, mutiladas, golpeadas o físicamente  heridas,

5) en postura de sumisión sexual, servilismo o exhibición,

6) se exhiben partes del cuerpo femenino –incluyendo pero sin limitarse a vaginas, senos o nalgas- de manera tal que las mujeres quedan reducidas a esas partes,

 7) las mujeres se presentan como prostitutas por naturaleza, o

 8) se presentan siendo penetradas por objetos o animales,

 9) se presentan en situaciones de degradación, daño, tortura, mostradas como sucias o inferiores, sangrando, golpeadas o heridas en un contexto que convierte esas condiciones en sexuales. La pornografía también incluye  el uso de hombres, niños o transexuales  en el lugar de las mujeres”.

La segunda es, según María Filomena De Gregori, la definición de pornografía aceptada y difundida por expertos dedicados a caracterizar materiales pornográficos y dice que son expresiones escritas o visuales que presentan bajo formas realistas el comportamiento genital o sexual con la intención deliberada de violar tabúes morales o sociales.

Esta definición no interroga sobre  qué cuerpos son los vulnerados  para violar los tabúes morales o sociales.

El significado de la misma  se une a los otros conceptos  que pueden quedar sintetizados claramente en algunas frases como las citas de Bataille, que hace Alicia Puleo en su libro “Dialéctica de la Sexualidad”, a las que somete a un análisis crítico.

Según Puleo, dentro de aquellos que afirman “la trasgresión como fuente de placer y como condición necesaria para el nacimiento del deseo”, se encuentra el punto de vista de Bataille, que “valoriza el carácter misterioso de la sexualidad y sus connotaciones de profanación”

Para Bataille, según Puleo “el objeto erótico por excelencia es la prostituta, que ha perdido la característica fundamental de la persona humana de ser un fin en sí misma. Es la figura fundamental del erotismo”

A la prostituta, Bataille  le opone la esposa. Dice en “Historia del erotismo”: “una esposa es principalmente la mujer que tiene hijos y se ocupa de la casa. Ella toma cuerpo bajo esta forma a la manera de un ladrillo o un mueble”.

La mujer en prostitución, para él, se trata en cambio de un objeto erótico, de un condensado de erotismo de importancia fundamental para la vida propiamente humana del hombre. Ocupa una posición de objeto, símbolo de la feminidad.

Según el mismo autor, Sade descubrió que la sensualidad se halla ligada a la destrucción de su objeto. Puleo señala que, para bataille: “El desencademaniemto de las pasiones exige el desencadenamiento del objeto del deseo, el derrumbe de sus límites”  su destrucción.

Estas ideas, también instaladas en el sentido común actual de grandes sectores puede intentar explicar por qué de todos los cuerpos es el nuestro el utilizado en mayor escala en el “mercado”, que se puede comprar y vender como si fuera un objeto. Y con un objeto que se compra se hace lo que se quiere, incluso  dañarlo o destruirlo.

La defensa de los modelos pornográficos y del  sadomasoquismo o de la prostitucion como deseables para las mujeres, no subvierten las bases de la  dominación y suponen una fuerte inducción a la aceptación de la violencia como legítima, presentando formas que de nuevas no tienen nada, dado que:

¿Qué es lo que se intercambia en este mercado de cuerpos? ¿Para satisfacer qué?  ¿Este intercambio da poder a las mujeres? ¿Les hace ganar autoestima? ¿O tiene que ver con complacer, con llamar la atención, o buscar la aprobación ajena como fuente de valor?.

Las mujeres seguimos siendo mujeres en un mundo masculino y no somos precisamente quienes detentamos el poder social, económico y político  sino todo lo contrario.

Las mujeres que se exhiben por internet, T.V. etc.,  que son utilizadas en pornografía, en prostitución ¿lo hacen para satisfacer sus deseos sexuales o para  satisfacción de los de otros?.

El discurso que transmiten los medios masivos es que hay que conseguir dinero y poder y para ello hay que  adaptar el cuerpo a las ideas de los estereotipos más  tradicionales  de la heterosexualidad normativa para venderlo, sin que a nadie importe lo que las mujeres piensan. Se supone que no necesitan pensar porque son cuerpos sin identidad, como tampoco importa el significado de su exhibición en  una cultura pornográfica.

Podemos decir que el cuerpo de las mujeres entra en el mercado a partir de una institución patriarcal básica: la prostitución y uno de sus mecanismos, la trata, que actualmente se apoya en las concepciones que intentan imponer, bajo pretendidas formas de elecciones realizadas libremente entre iguales o del derecho humano al sexo comercial,  la opción al daño consentido.

Estos fenómenos son parte también de un proceso de exclusión social estructural, desempleo, condiciones de trabajo con mayor explotación, siendo las mujeres las encargadas de sostener la vida y gestionar la miseria. La prostitución crece como una manera cada vez más difundida de ganarse la vida, y  en lugar de ponerse el centro en las fuentes de trabajo para las mujeres, se propone transformar la prostitución en trabajo.

Por eso, desde  mi punto de vista son importantes las demandas de AMMAR- CAPITAL, (Mujeres Argentinas por los Derechos Humanos) que se autodefinen como mujeres en estado de prostitución y que reclaman  al Estado trabajo, salud, educación y vivienda digna para todas, porque estas demandas enfrentan estas concepciones reaccionarias que son una vuelta de tuerca a nuestra opresión.

En este devenir, el “mercado” de la prostitución de mujeres y niñas y la mal llamada “industria del sexo” aumentan, con el apoyo de los gobiernos. Las remesas de dinero que envían las mujeres prostituidas en los países centrales o en los dependientes son cada vez más importantes, no sólo para la economía de sus países de origen, sino que  las ganancias que produce su explotación permite que los países centrales  mantengan  sus elevados niveles de vida y sus guerras, con el lavado del dinero sucio aportado por los prostituyentes consumidores de prostitución y pornografía.

Las feministas hemos hecho mucho en muy poco tiempo y también hemos conseguido mucho; hemos avanzado a nivel de las ideas y la producción teórica y las prácticas, en contextos adversos; hemos desarrollado una de las críticas más profundas al patriarcado capitalista, reivindicado la sexualidad femenina y el placer independientes.

Desde el feminismo, creo necesario seguir cuestionado aquellas propuestas que ofrecen a las mujeres la prostitución, la pobreza estructural, el comercio de cuerpos y la política sexual tradicional, la producción de pornografía, videos filmaciones, lugares de venta y alquiler de estos productos, academias de sado-masoquismo,  y de todas aquellas prácticas que generen o naturalicen el daño, la flagelación y el sufrimiento.

Bibliografía:

1) Puleo, Alicia. ”Dialéctica de la sexualidad”. Editorial Cátedra.

2) Hofman,  Cecilia: “Sexo. De la intimidad al “Trabajo sexual” o ¿Es la prostitución un derecho humano?”

3) Irving Marta: “El poder del erotismo”. Publicado en Red No a la Trata 13-11-2007.

4) Gregori, María Filomena. “Prazer y perigo: nota sobre feminismo, sex-shop e S/M.” www.antropología/cat/quaderns-e-81

5) Berbel Sanchez Sara: “La mercantilización de las relaciones sexuales: ¿Un modelo deseable?

Accede a la revista completa en el siguiente enlace: https://archive.org/details/brujas34final_202004/mode/2up

Foto de Archivo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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