¿Es el sida una gran mentira?

Introducción

“Sabemos que errar es humano, pero la hipótesis de que el VIH es la causa del SIDA es un error diabólico”.

(Palabras de Kary Mullis, Premio Nobel de Química 1993, en el prólogo del libro “Inventando el virus del SIDA”, de Peter Duesberg [1])

¿Es posible que el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) NO sea la causa del SIDA? ¿Es posible que la inmensa mayoría de los ministerios y servicios públicos de salud, facultades de medicina, centros médicos, organizaciones y publicaciones científicas, e incluso la Organización Mundial de la Salud, lleven 20 años aceptando y difundiendo una “versión oficial” que no está respaldada por ninguna evidencia científica? ¿Es posible que el VIH, el virus asesino que 70 millones de personas han creído tener en la sangre, ni siquiera exista? ¿Es posible que los que defienden la “versión disidente”, entre los cuales hay al menos 2 Premios Nobel, hayan sido sistemáticamente censurados por casi la totalidad de los medios de comunicación del mundo? ¿Es posible que 26 millones de personas hayan muerto por una enfermedad falsa? ¿Es posible que el SIDA sea el negocio más perverso de las últimas décadas, o tal vez de la historia?

Probablemente, la gran mayoría de las personas que lean estas preguntas responderá dentro de su cabeza “No, nada de eso es posible”. Algunos dirán “El mundo está podrido, pero nunca tanto…” Otros irán un poco más lejos: “Tal vez las multinacionales farmacéuticas estarían dispuestas a montar un negocio semejante, pero no podrían obtener la complicidad de las escuelas de medicina, las revistas científicas, o los médicos independientes que no obtendrían ningún beneficio”.

Sin embargo, cualquiera que se considere escéptico, que esté anímicamente dispuesto a aceptar que lleva años creyendo mentiras y sumergido en la ignorancia, y que se dé el tiempo de buscar información relacionada a la “versión disidente” sobre el VIH y el SIDA en internet (el único medio de comunicación que los poderes políticos y económicos no pueden controlar), encontrará toneladas de información como para entender que todas las preguntas del primer párrafo tienen una escalofriante respuesta: Sí, todo ello es posible.

Soy demasiado ignorante sobre biología, química y medicina como para saber a ciencia cierta qué es verdadero y qué es falso en este tema, pero al menos estoy seguro de una cosa: durante 20 años se nos ha ocultado mucha información, y ese solo hecho me parece inaceptable.

2. La ignorancia está de moda

Hace 5 años, mi única preocupación sobre el VIH y el SIDA era ser prudente en mi vida sexual para evitar contagiarme, y nunca me preocupé de informarme más allá de los métodos de prevención.

Pero en 1999 supe que existía una “versión disidente”, totalmente opuesta a la oficial. Primero leí en la Zona de Contacto un reportaje sobre Kary Mullis, y tres años después una entrevista a un doctor chileno llamado Gonzalo Larraín, en el desaparecido Diario Noreste (ya hablaré de ambos personajes). Me invadieron la curiosidad y la ansiedad por encontrar respuestas, y desde entonces he pasado cientos de horas en internet buscando información que me parezca confiable sobre esta “versión disidente”, tratando de responder las muchas preguntas que inevitablemente han ido apareciendo. Gracias a eso, ahora sé algo sobre el tema, aunque todavía es muy poco, pero suficiente como para tener numerosas dudas razonables acerca de la versión oficial.

En estos 5 años he conversado el tema con unas 50 personas, entre familiares, amigos y conocidos. Casi todos leen diarios, revistas y libros, ven bastante televisión por cable, y tienen internet en sus casas. Pese a su fácil acceso a la información, ninguno de ellos había escuchado o leído algo sobre la versión disidente. Para el 100% de mis “encuestados”, había una sola verdad sobre el SIDA, y además sabían muy poco sobre esa “verdad”. Muchos de ellos pusieron cara de sorpresa cuando supieron que VIH y SIDA no son sinónimos (ni en la versión oficial ni en la disidente).

Además de la ignorancia, me ha sorprendido y entristecido la poca importancia que casi todos ellos le dieron al problema cuando se los conté. Algunos me escucharon con bastante atención y se sorprendieron mucho, pero hasta donde recuerdo, nadie me volvió a mencionar el asunto. No parecen darse cuenta de que éste no es un problema de vida o muerte, sino un problema de decenas de millones de vidas o muertes. Por más que sean mis familiares, amigos y conocidos, no puedo evitar considerarlos cómplices por omisión, y la principal motivación que tengo para escribir esto es precisamente crear conciencia entre la gente que me rodea.

