“Hay que matarlos a todos”

Es la inseguridad, Dios mío, se asusta indignadísima Mirtha. Y sus invitados ponen cara de circunstancia y en general aprueban. Y la tele-basura y la radio de los tacheros reproduce un millón de mensajes agresivos, violentos, espeluznantes.
Hay que matarlos a todos, teclean en muchos foros fascistas de la web. Eso. Hay que matar a todos esos negros. Chorros. Vagos que cobran planes. Negros de mierda, por eso hay que matarlos. Son Ellos o Nosotros. Si el Estado no hace nada, viejo, dicen. El Estado hace, pero también hace muchas cosas mal. El gobierno bonaerense, por ejemplo, con Casal y el cavernícola de Granados a la cabeza. El tema es serio, no se niega.

En la Rosario de los narcopolicías y muchos jueces cómplices, parece que se hartaron de Ellos. Y en barrio Azcuénaga pasó lo que pasó. David Moreira “salió a dar miedo”, declaró un amigo de él. Quiso robar una cartera. O la robó, según testigos. Para peor, con un cómplice, iban en moto. Son motochorros que deben morir. Y allá van. La turba de vecinos, sedienta y furiosa, corre al joven y actúa con saña. Lo muelen a golpes, con el muchacho en el piso, desarmado, indefenso. Lo matan. Esos 50, 60 u 80 ciudadanos respetables, ahora salvajes, asesinan a David. Ojo por ojo.

¿Son éstos criminales, Massa, qué piensa, debatimos en serio el Código? ¿Los tildaría de asesinos, Majul, qué opina? ¿Y vos, Longobardi, y vos Feinmann, y vos Baby Echecopar, qué les parece? Hay que matarlos a todos, repiten infinidad de voces, ya no solo de Rosario. Justicia por manos propias, argumentan algunos. Es venganza, señores, no existe la “justicia” por mano propia. No se mientan.
Hay que matarlos a todos, dicen en voz baja los vecinos, detrás de las rejas, mientras encienden las alarmas. El domingo Mirtha hablará preocupada de la inseguridad, de la otra, no de la de Ellos. El mensaje subliminal es claro: qué bueno si desaparecen de una buena vez a todos esos negros.
Mientras por estas horas debería haber docenas de acusados de homicidio, mientras el fiscal aun no imputó a nadie, la mamá de David (foto) no salió en venganza sino que donó los órganos de su hijo. Eso hizo.

Hay que matarlos a todos, les dijeron y lo creyeron. Y en Rosario pusieron manos a la obra. Y autocelebraron una muerte atroz. Y mientras sigo escuchando esa frase revulsiva, siento que retrocedimos quinientos años. Brutalmente.

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