Ocho años nos separan de aquellas jornadas de subversión vividas en diciembre del 2001. En aquellos días la dignidad marchaba gloriosa por el caos de las barricadas y el fuego de la rebeldía que iluminaba la obscuridad impuesta por el capitalismo y los estados.
Cualquiera que tenga la capacidad mínima de recordar, podrá ver en su mente la euforia de los amotinados, el miedo y el repliegue de la policía, la huida del presidente (De La Rua) quien como una vulgar rata escapaba en helicóptero y sobre todo, la total ausencia de autoridad y de partidos políticos.
Si recordamos bien, veremos como quienes se jactan hoy de habernos llevado a la sublevación no estaban en ningún lado. Todo esto quiere decir que nuestra revuelta no les pertenece en ningún grado y que el que ahora vengan a adjudicarse meritos que no tienen descansa solo en nuestros silencios y en nuestras debilidades.
A medida que fuimos volviendo a la normalidad, a la esclavitud cotidiana, los especialistas de la negociación se hicieron cada vez mas fuertes imponiendo y remodelando el chantaje salarial (plan trabajar o muere de hambre) convirtiéndonos en capital humano para sus carreras políticas.
El chantaje político-económico fue el verdadero cómplice de las balas de la policía, ambas cosas ayudaron a mantener este miserable espectáculo social.
Hay quien piensa que la sumisión es garantía de una vida tranquila y sin sobresaltos, pero la verdad es que esa ilusión cae por su propio peso cuando es confrontada con la realidad en la que vivimos. A estas alturas la obediencia ni siquiera garantiza el anhelo de empleo, ni el hogar y ni siquiera la simpatía de la policía… Piense quien lea este volante cuantas cárceles se llenan de gente cuyo único delito es ser pobre, haber estado en el lugar equivocado a la hora equivocada. Cada vez que se hace mas fuerte la urgencia de rebelarse o morir en la resignación.
La próxima vez que la revuelta tome las calles no deberá remover las barricadas, ni deberá tener piedad alguna con el enemigo. Mas que arreglar la sociedad, deberá luchar por destruir la raíz de los males que nos aquejan (el comercio, el dinero, el Estado, la autoridad…) y sobre todo deberá deshacerse de todo aquel que quiera hacer de jefe o representante del movimiento. (Por la violencia si es necesario).
No faltaran ocasiones de ajustar cuantas con los policías asesinos, los políticos miserables y los comerciantes de nuestra miseria, por ahora comenzamos señalando a quienes tienen interés en que todo siga igual, así podremos sentar las bases de esa gran trasgresión colectiva que hace mucho tiempo se ha insistido en llamar Revolución Social.
Ni Dios, Ni Patria, Ni amo..
Por todxs lxs presxs y asesinadxs por el Estado y el Capital.
Que viva la anarquía
Extraído de: http://aiferricorti.entodaspartes.net/2009/12/14/a-8-anos-de-la-revuelta-de-diciembre-del-2001/