Pero aunque ahora todo esto me impresiona bastante, es exactamente la misma ignorancia en la que yo estaba sumido hace pocos años. Por lo tanto, creo que para poder hablar de la versión disidente, es necesario empezar por aclarar los aspectos más básicos de la versión oficial.

3. La “versión oficial”

Al igual que la mayoría de los asuntos que involucran millones de muertes con billones de dólares, la versión oficial del SIDA nació en EE.UU. Según el sitio www.vihsida.cl [2]:

“En junio (de 1981) el Centro para el Control de Enfermedad de Atlanta en Estados Unidos (CDC, Centers for Disease Control), publica el primer reportaje sobre un tipo raro de neumonía: ‘Pneumocistis Carinii’ en cinco jóvenes, todos homosexuales activos residentes en Los Angeles. No se frecuentaban entre ellos, no tenían amigos comunes y no tenían conocimiento de enfermedades similares entre sus compañeros sexuales. Dos de ellos informaron haber mantenido relaciones homosexuales con diversas personas.

El cuadro inicialmente fue interpretado de la siguiente forma:

1) Todos presentan infecciones oportunistas, por lo tanto, debía existir un trastorno de la inmunidad y

2) Un agente infeccioso sexualmente transmisible, debía ser el responsable de este nueva enfermedad.

La creencia inicial de limitar esta enfermedad sólo a homosexuales llevó a algunos autores a denominarla “Síndrome de Inmunodeficiencia relacionada con los homosexuales” o “Peste Rosa”. En agosto del mismo año, 111 casos similares fueron reportados al CDC, lo que llevó a organizar un registro nacional de casos. Luego, nuevos casos de SIDA fueron descritos en drogadictos haitianos, hemofílicos, pacientes transfundidos, hijos de madres en riesgo, parejas heterosexuales y trabajadores de la salud, lo que hizo a la comunidad médica y a la sociedad, tomar conciencia de la existencia de una nueva epidemia sin precedentes en la historia de la medicina “.

En 1983, dos años después de definida esta “nueva enfermedad” se “descubrió” cuál era la causa: un nuevo virus llamado VIH (siendo más estricto, es un retrovirus, pero la diferencia me parece irrelevante para los objetivos de este ensayo). Los responsables de este sensacional descubrimiento fueron dos: el norteamericano Robert Gallo, que trabajaba en los National Institutes of Health (NIH, uno de los dos principales organismos públicos de salud de EE.UU.), y el francés Luc Montagnier, del Instituto Pasteur de París. Aunque en un principio hubo polémica entre ambos por la paternidad de la hipótesis VIH = SIDA, al poco tiempo se pusieron de acuerdo y decidieron compartir el dudoso honor. Hasta el día de hoy, ambos son considerados las máximas eminencias en el tema, y han ganado reconocimiento, galardones, fama y, sin duda, mucha plata.

Todos sabemos que SIDA significa Síndrome de Inmuno Deficiencia Adquirida (a su vez, síndrome significa “conjunto de síntomas”), mientras que VIH quiere decir Virus de Inmunodeficiencia Humana. Según la versión oficial, el VIH es la causa del SIDA.

Una persona que supuestamente tiene el VIH en la sangre pero todavía no tiene ningún síntoma, es un “portador sano”, “portador asintomático”, o “portador pasivo”. El VIH debilita nuestro sistema inmunológico (es decir, las defensas naturales de nuestro cuerpo), por lo que esa persona tarde o temprano va a tener síntomas, y pasará a ser un “portador enfermo”, “portador sintomático”, o “portador activo”. En otras palabras, va a tener SIDA.

Tanto en Chile como en el mundo, hay más portadores sin SIDA que portadores con SIDA. Pese a esto, uno de los principales “logros” de la propaganda oficialista es haber instalado en la cabeza de la gente más o menos informada la certeza de que VIH y SIDA son, respectivamente, causa y efecto. Y peor aún, en la cabeza de la gente desinformada, se ha instalado la aberrante y confusa idea de que VIH y SIDA son distintos nombres para una misma cosa. Éste es el primer malentendido que hay que desterrar.

Según un documento oficial de la OMS del año 2004, “El SIDA (Síndrome de Inmuno Deficiencia Adquirida) es una enfermedad causada por un virus llamado VIH (Virus de Inmunodeficiencia Humana) y que ocasiona la destrucción del sistema inmunitario de la persona que la padece. El SIDA fue descubierto a finales de la década de los 70 y su descubrimiento fue publicado científicamente por primera vez el 5 de julio de 1981 en Mortality Weekly Report, una revista periódica de medicina. Esta fecha ha sido la más acogida por la comunidad científica, aunque claramente disputada por varios investigadores [3]”.

