El patriarcado asignó a mujeres y hombres mandatos muy diferenciados respecto del ejercicio de la sexualidad y el placer.
Para las mujeres la sexualidad estaba únicamente legitimada en tanto reproducción, mientras que para el varón la sexualidad tenía la función de recreación y placer
Estas prácticas dispares y discriminatorias donde unos pueden y otras no, fueron sin dudas uno de los grandes pilares de la existencia del modelo “esposa-madre” versus “prostituta-placer”, siendo esta una de las tantas dicotomías que forman parte del imaginario sexual masculino.
Por lo tanto entender y visualizar el derecho al cuerpo y al placer de las mujeres constituye todo un nuevo descubrimiento para los varones ¿Que es esto de que ahora la mujer goce tanto y tan bien como los hombres, quienes lo han hecho desde siempre sin preocuparse por ellas? Sin dudas a muchísimos hombres todavía les horroriza la idea de que sus parejas mujeres gocen tanto y tan bien como ellos, el estereotipo de la sexualidad vinculado placer es en este sentido fue y es un verdugo implacable y juzga al deseo sexual como masculino encontrando enormes dificultades para valorizar a la mujer que quiera expresarse a través del placer sexual con absoluta paridad respecto del varón.
El mismo sistema ideológico que negó el derecho al placer sexual de la mujer, favoreció la escisión del deseo en los hombres, poniéndolos en una situación de búsqueda permanente para poder convalidarse respecto del placer sexual.
En muchos hombres, aun hoy, el placer y la sexualidad son dos hechos bien disociados, bien diferenciados, el carácter inmaculado de madre y esposa, a muchos hombres le ocasiona enormes dificultades para poder convalidarlas también como buenas amantes. ¨ las quieren como esposas, no como amantes ¨ negándose a si mismos y a sus conyugues ciertas situaciones de placer dentro de la relación sexual, pues la esposa no fue “elegida” para eso.
Es más, a muchos hombres no les interesa tener relaciones amorosas con sus cónyugues, pues su rol es esencialmente reproductivo (en épocas no tan remotas nuestras abuelas refiriéndose a la relación sexual preguntaban ¿“te molesta muy seguido”? o bien ¨¿Hacen la porquería?¨.
A muchos hombres le causa horror pensar que sus parejas disfruten demasiado, ya que la fantasía de la infidelidad para el varón está directamente vinculada al placer.
La amante y la prostituta son ¨ la otra ¨, la que disfrutará del placer, la que recibirá numerosos regalos, con el fin de recompensar el hecho de mantener en silencio este placer que el hombre se ve forzado, en el sistema patriarcal, a negarle a su esposa. A su vez la otra (amante y/o prostituta) no será dentro del mismo mandato jamás elegida como esposa o madre.
“¿Me podés imaginar casado con una mina como esta?”
Las mujeres están para ser esposas, las minas para ser amantes. Las buenas esposas provienen de buenas familias, son refinadas en su silencio y su sumisión, son reservadas, se casan para toda la vida, no cuestionan la autoridad “natural” del marido.
Las amantes son divertidas, muy activas sexualmente, provienen de sectores sociales poco o nada adinerados y cumplen la gran función de satisfacer sexualmente al hombre en cuestión, a cambio de diferentes dádivas, la amante esta desde el imaginario masculino muy vinculada a la ¨ puta ¨ como sinónimo de mujer “fácil”.
La mujer comparte la vida social del marido, la amante es dueña del placer personal y privado.
Dice S. Freud en: Sobre una degradación general de la vida erótica (1912) “El hombre siente coartada casi siempre su actividad sexual por el respeto a la mujer y solo desarrolla su plena potencia con objetos sexuales degradados, circunstancias a los que coadyuva el hecho de integrar en sus fines sexuales componentes perversos, que no se atreve a satisfacer en la mujer estimada. Solo experimenta, pues, un pleno goce sexual cuando puede entregarse sin escrúpulo a la satisfacción, cosa que no se permitirá, por ejemplo, con la mujer propia. De aquí su necesidad de un objeto sexual rebajado, de una mujer éticamente inferior, en la que no pueda suponer repugnancias estéticas y que ni conozca las demás circunstancias de su vida, ni pueda juzgarle. A tal mujer dedicara entonces sus energías sexuales aunque su cariño pertenezca a otra de tipo más elevado”.
Es decir que existe dentro de la misma formación psíquica una disociación donde no se puede hacer confluir “la corriente cariñosa ¨ que le atribuiríamos a la esposa, con” la corriente sensual “que sería propia de la amante, la prostituta o la puta, amando lo que no se desea y deseando lo que no se ama”.
En una educación patriarcal el placer para los hombres solo existe en” el burdel y el prostíbulo o fuera de casa”, resultándole imposible pensar en consecuencia en el carácter de víctima de la mujer a prostituir, puesto que en esta cultura la prostitución es un negocio edificado esencialmente desde las necesidades hábitos y costumbres masculinas.
Stoller dice: “Ser rudo, escandaloso, pendenciero maltratar a las mujeres, convertirlas en fetiches, buscar la amistad de los hombres pero odiar a los homosexuales; hablar groseramente, despreciar las ocupaciones femeninas”. Todo esto es parte del estereotipo que confirma la virilidad y permite tener conciencia bien tranquila por haber cumplido con nuestro deber ¿Cual es ese deber? El primer deber todo hombre es: no ser mujer.
¿Porque la mayoría de los varones no ven que la prostitución es una forma de violencia?