4. La “versión disidente”

Aunque dentro de los disidentes existen diversas posturas, hay bastante concordancia en cuanto a negar, desmentir o al menos poner en duda prácticamente todos los principios básicos de la versión oficial. Según los disidentes:

4.1. El SIDA no es una enfermedad propiamente tal, es sólo un concepto artificioso que engloba una treintena de enfermedades preexistentes. De hecho, la lista de enfermedades incluidas ha ido creciendo sistemáticamente durante estos 20 años, inflando así la cantidad de personas etiquetadas como enfermos de SIDA.

4.2. Nadie ha demostrado jamás que el VIH sea la causa del SIDA, ni que el virus se transmite por la vía sexual. Es más, ni siquiera se ha demostrado que el VIH existe.

4.3. Las posibles causas por las que un sistema inmunológico puede deteriorarse hasta el extremo de provocar la muerte son múltiples: desnutrición, malas condiciones sanitarias, uso y abuso de drogas intravenosas, entornos sociales agresivos, y, especialmente, el estigma del SIDA, la propaganda del terror, la condena a muerte que significa resultar positivo en un test y, en gran medida, las drogas – legales, por cierto – extremadamente tóxicas que se les recetan a los portadores sanos y enfermos, especialmente el AZT, que fue desarrollado en los años 70 como anticancerígeno, pero fue posteriormente desechado… por tóxico.

4.4. Los tests que supuestamente detectan la presencia del VIH en la sangre no tienen ninguna validez científica. Aquí hay otra confusión muy difundida, porque he oído a muchas personas referirse al “test de Elisa” como el “test del SIDA”, cuando en realidad es un disparate creer que el SIDA es algo que se puede encontrar en la sangre. Un poco menos absurdo es creer que los tests detectan la presencia del VIH en la sangre, pero la realidad tampoco es ésa: simplemente detectan una presencia anormal de ciertos anticuerpos que supuestamente indican la presencia del VIH.

La “versión disidente” no es, como muchos pueden creer, un delirio paranoico de un puñado de chiflados ociosos o seudorebeldes. A continuación, voy a escribir acerca de algunas de las personas que defienden esta postura. Creo que con esto puedo matar dos pájaros de un tiro: por un lado, demostrar que es una teoría más que respetable, y por otro lado, contar en qué consiste a través de los postulados y las experiencias de estas personas.

Con ustedes, los disidentes:

Disidente 1: Peter Duesberg

Científico alemán nacido en 1936, y radicado en EE.UU desde 1964. Es Doctor en Química de la Universidad de Frankfurt (Alemania), y profesor de Biología Molecular y Celular de la Universidad de Berkeley (California) desde 1973 hasta la fecha. Fue el primero en aislar el gen del cáncer, ganó el Premio Anual de Científicos de California en 1971 y fue electo miembro de la Academia Nacional de Ciencias de EE.UU. en 1986.

Peter Duesberg fue uno de los primeros en oponerse a la versión oficial del SIDA. Él sostiene que el VIH posiblemente existe, pero es inofensivo, y que la principal causa del SIDA es el abuso de las drogas, tanto de las recreativas como de las recetadas contra el propio SIDA. Pese a sus sobrados méritos y a su indiscutible aporte a la ciencia, ha sido sistemáticamente censurado por los medios, y el gobierno de EE.UU. le retiró totalmente el apoyo económico, por lo que ha tenido que seguir investigando por sus propios medios.

En una entrevista concedida en 1998 a “El Pequeño Periódico”, de Colombia, Duesberg declaró lo siguiente:

“Se realizan encuentros internacionales anuales alrededor del SIDA, a los cuales no se invita a nadie que no crea en el VIH y eso es extremadamente grave para la ciencia. Eso puede ser religión, puede ser política, pero no ciencia. La ciencia es tradicionalmente abierta a otras posibilidades, especialmente cuando no se tienen resultados (…) La mayoría de las grandes universidades de Norteamérica no permiten un seminario sobre este aspecto. Están todas cerradas porque si usted habla, ellos podrían perder sus fondos, podrían perder a sus amigos, las grandes compañías les quitarían su apoyo y podrían quedar sin sus tremendos megabyte de entradas”.

“En los últimos años nadie quiere invitarme a ningún encuentro porque estoy cuestionando el VIH, y cuestionando la gigantesca inversión, la gigantesca industria. La industria de cincuenta billones de dólares que se han gastado. En nombre de la tecnología científica no podemos tener toda esa gente sufriendo y muriendo innecesariamente. Y lo digo porque la están matando con AZT. La droga no sólo no les ayuda, sino algo peor, el AZT realmente los está matando. (…) Y todo en nombre de una hipótesis que hasta ahora no ha curado a nadie [4]”.

Peter Duesberg ha escrito y co-escrito varios libros sobre este tema, entre ellos “Por qué NUNCA ganaremos la guerra contra el SIDA”, “SIDA: ¿Causado por Virus o por Drogas?”, “SIDA Infeccioso: ¿Hemos Sido Engañados?”, “SIDA: Las Buenas Noticias son…”, e “Inventando el Virus del SIDA”. Éste último es probablemente el más famoso, y su prólogo está escrito por otro renombrado disidente: Kary Mullis.

Disidente 2: Kary Mullis

Doctor en Bioquímica de la Universidad de Berkeley (California). En 1993 obtuvo el Premio Nobel de Química por haber inventado una técnica para analizar el ADN llamada Reacción en Cadena Polimerasa (en inglés, Polymerase Chain Reaction, o simplemente PCR). Esta técnica es usada en el famoso “test de Elisa” para medir la carga viral (en otras palabras, la “cantidad de virus”) en los supuestos portadores. Sin embargo, el propio Kary Mullis – sin duda uno de los disidentes más enérgicos – ha dicho hasta el cansancio que la PCR no sirve para medir cargas virales, y que habría renunciado al Nobel si hubiera sabido el uso que se le iba a dar a su invención.

El prólogo que Mullis escribió para el libro de Duesberg, es, a mi juicio, uno de los textos más creíbles y a la vez impactantes sobre la versión disidente. En él, Mullis relata que en 1988 estaba escribiendo un reporte para Specialty Labs (Santa Monica, California), y cuando redactó la frase “El VIH es la causa más probable del SIDA”, quiso respaldar su afirmación con alguna cita científica.

“Para mí, era muy llamativo que el individuo que había descubierto la causa de una enfermedad mortal y hasta ahora incurable, no fuese continuamente aludido en las publicaciones científicas hasta que la enfermedad estuviese curada y olvidada. Pero, como pronto aprendería, el nombre del individuo – que sería seguro materia de Premio Nobel – no estaba en boca de nadie. (…) Tenía que haber un informe publicado, o quizás varios, que juntos indicasen que el VIH es la posible causa del SIDA. Tenía que haberlo”.

Mullis también buscó la información en internet y no la encontró, pero no le dio mucha importancia a eso. “Para estar seguro de una conclusión científica, lo mejor es preguntar a otros científicos directamente. (…) Como parte de mi trabajo, iba a muchos encuentros y congresos. (…) Adquirí el hábito de acercarme a cualquiera que diese una charla sobre SIDA y preguntarle qué referencias debía citar para esa cada vez más polémica declaración: «el VIH es la probable causa del SIDA». Después de 10 ó 15 encuentros en un par de años, empecé a preocuparme cuando vi que nadie podía citarme la referencia. No me gustaba la fea conclusión que se estaba formando en mi mente: la campaña entera contra la enfermedad considerada con creces como la peste negra del siglo XX, estaba basada en una hipótesis cuyos orígenes nadie podía recordar. Eso desafiaba tanto al sentido científico como al común.

Finalmente, tuve la oportunidad de interrogar a uno de los gigantes de la investigación del VIH y del SIDA, el doctor Luc Montagnier, del Instituto Pasteur, cuando dio una charla en San Diego. Esta sería la última vez en que sería capaz de realizar mi pregunta sin mostrar cólera. Me figuré que Montagnier conocería la respuesta, así que se la planteé”.

Montagnier intentó eludirlo con un par de débiles respuestas con las que Mullis no se dio por satisfecho, y ante la insistencia de éste, “el doctor Montagnier se dirigió hacia el otro lado de la habitación para saludar a un conocido”.

“(Duesberg y yo) No hemos podido encontrar ninguna buena razón por la cual la mayoría de la gente sobre la tierra cree que el SIDA es una enfermedad causada por un virus llamado VIH. Simplemente no hay evidencia científica alguna que demuestre que eso es cierto”.

“Tampoco hemos sido capaces de descubrir por qué los médicos recetan una droga tóxica llamada AZT (Zidovudina-Retrovir) a personas que no tienen otro mal que la presencia de anticuerpos al VIH en su cuerpo. De hecho, no podemos entender por qué ningún ser humano debería tomar esa droga cualquiera que fuese la razón que se adujese”.