Fundamentalmente cuesta aceptar que los hombres son violentos
La naturalización de la violencia para los hombres es una práctica social estimulada desde la niñez, ya desde los primeros juegos su imaginario lúdico se desarrolla en un escenario violento: juegos como la guerra, policías y ladrones. La práctica de deportes si bien estimula las capacidades psíquicas y físicas privilegia ganar por encima de competir o compartir.
En otras palabras la educación señala para los hombres el imperativos de ser violentos, como sinónimo de hombría en el convencimiento de que “ a golpes se hacen los hombres”
Es en este sentido que muchos hombres de los que consumen prostitución no son conscientes ni ven a esta práctica como una forma de violencia, pues la naturalización de la violencia forma parte de todas y cada una de sus prácticas con el agravante de considerar la presencia del dinero como condición de convalidación y legitimación de dicha practica.
¿Puede la presencia del dinero justificar o legitimar una forma de abuso? indudablemente no.
Al pretender justificar la prostitución como “un negocio ¨ esta pasaría a ser funcional a los intereses y a las practicas disociadas masculinas otorgándole un necesario marco jurídico e institucional adecuado.
La mujer en situación de prostitución cumple en este sentido funciones como iniciadora sexual transformando a los “niños en hombres”, de educadora: enseñando como debe comportarse sexualmente un ¨ verdadero hombre “y de proveedoras de placer ya que el mismo sistema patriarcal permite sólo a las mujeres de “mala vida” costumbres hábitos y practicas muy placenteras para los varones pero prohibidas y censuradas para las ¨ buenas mujeres”.
En otras palabras la mujer en situación de prostitución goza del aval del mismo sistema patriarcal para ser portadora de un saber, entonces es funcional darle un marco legal para seguir cumpliendo con tantas e importantes misiones.
En Argentina muchas personas no se prohíben de comprar celulares robados o comprar películas denominadas “piratas ¨ ya que son reproducidas sin pagar derechos de autor.
En estos casos, tales hábitos aparentemente “inofensivos “¿no favorecen la proliferación de ladrones de celulares y películas? ¿No alientan el robo para beneficiar económicamente a quienes consiguen estos bienes a un precio menor?.
Si existe un mercado dispuesto a comprar no importa la procedencia y una justicia que no actúa al respecto, seguramente el “mercado ilegal” seguirá su crecimiento a paso firme. Con el consumo de mujeres en situación de prostitución pasa lo mismo, (adviértase en esta expresión la noción de objeto o mercancía implícitos).
El consumo de prostitución estará alentando la creación de un mercado que con tal de satisfacer los deseos sexuales de los hombres o “prostituyentes” reclutará, sin ningún tipo de reparos, diferentes mujeres, niñas y niños para satisfacer estos deseos, transformando en un cómplice activo a cada hombre consumidor de prostitución de las diferentes redes de tratantes y proxenetas que estarán dispuestos a todo para concretar su millonario negocio.
Hoy querrán experimentar con una morocha, mañana una rubia, el mes próximo una mujer asiática y el año entrante una menor.
Ocurre lo mismo con los avisos de contacto sexual.
Si un periódico publicita prostitución replicando esta conducta delictiva el mensaje subyacente es “usted secuestre, trafique y capte mujeres que nosotros por la módica suma de tantos pesos le hacemos la publicidad necesaria para que su negocio sea lucrativo”.
Tal como señala el Foro del Periodismo Argentino (FOPEA) en su Compromiso de calidad profesional “Las empresas periodísticas deben sobreponer el interés público al propio, entendiendo la información no como una mercancía sino como un bien social y actuar en consecuencia”.
¿Porque los periódicos no publicitan la venta de celulares robados? porque esto no está naturalizado como la venta de personas.
En otras palabras si un periódico publicita prostitución protege avala y ampara el anonimato del tratante y fomenta la ilusión de que tal practica sexual sea licita (pues es legal hacer publicidad) favoreciendo no solo el consumo sino las diferentes maniobras mafiosas vinculadas al trafico y trata de mujeres niñas y niños.
¿Cuántas mujeres niñas y niños deben ser secuestradas y secuestrados para darnos cuenta que estamos siendo cómplices de un crimen? ¿Nuestro silencio, nuestro consumo y nuestra publicidad no son entonces conductas delictivas?
Informes de Naciones Unidas reconocen que la demanda de prostitución es la mayor responsable de la “industria del sexo” y del aumento de la trata de mujeres, niñas, adolescentes y niños con fines de explotación sexual en el mundo y recomienda cuestionar la demanda para perseguir y erradicar estas formas de esclavitud sexual que afectan a las mujeres de todo el mundo y en particular a las más pobres y a las más vulnerables.
Alentamos desde aquí a los varones a emprender una urgente reflexión acerca de esta practica “natural, añeja y ritual ¨ comenzando a respetar y valorar a las mujeres en todas sus dimensiones, aun en su necesario y justo derecho al cuerpo como a su placer sexual, legitimando y valorando que ellas se expresen con total y absoluta paridad frente a su deseo sexual con la convicción que no solo comenzaríamos a colaborar a abolir la prostitución como un flagelo que coloca a varones y mujeres en situación de inequidad, sino que por otro lado, estaríamos participando activamente para que nuestras parejas puedan colocarse en un plano de paridad frente a relaciones sexuales plenas y sanas pero fundamentalmente justas para ambos sexos.
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Recibido de: rednoalatrata
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