“Ni Duesberg ni yo podemos entender cómo ha surgido esta locura (…) Sabemos que errar es humano, pero la hipótesis VIH/SIDA es un error diabólico [5]”

Disidente 3: Stefan Lanka

Científico alemán nacido en 1963. Licenciado en Biología desde 1989, Doctor en Ciencias de la Naturaleza, biólogo, biólogo molecular y, esencialmente, virólogo. Es sin duda uno de los disidentes más extremistas y radicales, llegando incluso a criticar agriamente a Duesberg por aceptar la posible existencia del VIH. De los aproximadamente 2.000 virólogos que hay en el mundo, Lanka es uno de los pocos que ha conseguido aislar un nuevo virus (el Ectocarpus Siliculosis, en 1988).

En una didáctica entevista que le hizo en 1997 el español Lluis Botinas (director del Centro Orientativo de Bio-Regeneración Aplicada, C.O.B.R.A), Lanka explica en términos simples y categóricos por qué dice que el VIH no existe. Resumo sus respuestas conservando lo que me parece esencial:

“(Los requisitos exigidos para poder afirmar que un nuevo virus ha sido aislado) Son cuatro. Ante todo, presentar cuatro fotografías. Una del virus infectando células; la segunda, de uno o varios ejemplares del virus pero sin absolutamente nada más en la fotografía; la tercera, de las diferentes proteínas que forman la envoltura del virus, separadas según su tamaño por medio de una técnica que se llama electroforesis en gel; y la cuarta, del ácido nucleico del virus.

El segundo requisito es caracterizar exactamente cada proteína, es decir, fijar qué aminoácidos la componen y en qué orden están colocados. Y lo mismo con el ácido nucleico, secuenciando sus letras genéticas.

El tercer requisito es efectuar los experimentos de control. Supongamos que de unas células infectadas hemos conseguido las cuatro fotografías mencionadas. Hay que trabajar en paralelo con el mismo tipo de células pero no infectadas, y al efectuar dichas cuatro fotos no debe aparecer nada que coincida con lo contenido en las fotos del virus. Hay que repetir cuidadosamente varias veces estos controles, a fin de evitar que haya habido lo que se llama contaminación, y poder finalmente afirmar con toda seguridad que las proteínas y el genoma hallados son realmente del nuevo virus.

Y el cuarto requisito es, a medida que se va avanzando en el aislamiento y caracterización del nuevo virus, ir publicando en revistas científicas adecuadas artículos que expliquen los resultados que se van obteniendo, así como las condiciones exactas en que se está trabajando. Así otros investigadores pueden reproducir los experimentos y comprobar que se llega a los mismos resultados. Por ejemplo, a medida que fuimos aislando ‘mi’ EsV, publicamos cuatro artículos sucesivos en la revista Virology.

En cuanto al VIH, no se ha cumplido con absolutamente ninguna de estas cuatro exigencias”.

Lanka tuvo un papel protagónico en uno de los hitos más significativos de la historia del SIDA. A mediados de los años 90, en Göttingen (Alemania) un médico germano fue acusado de 14 asesinatos y 5.800 intentos de asesinato, todos mediante la transfusión de sangre supuestamente contaminada con el VIH. Lanka se presentó voluntariamente a declarar que no había ninguna prueba científica de la existencia del mentado virus, por lo tanto no podía haber ninguna sangre contaminada con él. Por la contraparte, el Tribunal no pudo encontrar ni un solo científico que se atreviera a declarar bajo juramento que el VIH efectivamente existía. El 24 de febrero de 1997, el Tribunal dictó una resolución que debiera haber sido portada de todos los diarios del mundo: al no haber evidencia de que el virus existe, el acusado fue absuelto de todos los cargos. Sin embargo, como ha sucedido desde que existe la versión disidente, este fallo judicial histórico fue más censurado que difundido por los medios de comunicación.

Podría seguir escribiendo páginas y páginas sobre Stefan Lanka (también sobre Duesberg, Mullis y los que vienen a continuación), pero como hay una extensión límite para este concurso, sólo quiero agregar sus lapidarias opiniones acerca de Luc Montagnier y Robert Gallo:

“El Dr. Montagnier es un mediocre que nunca dijo que su ‘retrovirus’ fuese la causa del SIDA. Precisamente por ello ya en 1990 planteó su hipótesis de los cofactores: puesto que el VIH es incapaz por sí solo de matar célula alguna, es necesario que haya otro factor que actúe al mismo tiempo sobre la misma célula. Y en el reportaje ‘SIDA: la duda’, dirigido en 1996 por Djamel Tahi, declara que la transmisión heterosexual no se ha confirmado en Occidente. Resumiendo: el Dr. Montagnier, aunque afirmó haber aislado en 1983 un nuevo ‘retrovirus’ y sigue beneficiándose de ello, quita importancia al papel del supuesto VIH en tanto que supuesta explicación del SIDA. En cambio, el Dr. Gallo primero intentó colar como virus del SIDA (donde mataría células) el mismo ‘retrovirus’ VLTH-1 que había presentado en vano como causante de leucemia (donde multiplicaría células). Luego el Dr. Gallo robó el ‘virus’ del Dr. Montagnier y tomó la iniciativa de presentarlo como la causa del SIDA en una multitudinaria conferencia de prensa el 23 de abril de 1984, sin que previamente hubiese aparecido ni un solo artículo científico suyo que pudiese ser analizado por otros investigadores; es más, ni siquiera hubo una reunión entre científicos de distintos centros que avalase la ‘sensacional noticia’. Y el Dr. Gallo actuó así porque el New York Times del día anterior sacó un artículo en primera página en el que el director de los CDC (Centers for Disease Control, que fueron quienes dirigieron el invento del SIDA) daba a conocer que los CDC apoyaban al ‘virus francés’ mientras que los NIH (National Institutes of Health, para los que trabajaba el Dr. Gallo) respaldaban al ‘virus americano’. Convocar una rueda de prensa y convertir en verdad social que el ‘virus del Dr. Gallo’ era la causa del SIDA fue una maniobra para zanjar el enfrentamiento entre las dos principales instituciones sanitarias de los USA. Y que esa maniobra fue al máximo nivel lo ratifica que el mismo día los NIH registrasen la patente de un test del Dr. Gallo aún por confeccionar, con lo que se aseguraban millones de dólares en royalties… El Dr. Gallo es un gángster científico que ha sido condenado por mala conducta profesional por una comisión del Senado de los EE.UU., por lo que tuvo que dejar de trabajar en una institución pública como son los NIH y ahora ‘investiga’ en un centro privado que le ha construido directamente la industria farmacéutica… [6]”

Disidente número 4: Christine Maggiore

Christine Maggiore es muy distinta a los 3 disidentes anteriores, ya que no tiene ninguna formación científica. Sin embargo, junto a Kary Mullis escribió un libro clave para entender la versión disidente: “¿Qué pasaría si todo lo que crees saber sobre el SIDA fuera falso?” (“What if everything you thought you knew about AIDS was wrong? [7]”

Maggiore era una mediana empresaria de cierto éxito, y en 1992 se hizo un test de Elisa como parte de un chequeo de rutina. El resultado del test fue positivo, y ella, que hasta ese momento creía firmemente en la versión oficial, sintió que su mundo se derrumbaba y se imaginó a sí misma sufriendo y agonizando convertida en un desecho humano. Un año después se hizo un segundo test, y el resultado fue negativo. Un tercer test fue positivo, y el cuarto fue negativo.

Como hubiera hecho cualquier persona, Christine Maggiore empezó a investigar por su cuenta y se sorprendió ante lo que descubrió: los tests no medían la presencia del virus sino de ciertos anticuerpos, y ningún científico había explicado todavía cómo el VIH producía el SIDA. Así, inevitablemente se transformó en una disidente.

Llegó a estar tan convencida de que la versión oficial no era fiable, que no sólo decidió no tomar AZT, sino que además ella y su esposo (el documentalista Robin Scovill), decidieron tener sexo sin condón, e incluso tuvieron un hijo que además fue amamantado por Christine, lo que ha desatado la ira de muchas personas. En el año 2001, cuando el programa “20/20”, de la cadena ABC News dedicó un segmento a la historia de Christine, Charlie ya tenía 3 años y tanto él como su madre estaban en perfectas condiciones de salud [8].

Traté de comprar el libro “¿Qué pasaría si todo lo que crees saber sobre el SIDA fuera falso?”, pero como era de esperarse, no lo encontré. Pero se puede comprar, al igual que los libros de Duesberg, en www.amazon.com. Si eres un enfermo de SIDA, o un supuesto portador, o conoces a alguien que lo sea, te recomiendo conseguirlo. También te recomiendo visitar la página creada por Christine Maggiore, www.aliveandwell.org, cuya versión en español es www.vivoysano.com. En ellas hay mucha información escrita en forma muy simple sobre la experiencia de Christine y sobre las alternativas para prevenir y combatir el SIDA.

Disidente 5: Thabo Mbeki

Mbeki no es científico, ni tampoco es portador del VIH, ni presunto enfermo de SIDA. Thabo Mbeki es el Presidente de Sudáfrica, el país con mayor cantidad de enfermos de SIDA en el mundo: más de 4 millones, lo que corresponde al 10% de la población total del país [9].

El Presidente sudafricano ha sido el centro de una fuerte polémica en su país y en el resto del mundo por su apertura hacia la teoría disidente. En el año 2000 generó violentas reacciones en el Parlamento Sudafricano, especialmente entre la oposición, cuando se publicó una carta que Mbeki le envió a Bill Clinton, entonces presidente de EE.UU., que entre otras cosas decía lo siguiente:

“…nuestra búsqueda de estas respuestas específicas y plenamente orientadas está siendo estridentemente condenada por algunos en nuestro país y en el resto del mundo presentándola como un abandono criminal de la lucha contra el VIH/SIDA.

Se sugiere, por ejemplo, que hay algunos científicos que «son peligrosos y están desacreditados», y con los que nadie, incluido nosotros, debería comunicarse o interactuar. ¡En un periodo anterior de la historia humana, serían herejes a los que habría que quemar en la hoguera!.

No hace mucho, en nuestro propio país las personas eran asesinadas, torturadas y encarceladas, y prohibida su mención tanto en privado como en público, porque la autoridad establecida creía que sus puntos de vista eran peligrosos y estaban desacreditados.

Ahora se nos pide que hagamos precisamente lo mismo que hizo la tiranía racista del apartheid porque, se dice, existe una visión científica que es apoyada por la mayoría, y contra la que está prohibido disentir.

¡Los científicos a los que se supone que hemos de poner en cuarentena científica incluyen Premios Nobel, miembros de Academias de Ciencias, y Profesores Eméritos de varias disciplinas de medicina!.

Científicos, en nombre de la ciencia, solicitan que cooperemos con ellos en congelar el discurso científico sobre el VIH/SIDA en el punto concreto que ese discurso alcanzó en Occidente en 1984.

Personas que en otro tema lucharían decididamente para defender los decisivamente importantes derechos de libertad de pensamiento y libertad de expresión, respecto al tema VIH/SIDA ocupan la primera línea en la campaña de intimidación y terrorismo intelectual, alegando que la única libertad que tenemos es estar de acuerdo con lo que estas mismas personas decretan que son verdades científicas demostradas [10]”.

La actitud de Mbeki está en línea con una creencia generalizada entre los disidentes: la verdadera amenaza contra la salud del pueblo africano no es un virus, sino la desnutrición y las malas condiciones sanitarias.

Disidente 6: Mark Pierpoint

Mark Pierpoint era el Coordinador del Programa de Prevención del VIH/SIDA del Estado de Florida. El 3 de junio de 1999, anunció públicamente su renuncia al cargo y escribió a sus autoridades una carta que, entre otras cosas, decía:

“Después de una cuidadosa evaluación, considero que no puedo continuar promoviendo la Educación sobre el VIH/SIDA ni la aplicación de los tests de VIH (…) Si lo hiciese, estaría violando mi propia conciencia puesto que estas instrucciones reconocen y promueven una única opinión científica respecto de la causa del SIDA.

(…) Desgraciadamente, sólo una parte de los datos científicos ha sido puesta al alcance del público (…) Esta ciencia dominante es promocionada e incluso manipulada por los gigantes farmacéuticos que tienen un motivo obvio de beneficio. (…) el Servicio de Salud Pública ha hecho todo lo posible para silenciar opiniones científicas contrarias y en consecuencia ha negado a la población su fundamental derecho a un consentimiento informado.

Por la presente retiro mi participación de lo que un día puede ser visto como la mayor violación del principio de consentimiento informado en la historia de la Salud Pública [11]”.

Aunque Pierpoint no sea una gran eminencia científica, aunque no haya escrito ningún libro, y aunque la única información que he encontrado sobre él es la que acabo de transcribir, creo que su testimonio tiene un valor enorme: formuló una gravísima acusación al Servicio de Salud Pública de EE.UU. después de conocer durante años su funcionamiento desde adentro.

Disidente 7: Gonzalo Larraín

Médico chileno, titulado en la Pontificia Universidad Católica. Una entrevista suya publicada en el Diario Noreste, cuyo título era “La salud es el equilibrio de las partes [12]” fue lo que detonó mi preocupación por este escalofriante asunto. En esa entrevista, Larraín demostraba ser un médico muy atípico, un outsider del sistema, que por iniciativa propia trabaja en consultorios de provincia, y un gran conocedor de diversas formas de medicina natural.

En términos generales, Larraín coincide con la postura disidente, y dice haber tratado a muchos pacientes etiquetados como enfermos de SIDA, con muy buenos resultados. Le otorga una enorme importancia a fortalecer el estado anímico de sus pacientes, y dice que lo primero es convencerlos de que no se están muriendo, y de que deben abandonar los tratamientos químicos de inmediato. Sostiene que todos los organismos vivos tenemos sistemas inmunológicos extremadamente eficientes, capaces de deshacerse por sí solos de cualquier virus, y por lo tanto, los médicos no deberían perder el tiempo persiguiendo virus, sino fortalecer el organismo. Según Larraín, una vida saludable, una buena alimentación y un espíritu optimista son la mejor medicina existente.

Hace como un mes llamé al doctor Larraín para entrevistarlo, ya que hasta donde sé es el único chileno que defiende la versión disidente. Me dijo que primero yo tenía que leer el libro de Christine Maggiore, para que pudiéramos empezar a conversar, así que por ahora la entrevista está pendiente.

Otros disidentes

Todo lo que he escrito representa apenas una pequeña parte de la información que he leído en internet. Hay muchos otros representantes de la versión disidente que hubiera incluido en este texto si hubiera tenido más tiempo y espacio, así que recomiendo buscar información sobre ellos también: la doctora australiana Eleni Papadopoulos, el norteamericano Walter Gilbert (Premio Nobel de Química 1980), los españoles Jesús García Blanca y Lluis Botinas, el colombiano Roberto Giraldo, y muchos otros nombres que aparecerán rápidamente si te tomas la molestia de investigar.

5. Conclusiones

El objetivo de este texto nunca fue llegar a la verdad sobre el VIH y el SIDA. Para eso están los científicos, y yo – repito – no sé casi nada sobre biología, química, virología, medicina, bioquímica ni nada que se le parezca.

Pero como no tengo las respuestas, creo que puedo aportar a generar preguntas. Mi objetivo es que este texto sea difundido, que lo lea la mayor cantidad de gente posible, que los lectores se sorprendan, se espanten, sientan escalofríos y se cuestionen profundamente hasta qué punto nuestro derecho a la información, en este asunto y muchos otros, ha sido manipulado por los medios de comunicación.

Vivimos en un mundo donde la ambición por el dinero (en forma de petróleo) puede originar guerras que acaban con la vida de cientos de miles de civiles inocentes, mientras los genocidas siguen ocupando sus puestos de poder y planeando la próxima masacre. Entonces, ¿por qué cerrarse a la posibilidad de que esa misma ambición esté matando a millones de personas de otra forma distinta a la guerra? Creo que hay motivos más que suficientes como para, al menos, dudar de la versión oficial sobre el VIH y el SIDA. El camino hacia el conocimiento está lleno de dudas; el camino hacia la ignorancia está lleno de certezas.

Los disidentes hacen muchas preguntas; los oficialistas las evaden en lugar de responderlas directamente.

Los disidentes defienden lo que creen con argumentos científicos; los oficialistas suelen optar por la descalificación y el desprecio.

Los disidentes claman por espacio en los medios de comunicación, pero son censurados; los oficialistas tienen todos los medios a su disposición.

Los disidentes han perdido (o dejado de ganar) mucho dinero, obteniendo a cambio muchos problemas por defender sus ideas.

Kary Mullis podría ser otro magnate del SIDA si hubiera querido aprovechar económicamente su invento, la PCR, pero no lo hizo. Duesberg perdió el apoyo económico del gobierno norteamericano. Christine Maggiore se ha ganado el repudio de miles de personas que, estando infinitamente menos informadas que ella, la tratan como a una criminal peligrosa. Thabo Mbeki ha obtenido fuertes críticas y ha visto fuertemente afectada su popularidad como político.

Hace un par de horas, eras inocente gracias a tu desinformación. Pero si ya leíste este texto, y no haces nada, te conviertes en cómplice y encubridor. Haciendo algo tan simple como difundir lo que ahora sabes, tal vez puedes ayudar a que mucha gente deje de sufrir, e incluso puedes salvar vidas.

No quiero que creas ciegamente todo lo que dice este texto, pero tampoco creas ciegamente lo que dice la versión oficial. ¿Estoy en lo cierto o no? Ni yo sé. Infórmate, cuestiona, duda, y júzgalo por ti mismo.
Notas
[1] http://www.duesberg.com/viewpoints/kintro.html
[2] http://www.vihsida.cl/paginas/024.html
[3] NOTA: www.unadr.org/mnula2004/guias/oms.pdf
[4] http://www.robertogiraldo.com/esp/articulos/EntrevistaConPeterDuesberg.html
[5] http://www.duesberg.com/viewpoints/kintro.html
[6] www.arrakis.es/~cobra.an/informes.htm
[7] http://www.vivoysano.com/index.php?page=whatif
[8] http://www.aliveandwell.org/index.php?page=010907-1
[9] http://www.aegis.com/news/afp/2000/AF000467_ES.html.
[10] http://free-news.org/tmbeki01.htm
[11] http://free-news.org/JGB_al_Fiscal_dic2001.htm
[12] Diario Noreste, año 8, número 46, marzo de 2002.

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